Se entiende por ángeles los seres personales de naturaleza invisible creador por Dios, inteligentes, que colaboran como mensajeros en el ejercicio de la Providencia en la Historia de la Salvación. Entre sus características están las siguientes:
Son superiores a los hombres (Salmo 8).
Ven a Dios de continuo (Mateo, cap. 18)
Son custodios de los hombres (Salmo 90)
Son espíritus puros (Salmo 102).
Satanás se transfigura en ángel de luz (2ª Ep. Corintios II)
San Gregorio Magno escribe que “casi todas las páginas de los libros sagrados testifican que existen los ángeles y arcángeles”.
Cuando una persona nace, Dios le regala un Ángel Custodio —o Ángel de la guarda—para que le acompañe por ese camino arduo que llamamos vida, con una tarea precisa: enseñarnos el camino, cuando nos hemos perdido; ofrecer un apoyo, cuando estamos resbalando; darnos una mano para levantarnos.
Los ángeles son una manifestación del amor personal de Dios por nosotros. A veces basta un modestísimo acto de amor para abrir de par en par el cielo. Es muy conveniente ponerle nombre al Ángel de la Guarda y tratarle con familiaridad, como a un amigo; pedirle que lleve mensajes de amor y reparación al Señor, también que nos ayude a superar las tentaciones; podemos decirle que nos ayude a ayudar a los que nos rodean y también podemos pedirle pequeños favores.
Algunos Santos Padres han distinguido tres grupos de ángeles divididos en tres jerarquías, y cada jerarquía, en tres coros:
* Los Serafines, los Querubines y los Tronos.
* Las Dominaciones, Las Virtudes y las Potestades
* Los Principados, los Arcángeles y los Ángeles.
“Cristo es el dentro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: ‘Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria acompañado de todos sus ángeles... (Mt 25,31). Le pertenecen porque fueron creador por y para Él” (CIC, 331).
San Gregorio Magno señala los siguientes ministerios de cada coro:
Los Serafines están iluminados por la ciencia. Están animados por un amor vehemente hacia su Creador. Pues serafín vale tanto como ardientes o inflamados, dice San Gregorio Magno.
Los Querubines están colmados de amor. Se les llama también plenitud de la ciencia. Gozan de una ciencia tanto más perfecta, cuanto más de cerca contemplan la claridad de Dios.
Los Tronos están atentos a las razones del querer de Dios. Son aquellos ejércitos de ángeles presididos por Dios cuando ejerce sus juicios.
Las Dominaciones actúan en el gobierno de las sociedades. Son superiores a los Principados.
Las Virtudes cooperan en la realización de los milagros.
Las Potestades luchan contra las fuerzas adversas. En su orden, recibieron mayor poder que los demás, de suerte que a sus palabras están sumisos los espíritus enemigos, y con su poder quedan éstos refrenados, para que no puedan tentar a los hombres tanto como ellos quieren[1].
Los Principados reparten los bienes espirituales. Presiden a los mismos ángeles buenos.
Los Arcángeles realizan comunicaciones importantes.
Los Ángeles son los mensajeros ordinarios[2].
Dice San Gregorio que “en lengua griega se llama a los ángeles nuncios y a los arcángeles nuncios supremos” (Homilia 34 in Evangelia). Los ángeles toman su nombre del cargo que desempeñan, no de su naturaleza. Así, Miguel significa “quién como Dios”, Gabriel “fortaleza de Dios” y Rafael “medicina de Dios”[3].
ARCANGELES
Los Arcángeles son superiores a los Ángeles. Los nombres de los siete arcángeles aparecen en el apócrifo Libro de Henoc, son: Uriel, Rafael, Raguel, Miguel, Sarquiel, Gabriel y Remeiel. Trataremos brevemente de tres de ellos.
San Rafael Arcángel
Rafael significa “Medicina de Dios”. En el Libro de Tobías, aparece San Rafael como un joven que ayuda a Tobías hijo. Lo acompaña en su viaje, le consigue cobrar un dinero, lo defiende, le da una esposa y le devuelve la vista a su padre ciego. Al final dijo: “Yo soy el Ángel Rafael, uno de los siete que asistimos delante del Señor” (Tobías 12,15). A San Rafael se le encarga encontrar un buen esposo o esposa y los viajeros le encargan tener buen viaje.
San Gabriel Arcángel
Gabriel significa: “Hombre o varón de Dios”; “Dios se ha mostrado fuerte”; “fortaleza de Dios” o “Dios fuerte” (Apc 13,1-21; 21,9). Gabriel es uno de los siete arcángeles que están ante la presencia de Dios (Tob 12,15; Apc 2,2; 22,8 ss).
Gabriel es el encargado del paraíso (Gen 3,24), de los dragones (Apc 20,1-2) y de los querubines (Ez 1,5 y 10,22). Gabriel está vinculado a los mensajes mesiánicos y su presencia anuncia la plenitud de los tiempos. Se presenta como ejecutor de la voluntad de Dios; como el ángel de la consolación (Dan 9,21; Zach 1,9 ss). Gabriel explica al profeta Daniel una visión (Dan 8, 16 ss) y en 9.21 ss aclara el significado de las 70 semanas de Jeremías (Ier 22, 11 ss).
¿Cómo es su aspecto cuando se ha aparecido? Daniel lo describe como “un varón vestido de lino y con cinturón de oro puro; su cuerpo era de crisólito (el topacius de los antiguos, es un silicato de alúmina que se cuenta entre las piedras preciosas); su rostro resplandecía como el relámpago; sus ojos como brasas de fuego; sus brazos y sus pies parecían de bronce bruñido y el sonido de su voz era como el rumor de muchedumbres. Oí el sonido de sus palabras y caí rostro en tierra”[4]. Gabriel anuncia el nacimiento de Sansón, el de Juan Bautista y el de Jesús.
San Miguel Arcángel
Miguel significa “¿Quién como Dios?”. Es el abanderado de Dios frente a los ángeles rebeldes (en el momento en que no pasaron la prueba) y contra los espíritus malignos que pretenden vengar su caída seduciendo al hombre, para impedir su amistad con Dios.
Tres tiempos señalan la dimensión de la historia de la salvación: preparación, a lo largo del Antiguo Testamento; realización, en el Nuevo Testamento; consumación, en la Parusía. La medida de estos tiempos es el amor de Dios, y su dinámica, la salvación del hombre.
San Miguel es el protector del pueblo judío y colaborador del Hijo del hombre. A la luz de esta doble misión, se advierte fácilmente la intensa actividad desplegada por San Miguel en la Historia de la salvación. Es también protector y defensor del nuevo pueblo de Dios: la Iglesia. Así nos lo presenta el Apocalipsis (12,1-17).
La principal devoción y la que es más del gusto de San Miguel, es la guarda de toda la ley de Dios, y particularmente de la castidad, que agrada mucho a los ángeles, por ser la que nos hace semejantes a ellos.
Un Obispo de Cicilia, llamado Cloriano, rezaba cada día, puesto de rodillas, la oración a San Miguel y ayunaba 40 días al año. En su víspera se le apareció el Santo Arcángel y le dijo que por haberle sido muy acepta su devoción, había rogado por él a Nuestro Señor, el cual le había otorgado que todo cuanto pidiese se le concedería. El buen obispo le pidió tres cosas: una, que sus padre salieran del purgatorio; otra, que le asistiese en la hora de la muerte; la tercera, que le diese a entender la grandeza del misterio de la Encarnación, para que la supiera agradecer. Todo se lo concedió San Miguel en nombre de Dios (Cfr. Devoción y Novena al Arcángel San Miguel, Casa Pérez Ruiz, Guadalajara, Jal., p. 4).
Actualmente está de moda hablar de Ángeles porque la New Age los ha puesto de moda. Hay personas que dicen que reciben Ángeles y les dan de comer. Los Ángeles no suelen aparecerse a las personas, aunque las acompañan todo el día, y no comen nunca pues son espíritus puros. ¡Hay que irse con cuidado! También existen los Ángeles caídos, que son los demonios que no pasaron la prueba que Dios les puso.
[1] Cf. San Gregorio Magno, Homilia 34 in Evangelia, en Las Parábolas del Evangelio, Neblí, España, 1999 p. 145.
[2] Cf. Julio Badui, Ángeles, IMU Ediciones, México 2003, pp. 16-17.
[3] Cfr. San Gregorio Magno, Homilía 34 in Evangelia.
[4] Dan 10,4 ss; Cf. Apc 10,1 ss; 7,2; 18,1; Io 20,12.