Amar sin doblez
Cuando las expresiones de afecto no se corresponden con la relación real entre las personas, se banaliza el significado de los gestos. Si, por ejemplo, los novios se comportasen como esposos, se dificultaría la comprensión tanto del matrimonio como del noviazgo, falsificando la realidad de las relaciones interpersonales.
Si hay amor verdadero lo demás no importa. Sin él, nada es suficiente. Si una persona tiene dos amores a la vez, hay doblez, pues el amor es exclusivo. Se pueden tener muchas amistades, pero amor verdadero solo uno.
En la formación del carácter maduro y armónico, ocupa un lugar importante el dominio de las propias pasiones; lo que podría llamarse la educación de la templanza. En el mundo actual, dominado por el afán de placer, esta tarea es más necesaria que nunca. Algunos jóvenes no quieren negar nada a los ojos y al estómago, pero se niegan a escuchar a quien los quiere bien. Y se dejan arrastrar por los placeres que los degradan.
No podemos dar rienda suelta a los deseos y gustos personales porque al final de ese camino se encuentra la tristeza y el aislamiento en la propia miseria.
Se sabe que los hombres son más groseros que las mujeres, especialmente cuando están solos, pero las mujeres hoy en día les hacen la competencia. No es lo mismo grosería que insulto. La grosería no tiene la intención de ofender. Hay mujeres que aguantan que el hombre les diga majaderías y las insulte, porque ellas son débiles de carácter y –como temen perderlo- toleran lo que no deberían de tolerar. Son tontas, ciegas, soberbias. Cuando abran los ojos se darán cuenta que ese no era el camino de su felicidad, y podrán reemplazar la rabia y la confusión por la paz y la confianza, si hay ánimo de recomenzar.
Quien tenga un amor, que lo cuida, que lo cuide, dice la canción. La castidad es la cualidad que custodia la dignidad del amor humano. Cuando la mujer o el hombre renuncian a pelear y se abandonan a la tiranía de los instintos, se rebajan a un nivel infrahumano.
La castidad es imprescindible porque nos ayuda entender las delicadezas en el trato con los demás y a no pactar con nuestras miserias.
Los espectáculos televisivos y cinematográficos han puesto de moda la falsa idea de que la vida limpia está pasada de moda porque cuesta mucho trabajo vivirla. Es cierto que en ocasiones puede costar un poco, pero no hay que exagerar. Para una persona normalmente constituida, esa lucha suele ocupar un cuarto o quinto lugar.
La castidad proviene del amor y de ordena al amor. La limpieza de vida se halla lejos de la sensualidad pero también de la insensibilidad.
Para algunos vivir la castidad es algo incomprensible o quizá una utopía. Si la persona es consciente de su debilidad buscará la fortaleza en donde está, es decir, en Dios.
La pureza no es la única virtud ni la principal pero sí es indispensable para la vida plena. Si alguna vez se cae, hay que levantarse en seguida, hay que reparar, de modo que esa derrota se transforme en victoria y en experiencia para no volver a caer. De otra parte, incluso las personas más pervertidas, si se arrepienten y purifican su vida pasada, pueden llegar a ser personas espléndidas a los ojos de Dios y de los demás.
C.S. Lewis tiene una frase muy sabia que dice: “Cuando un hombre se va haciendo mejor, comprende con más claridad el mal que aún queda dentro de él. Cuando un hombre se hace peor, comprende cada vez menos su maldad” (Mero cristianismo, p. 108).