¿Qué sería de la vida del hombre si de un momento a otro perdiera la esperanza? Si todo nos diera igual, si ya no se esperara nada, si nos sentáramos simplemente a dejar que sucedan las cosas sin determinar nosotros el rumbo de la historia.
La iglesia siempre le pide al Señor que nunca le falte la virtud de la esperanza, sobre todo cuando a nuestro alrededor hay destrucción, injusticias, violencia y crisis económica. En este caso la esperanza significa confiar en la presencia de Dios en el corazón del hombre, que lo sacará de su desánimo, de su cansancio y de su frustración para aspirar a crear un mundo nuevo.
De manera particular el tiempo de adviento, que comenzamos este domingo, es para afianzar la virtud de la esperanza. Hay muchos retos y dificultades a nuestro alrededor, pero no estamos solos. Dios camina con nosotros en la historia y a través de nuestro compromiso va transformando esta historia de pecado en una historia de salvación.
El adviento, por eso, es un tiempo para crecer en la virtud de la esperanza, particularmente porque se acerca el Señor por medio de la fiesta de Navidad. El adviento es para desear que Jesús nazca en nuestros corazones, es para pedir a Dios que esta fiesta renueve el corazón de todos los hombres.
También en el campo político debe fomentarse la esperanza. Esperanza, en este caso, en las nuevas autoridades estatales, que iniciarán su trabajo el 1º de diciembre, en los legisladores que recientemente han asumido su trabajo, en los nuevos alcaldes que tomarán posesión de su cargo el día 1º de enero de 2011. Tenemos esperanza en que sea un gobierno diferente y cercano a la gente, en que sea un gobierno que escuche a todos y que se preocupe por atender las demandas más urgentes de la sociedad: trabajo, seguridad y valores.
No se trata sólo de poner los adornos navideños en nuestras calles y hogares para reconocer las raíces cristianas de nuestra sociedad. Hay que desear que Jesús nazca en nuestros corazones para que nos comprometamos a ser hombres honestos, hombres de paz, hombres solidarios, hombres que trabajen por los más pobres y necesitados.
Nos urge vivir una Navidad así, no con chocolates, platillos suculentos y bebidas, sino una Navidad para reconocernos, acercarnos y apoyarnos como verdaderos hermanos. Que el adviento nos ayude a prepararnos de esta manera. Una Navidad vivida en esta perspectiva será garantía de que funcionarán los programas y estrategias del nuevo gobierno. Porque nuestra esperanza estará basada no en los proyectos sino en los nuevos corazones que Jesús pueda crear a su paso por estas tierras veracruzanas.