¡Quién
iba a decirnos que una solución y un secreto tan grande pudiese caber
en una cabecita tan pequeña! ¡Cómo pensar en encontrar una idea tan
madura en tan cortos años!
¡Cómo serían buenos los hombres -escribió Ana Frank en su
diario, el 6 de julio de 1944, cuando estrenaba sus catorce años, poco
antes de morir en un campo de concentración - si cada noche, antes
de dormirse reevocaran los hechos de la jornada y reflexionaran sobre
lo que ha habido de bueno y de malo en su conducta!
Involuntariamente buscarías entonces corregirte y es probable que después de algún tiempo habrías obtenido un resultado.
Esta pequeña ayuda está al alcance de todos, no cuesta nada y
ciertamente es utilísima. UNA CONClENCIA TRANQUILA NOS HACE FUERTES. El
que no lo sepa, debe aprenderlo y hacer la experiencia.
¿Verdad que parece un consejo sencillo, tan sencillo como inútil?
¿Verdad que a nuestros problemas familiares, sociales y políticos
buscamos siempre soluciones fuera de nosotros mismos?: la miseria y el
hambre se deben a la falta de lluvia; el desempleo a la explosión
demográfica; las clases sociales y el correspondiente descontento de
los de abajo, a la inteligencia y habilidad de cada uno y con
frecuencia al abolengo; droga, alcoholismo y delincuencia en general,
etiquetados bajo un mismo marbete: problemas sociales; y las guerras y
guerrillas son culpa o de los socialistas y materialistas o de los
capitalistas y liberalistas, o de los fundamentalistas o terroristas,
aunque es verdad que muchas veces nuestros análisis nos permiten
particularizar en raíces históricas, religiosas o culturales más
concretas.
Pero hay otros problemas que ya casi no son considerados sociales,
ni mucho menos problemas: aborto, prostitución, divorcio, abandono de
los hijos o de los ancianos, la eutanasia.
Son problemas mucho menores. De hecho no son problemas más que para
los escrupulosos. No falta incluso quien los señale, no como problemas,
sino como soluciones.
Si muere la conciencia...
Nuestros expertos en analizar -no tanto en resolver- los problemas
que nos afectan, no piensan jamás o al menos no proponen que la
solución puede estar dentro de cada uno, porque quizá ya hemos olvidado
hasta que tenemos conciencia.
Las pasiones son la voz del cuerpo, la conciencia es la voz del alma,
dijo Rousseau, resaltando lo que constituye al hombre como tal. Y es
que si queremos matar al mundo, no tenemos más que matar su conciencia.
¿No es este el sistema empleado en gran número de escuelas, en la
televisión, en la prensa?
A nuestros jóvenes les acuñan ideas fáciles y baratas, que buscan
primero amordazar su conciencia, para más tarde aniquilarla. Así han
mellado la persona humana.
La solución está en nosotros
Esto se soluciona, según la experiencia de Ana Frank, una niña más
sabia que muchos de nuestros expertos, entrando dentro de nosotros
mismos, aunque sea sólo tres minutos cada día.
Quien quiera escuchar su conciencia debe poner silencio en derredor
suyo y dentro de sí. Sólo en el silencio, en la reflexión y en el
examen de nosotros mismos somos capaces de descubrir hasta qué punto
somos causantes de nuestros problemas y de algunos ajenos.
Sólo entrando en mí, veo mi vida y lo que hago de ella. Sólo en mi
interior relucen mis actos buenos en yuxtaposición con los malos o
menos buenos y ahí, en el autobalance descubro mis omisiones, que son
lo más triste y feo en un hombre. Me encuentro conmigo mismo y puedo
remendar mi vida.
Mas esto tiene un inconveniente. Dicen que quien excava encuentra
lo que no quiere hallar. Si busco dentro, muy dentro de mí,
posiblemente me entere de que las discusiones con mis papás se deben a
mi egoísmo, y que soy yo, y no ellos, quien debe corregirse.
Seguramente notaré que las clases sociales las creamos nosotros,
que no existiría el triste fenómeno de la prostitución si no existiera
el no sólo triste, sino también sucio, fenómeno de los clientes.
Nuestra sociedad es un gran reloj. Si se descompone, y de hecho lo
está, no basta con limpiar la carátula o cambiar el extensible. No
basta con inventar tres eslogans.
Es necesario abrir, ajustar, limpiar las piezas. Cada una. Las
soluciones generales producen resultados tan generales como
superficiales. La solución somos cada uno en la medida que tenemos
conciencia continuamente, diariamente revisada.
Por tanto, escuchemos la tenue voz de Ana. Dediquemos tiempo a
nuestra alma. ¡Cuánto tiempo le dedico a mis estudios! ¡Cuánta
preocupación por la música que me gusta o por las mascotas! Algunos
sólo pensamos en ropa y en zapatos. Nuestra alma es más importante que
la moda y que los lujos. Mi alma es lo único que tengo realmente mío.
Mi alma y mi conciencia soy yo.