Como se sabe, recientemente la Universidad de Notre Dame ha otorgado el doctorado “honoris causa” a Barak Obama. Situación increíble, a decir verdad, en atención a la política absoluta y frontalmente antivida que ha mostrado tener el homenajeado.
Pero además, en el discurso preparado para la ocasión, el galardonado sugirió que era necesario un diálogo abierto para acercar a las posiciones irreconciliables respecto del aborto, e incluso que quienes se oponen al mismo debían “abrir la mente” en este sentido.
¿Abrir la mete? La frase parece no sólo curiosa, sino ofensiva. ¿Abrir la mente? En realidad, no hay nada más opuesto a “abrir la mente” que abogar por el aborto. ¿Por qué? Porque al contrario de lo que se sugiere en este discurso, lo que ha constituido tal vez una de las mayores pruebas en nuestra historia de una auténtica apertura de mente, ha sido precisamente el reconocimiento –no la invención– de la universalidad de la calidad humana y, por tanto, de persona de todos los hombres: en suma, de nuestra común dignidad.
De esta manera, instituciones que antes contaron con la promoción, el beneplácito o incluso la aceptación pasiva de muchos, como la esclavitud, por ejemplo, fueron abolidas, precisamente porque en razón de una auténtica “apertura de mente”, nos dimos cuenta que por muchos intereses involucrados que existieran a su respecto, la dignidad humana la hacía ilícita. Y lo mismo puede decirse respecto del canibalismo, los sacrificios humanos o la libertad de conciencia.
“Abrir la mente” no significa creerse con el derecho para determinar qué es real y qué no mediante un consenso cualquiera, mudable y muchas veces incentivado por los intereses más perversos y ocultos. Al contrario: “abrir la mente” apunta a reconocer lo que las cosas son, no a quedarse encerrados en nuestras conveniencias o en nuestros moldes ideológicos. “Abrir la mente” es dejar de lado los propios intereses, si con ellos se afecta injustamente a nuestros semejantes, y equivale dar un paso notable de generosidad y objetividad. “Abrir la mente” consiste, justamente, en ponerse en el lugar del otro.
Con el criterio de Obama, siempre sería posible criticar a los adversarios y exigirles que “abran su mente” para cualquier cosa. Mas, ¿consideraría alguien que es “abrir la mente” permitir la esclavitud, la tortura o la pedofilia? ¿O es que el pensamiento único que pretende imponerse quiere además eliminar a los que piensan distinto?
Es por eso que resulta absurdo pretender que hay que “abrir la mente” para aceptar el aborto. En realidad, es una cerrazón completa a la verdad y de paso, una maliciosa manipulación de los argumentos que resulta al menos irónica, cuando no intolerable.