¿Abandonarme en las manos de Dios significa abandonar mis responsabilidades?
Cuando me abandono en las manos de Dios, ¿mi responsabilidad desaparece? ¡No, no, para nada! No son cosas opuestas, una no excluye a la otra, más bien se complementan: mi participación es humana, la ayuda de Dios, es divina. Cuando en la vida se nos presenta una situación muy difícil, necesitamos aplicar todas nuestras fuerzas, capacidades, inteligencia y voluntad para insistir en resolver nuestros problemas. Mientras humanamente hacemos todo lo posible, al mismo tiempo debemos tener confianza en Dios, Nuestro Señor y es aquí cuando nos abandonamos en sus manos, reconociendo que más allá de lo que nosotros podemos hacer, está El observando y protegiéndonos.
Por ejemplo, lo que actualmente estamos viviendo muchas familias mexicanas, en cuanto a que el dinero no alcanza para cubrir nuestras necesidades básicas, en cuanto que no hay empleos permanentes, los sueldos son bajísimos, todo está “por las nubes”, etc., nosotros no podemos hacer milagros para que todas estas situaciones críticas desaparezcan, pero lo que sí podemos hacer es no desanimarnos, buscar alternativas sanas para obtener más ingresos, volvernos más creativos, ahorrar comprando lo indispensable y buscando los mejores precios. Si somos padres de familia, hacerle ver a nuestros hijos que son épocas difíciles y que nos tienen que ayudar, de acuerdo a su edad y sus capacidades. Infundirles optimismo a pesar de todo.
¿Cómo podemos mantener una actitud positiva ante tanta cosa que nos agobia? ¿Esto es posible? ¿Ponerle buena cara a dificultades que se presentan día a día y que parecen no tener fin? Es confiando en Dios que podemos lograrlo; es confiando en que El no nos desampara nunca. La verdadera fe nos dice que Dios en Cristo no nos manda una cruz más pesada de lo que nosotros podamos cargar. El sabe perfectamente cuándo, cuánto y hasta dónde nuestras fuerzas tienen su límite y es entonces que tenemos que aplicar toda nuestra responsabilidad, todo lo que esté de nuestra parte, para agradarlo al ofrecerle nuestro mejor esfuerzo. El dicho dice “ayúdate que Dios te ayudará”. Responde por lo tuyo y Dios responderá por lo Suyo.
¿Cómo reconocer que estoy en el punto justo entre abandonarme en las manos de Dios y conservar mi responsabilidad? Haciendo una pregunta concreta: ¿qué es lo que realmente ya no está en mis manos resolver? Es en eso en lo que pedimos intervención divina. Seguramente que en la parte humana, sí tenemos que seguir participando, insistiendo, buscando una salida sana. Es en la parte sobrehumana donde tenemos que pedir fortaleza que nos mantenga en pie. Es decir, hacer todo lo que se pueda hacer y luego entonces, dirigir nuestra mirada a Dios Nuestro Señor, para ofrecerle todo nuestro esfuerzo y nuestras preocupaciones, para que El intervenga dándonos lo que El sabe que nos conviene.
Ser responsable es responder por nuestras obligaciones y hacer lo mejor posible nuestro trabajo, así estaremos cumpliendo con lo que Dios espera de nosotros y El podrá actuar en lo que escapa a nuestra naturaleza humana. No podemos exigirle a Cristo Señor una ayuda, sólo podemos pedírsela humildemente. Por lo tanto, nunca debemos renunciar a nuestra responsabilidad personal que tenemos acerca de nuestra vida y de nuestros actos, pensando que es “tanta mi fe” que el mismo Dios hará todo por mí; no debemos hacer experimentos con la paciencia de Dios, sino cumplir con nuestra parte y confiar en Su Bondad Infinita.