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Un burro y un buey / Cuando la irracionalidad se volvió sabia

Según la tradición, junto al Niño Dios, en el establo de Belén había un burro y un buey. No sin una razón bíblica: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo», dice el profeta Isaías. Se antoja, además, una razón práctica: los dos animales, con el calor de su cuerpo y la humedad de su aliento, servirían de improvisada incubadora al recién nacido. Pero ninguno de los dos tiene buena fama. El burro simboliza la imbecilidad, la necedad, la terquedad, por decir lo menos.