Más allá de la tentación
Lo propio de la tentación consiste en “tentar”, atraer, sugestionar, absorber, arrastrar. Especialmente cuando la tentación consigue presentarse como algo “bueno”, como una solución para los problemas personales, o como la conquista de caminos fáciles para la felicidad.
Pero la tentación pierde casi toda su fuerza seductora cuando dentro del alma hay una certeza profunda: Dios se interesa por mí, Dios me busca, Dios me acompaña, Dios me salva, Dios me ama.