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Problemas sin solución

 

Con cierta frecuencia recibo correos en los que me hacen preguntas con un grado de dificultad mayor que los clavados de ocho vueltas hacia atrás con medio giro desde el trampolín de tres metros. Por una parte, es necesario entender que quienes me cuestionan están viviendo situaciones sumamente delicadas. Claro está que me gustaría poder ayudar a resolver todos los problemas, pero no pocas veces he de declarar que no veo una solución directa en cada caso.