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Lecturas del Martes 7 de Julio de 2009

MARTES 7

Santos: Fermín de Pamplona, mártir, y Roberto de Claraval, monje. Beato Benedicto XI, Papa. Feria (Verde)

ANTÍFONA DE ENTRADA (Mt 18, 19-20)

Yo les aseguro, dice el Señor: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos.

ORACIÓN COLECTA

Padre, concede a tu Iglesia, ser siempre fiel a su vocación de pueblo santo y que sus miembros sean uno, como tú, Padre, con tu Hijo y el Espíritu Santo son uno, para que se manifieste al mundo como sacramento de santidad y de unidad y lo conduzca a la plenitud de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

Lectura del libro del Génesis: 32, 22-32

En aquel tiempo, se levantó Jacob, tomó a sus dos mujeres con sus dos siervas y sus once hijos y cruzó el arroyo de Yaboc. Los hizo cruzar el torrente junto con todo lo que poseía. Jacob se quedó solo y un hombre estuvo luchando con él hasta el amanecer. Pero, viendo que no podía vencerlo, el hombre hirió a Jacob en la articulación femoral y le dislocó el fémur, mientras luchaban. El hombre le dijo: "Suéltame, pues ya está amaneciendo". Jacob le respondió: "No te soltaré hasta que me bendigas". El otro le preguntó: "¿Cómo te llamas?". Él le dijo: "Jacob". El otro prosiguió: "En adelante ya no te llamarás Jacob sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has salido victorioso". Jacob le dijo: "Dime cómo te llamas". El otro le respondió: "¿Por qué me preguntas mi nombre?". Y ahí mismo bendijo a Jacob.

Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues se dijo: "He visto a Dios cara a cara y he quedado con vida". El sol salió después de que Jacob y los suyos pasaron Penuel, y Jacob iba cojeando, por haber sido herido en el nervio del muslo. Por eso los israelitas no comen, hasta el día de hoy, el nervio del muslo. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Este relato preserva la memoria de Jacob, que también será recordado como Israel. Este patriarca viajó, peleó y trabajó para allegarse el pan y la bendición divina.

Del salmo 16 R/. Señor, escucha nuestra súplica.

Señor, hazme justicia y a mi clamor atiende; presta oídos a mi súplica, pues mis labios no mienten. R/.

Júzgame tú, Señor, pues tus ojos miran al que es honrado. Examina mi corazón, revísalo de noche, pruébame a fuego y no hallarás malicia en mí. R/.

A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes. Atiéndeme, Dios mío, y escucha mis palabras; muéstrame los prodigios de tu misericordia, pues a quien acude a ti, de sus contrarios salvas. R/.

Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos, bajo la sombra de tus alas escóndeme, pues yo, por serte fiel, contemplaré tu rostro y al despertarme, espero saciarme de tu vista. R/.

ACLAMACIÓN (Jn 10. 14) R/. Aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. R/.

Lectura (Proclamación) del santo Evangelio según san Mateo: 9, 32-38

En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud, maravillada, decía: "Nunca se había visto nada semejante en Israel". Pero los fariseos decían: "Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios".

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

La desorientación entre los aldeanos de Galilea cunde por todas partes. Jesús los cura y los reorganiza para que se sobrepongan al desaliento y la opresión circundantes.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por el memorial del amor infinito de tu Hijo que estamos celebrando, te pedimos, Señor, que tu Iglesia haga llegar a todos los hombres los frutos de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (cfr. 1 Co 10, 17)

Todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos del mismo pan y participamos del mismo cáliz.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Por medio de este admirable sacramento, con el que fortaleces y alegras a tu Iglesia, concédenos, Señor, unirnos más íntimamente a Cristo, para edificar con nuestro trabajo cotidiano tu Reino eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.