DOMINGO 4
XXVII DOMINGO ORDINARIO
Santos: Francisco de Asís, fundador; Antón el Grande" de Nitria, anacoreta, y Áurea u Oriana de París. (Verde)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Est 13, 9. 10-11)
Todo depende de tu voluntad, Señor, y nadie puede resistirse a ella. Tú has hecho los cielos y la tierra y las maravillas que contienen. Tú eres el Señor del universo.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Padre lleno de amor, que nos concedes siempre más de lo que merecemos y deseamos, perdona misericordiosamente nuestras ofensas y otórganos aquellas gracias que no hemos sabido pedirte y tú sabes que necesitamos. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Lectura del libro del Génesis: 2, 18-24
En aquel día, dijo el Señor Dios: "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle a alguien como él, para que lo ayude". Entonces el Señor Dios formó de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y los llevó ante Adán para que les pusiera nombre y así todo ser viviente tuviera el nombre puesto por Adán.
Así, pues, Adán les puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no hubo ningún ser semejante a Adán para ayudarlo.
Entonces el Señor Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, y mientras dormía, le sacó una costilla y cerró la carne sobre el lugar vacío. Y de la costilla que le había sacado al hombre, Dios formó una mujer. Se la llevó al hombre y éste exclamó:
"Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer, porque ha sido formada del hombre".
Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
El hombre sólo y aislado no es feliz. Dios nos ha creado para vivir en comunión plena con otras personas. El diálogo y la solidaridad son el camino de nuestra humanización.
Del salmo 127 R/. Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien. R/.
Su mujer, como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa. R/.
Ésta es la bendición del hombre que terne al. Señor: "Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida". R/.
Lectura de la carta a los hebreos: 2, 8-11
Hermanos: Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, la muerte que El sufrió redunda en bien de todos.
En efecto, el creador y Señor de todas las cosas quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.
El santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Jesús es el gran pionero de nuestra salvación. Él abrió un camino de obediencia y fidelidad al Padre; quien recorra esa senda alcanzará la salvación prometida.
ACLAMACIÓN (1 Jn 4, 12) R/. Aleluya, aleluya.
Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. R/.
Lectura (Proclamación) del santo Evangelio según san Marcos: 10, 2-16
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: "¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?".
Él les respondió: "¿Qué les prescribió Moisés?". Ellos contestaron: "Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa". Jesús les dijo: "Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre".
Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: "Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio".
Después de esto, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo.
Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
En la sociedad del tiempo de Jesús se menosprecia a los niños y a las mujeres. Jesús asume, ante ambos, una actitud plenamente respetuosa. Los acoge con un respeto sacro.
Credo
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, este sacrificio de alabanza que tú mismo instituiste, y realiza en nosotros la obra de santificación que con su muerte nos mereció tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Prefacio para los domingos del Tiempo ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Lm 3, 25)
Bueno es el Señor con los que en Él coman, con aquellos que no cesan de buscarlo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que esta comunión, Señor, sacie nuestra hambre y nuestra sed de ti y nos transforme en tu Hijo, Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.-Es por demás evidente afirmar que vivimos en una sociedad divorcista. Las estadísticas que documentan el creciente número de divorcios están a la vista. Esa situación no debe mirarse con indiferencia. Las razones que explican dicho fenómeno pueden ser múltiples. Sin embargo, a los cristianos no les es posible desatender la exigente enseñanza de Jesús en relación con el matrimonio. La persona madura es aquella que ha aprendido a vivir una relación de donación y acogida con sus semejantes. Quien respeta la singularidad del otro y reconoce en él la presencia sacramental de Jesucristo, aprende a mitigar su desenfrenado egoísmo, se esfuerza en ofrecer, así como recibir el perdón y la reconciliación, además de buscar amar a su esposa(o) con la inquebrantable entrega que Cristo ha amado a la Iglesia.