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Yo soy soltero... la casada es mi mujer


Qué
fácil resulta para algunos corromper la promesa de amor y deshacerse
del voto matrimonial. Qué fácil resulta para algunos olvidar los
maravillosos años de noviazgo, los juramentos de amor eterno y el
sembradío de ilusiones y esperanzas nuevas. Qué fácil resulta para
algunos manchar el futuro de la vida en pareja con la tinta indeleble
de la infidelidad. Qué fácil...

Día con día son más las personas que deciden abandonarse a la aventura.
Algunos argumentan que es porque en su hogar ya no reciben el afecto y
la pasión que tanto necesitan; otros dicen que sólo lo hacen por
experimentar, ya sabes, una canita al aire... Otros más, en su garrafal
y penosa ignorancia, aseguran que no les basta con una vieja... (¡Ja!
Como si de verdad fueran lo suficientemente hombres). En fin, las
excusas son innumerables y las razones de peso, nulas. Creen que son
libres para vivir a su antojo, libres para dejar el valor del
matrimonio a su arbitrio, libres para manejar su dignidad de personas
comprometidas a su capricho. Pero más equivocados no podrían estar.

El verdadero acto de libertad no está en el abandono a las
tentaciones de la vida, ese no es un acto libre... es un acto cobarde.
La libertad radica en el sí permanente, en el cumplimiento diario de la
responsabilidad adquirida, en el amor perenne que no se caracteriza por
el cosquilleo en el estómago o unos momentos de placer en la cama, sino
por el sacrificio y la entrega incondicional. Unos minutos de placer se
consiguen en cualquier esquina, una vida de amor sólo se encuentra una
vez en la vida y para siempre.

Todo hombre y mujer que se decide por la fidelidad es el ejemplar
perfecto de la libertad porque sobresale de sí mismo y se compromete,
en el presente, con el futuro. Díganme si no hay libertad y valor en
esta decisión...

Libre es aquél que acepta el riesgo y se abandona en el otro. Este
abandono, lejos de ser un acto de cobardía o una vergonzosa huida, es
la elevación de la dignidad y valor humano hasta el punto culminante de
la mayor entrega. De tal forma que, el matrimonio y la fidelidad que se
deben vivir en éste, vienen a ser la verdadera aventura. Es así como la fidelidad termina siendo el descubrimiento continuo del amor que se tiene por el otro.