Los
valores humanos son aquellos bienes universales que pertenecen a
nuestra naturaleza como personas y que, en cierto sentido, nos humanizan, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana.
La libertad nos capacita para ennoblecer nuestra existencia, pero
también nos pone en peligro de empobrecerla. Las demás creaturas no
acceden a esta disyuntiva. Un gato siempre se comportará como un felino
y no será culpado o alabado por ello. Nosotros, en cambio, si prestamos
oídos a nuestros instintos e inclinaciones más bajas, podemos actuar
como bestias, y de este modo, deshumanizarnos. Boecio, el filósofo y
cortesano del siglo V, escribió: El hombre sobresale del resto de
la creación en la medida en que él mismo reconoce su propia naturaleza,
y cuando lo olvida, se hunde más abajo que las bestias. Para otros
seres vivientes, ignorar lo que son es natural; para el hombre es un
defecto.
Si no descubrimos lo que somos, tampoco descubriremos qué valores
nos convienen. Cuanto mejor percibamos nuestra naturaleza, tanto más
fácilmente percibiremos los valores que le pertenecen.
Alimentación y naturaleza
Hay una diferencia entre los valores humanos en general y nuestros
propios valores personales. El concepto de valores humanos abarca todas
aquellas cosas que son buenas para nosotros como seres humanos y que
nos mejoran como tales. Los valores personales son aquellos que hemos
asimilado en nuestra vida y que nos motivan en nuestras decisiones
cotidianas.
Podríamos comparar la diferencia entre los valores humanos en
general y los valores personales con la diferencia que hay entre
ciertas comidas y su respectivo valor nutricional para el cuerpo
humano. La nutrición es para el cuerpo lo que los valores son para la
persona humana.
El cuerpo humano tiene sus requerimientos: algunos alimentos son
muy nutritivos; otros complementan la alimentación; otros son al menos
tolerables en pequeñas cantidades. Todos necesitamos una alimentación
balanceada en vitaminas, fibra, minerales y proteínas para mantener una
buena salud. Algo parecido sucede con los valores humanos: nos nutren,
nos benefician como seres humanos en diversa medida. Así tenemos toda
una gama de valores culturales, intelectuales y estéticos que promueven
nuestro desarrollo humano y enriquecen nuestra personalidad.
Cuando se habla de la nutrición corporal hay espacio para las
preferencias personales. Entre comer coliflor, chícharos o judías
verdes, cada uno puede escoger a su gusto; el número de calorías apenas
varía. Nuestro organismo asimilará estos alimentos y se nutrirá más o
menos igual. Se insiste, más bien, en que la dieta sea balanceada. El
organismo cubre tus necesidades y se mantiene en forma en la medida en
que el alimento es sano y la dieta equilibrada.
En la esfera de los valores humanos se requiere también un
equilibrio y que cada uno de los valores, tomado individualmente, sea saludable.
Así como ciertos alimentos son esenciales y otros sólo sirven para
adornar algún platillo, así también los valores tienen una jerarquía,
según favorezca más o menos nuestro desarrollo humano. Una porción
discreta de pastel de zanahoria con helado de vainilla es un excelente
postre para una comida familiar, pero no se nos ocurriría comer pastel
y helado tres veces al día y terminar con una discreta porción de carne
con papas. Nuestro organismo no lo soportaría (nuestra línea tampoco).
Los valores humanos también pueden ordenarse y clasificarse de acuerdo
con los beneficios que nos proporcionan. Algunos son esenciales; otros
son más periféricos.
Una jerarquía de valores
Entre los valores objetivos existe una jerarquía, una escala. No
todos son iguales. Algunos son más importantes que otros porque son más
trascendentes, porque nos elevan más como personas y corresponden a
nuestras facultades superiores. Podemos clasificar los valores humanos
en cuatro categorías: 1) valores religiosos, 2) valores morales, 3)
valores humanos inframorales y 4) valores biológicos.
1. Los valores biológicos o sensitivos no son
específicamente humanos, pues los compartimos con otros seres vivos.
Entre ellos están la salud, el placer, la belleza física y las
cualidades atléticas. Desafortunadamente, muchos ponen demasiado
énfasis en este nivel. No es raro escuchar frases como ésta: Mientras tenga salud, todo lo demás no importa.
Según esto, uno lo pasaría mejor siendo un saludable jefe de la mafia
que un enfermizo hombre de bien. No eres más persona porque seas sano o
bien parecido. Eso no aumenta tu valor.
2) Los valores humanos inframorales son específicamente
humanos. Tienen que ver con el desarrollo de nuestra naturaleza, de
nuestros talentos y cualidades. Pero todavía no son tan importantes
como los valores morales. Entre éstos están los intereses
intelectuales, musicales, artísticos, sociales y estéticos. Estos
valores nos ennoblecen y desarrollan nuestro potencial humano.
3. Los valores morales o éticos son superiores a los ya
mencionados. Esto se debe a que tienen que ver con el uso de nuestra
libertad, ese don inapreciable y sublime que nos permite ser
constructores de nuestro propio destino. Estos son los valores humanos
por excelencia, pues determinan nuestro valor como personas.
Incluyen, entre otros, la honestidad, la bondad, la justicia, la
autenticidad, la solidaridad, la sinceridad y la misericordia. Cada
valor apoya y sostiene a los demás; juntos forman esa sólida estructura
que constituye la personalidad de un hombre maduro.
4. Hay todavía un cuarto nivel de valores, el más elevado, que
corona y completa los valores del tercer nivel, y que nos permite
incluso ir más allá de nuestra naturaleza. Son los valores religiosos. Éstos tienen que ver con nuestra relación personal con Dios.
El mundo de hoy pasa por alto un hecho muy sencillo: la persona
humana es religiosa. Aunque seguramente será difícil encontrar esta
afirmación en un texto de sociología, no ha habido en la historia una
sola sociedad que no haya sido religiosa. Preguntar por la existencia
de Dios es algo que está íntimamente unido al por qué de la existencia
humana. Buscamos de forma natural la trascendencia, porque es lo que da
sentido y significado a nuestra vida sobre la tierra. Si el hombre
cultiva los valores religiosos con tanta tenacidad, es porque ellos
corresponden a la verdad más profunda de su ser.
Ciertas cosas son buenas para nosotros porque nos ayudan a alcanzar
nuestro fin u objetivo. Si acertamos a descubrir a dónde vamos como
hombres, cuál es nuestro objetivo, podremos entonces saber qué es bueno
para nosotros en ese sentido.
Tomado del libro: Construyendo sobre roca firme