En ZENIT del 25 noviembre ya escribí sobre el volumen de Michael Hasemann “Pío XII. El Papa que se opuso a Hitler”, alegando muchos hechos históricamente documentados que demuestran cómo Pío XII fue verdaderamente “el Papa que se opuso a Hitler”.
El Relator de su Causa de Beatificación, el jesuita, el Padre Peter Gumpel, escribe en el prefacio que, “mientras procedía nuestro inmenso trabajo de investigación y estudio, mis colaboradores y yo estábamos cada vez más convencidos de que respecto a Pío XII se había creado una verdadera y auténtica 'leyenda negra'”. Es decir, una imagen “políticamente correcta”, pero históricamente del todo falsa del gran Papa, según la cual habría favorecido el ascenso al poder de Hitler y después callado ante la Shoah.
Nos preguntamos cómo ha sido posible, alrededor de 18 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, dar la vuelta radicalmente a la imagen de un Papa al que las máximas autoridades y exponentes del mundo judío habían, hasta ese momento agradecido y exaltado por la importante contribución que habían dado, él y la Iglesia Católica movilizada por él, al salvamento de centenares de miles de judíos de los campos de exterminio nazis.
Hasemann, que ha estudiado bien la cuestión, afirma y documenta que todo nació por las tramas de la KGB soviética. Es imposible reducir en una página los pasajes que el volumen de Hasemann cuenta y que han sido publicados en los últimos años en Estados Unidos, sin suscitar reacción alguna de la prensa internacional. Ahora, la campaña contra Pío XII ya no interesa o interesa mucho menos, y la imagen negativa del Pontífice “políticamente correcta” ha penetrado en gran parte de la opinión pública.
Todo nace de Ion Mihail Pacepa, general de la “Securitate” –los servicios secretos (sección exterior) del dictador rumano Ceausescu–, expatriado a principios de los años 80, al que el presidente americano Carter concedió el derecho de asilo y la nacionalidad estadounidense; que colaboró con la CIA, y que destacó por su “contribución importante, incluso única, al servicio de los Estados Unidos de América”.
Pacepa revela que a principios de los años 70 había sido encargado de “contribuir a una campaña difamatoria contra Pío XII, que la KGB estaba montando por orden de Krushev en persona… El objetivo era el de minar la autoridad de la Santa Sede en Europa occidental, mostrándola como un bastión del nazismo”.
La KGB se dirigió a los servicios secretos de Rumania, país en contacto con la Santa Sede (para un hipotético intercambio de relaciones diplomáticas, nunca realizado) y con la posibilidad de enviar investigadores a los Archivos Vaticanos. Así, entre 1960 y 1962 tres “sacerdotes” (agentes del DIE, servicios secretos rumanos) frecuentaron los archivos, fotografiando a escondidas muchos documentos del Pontificado de Pío XII y de las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno hitleriano en el año (1933) en el que se firmó el Concordato entre Alemania y el Vaticano, sobre el modelo del firmado por Mussolini con Italia en 1929 (entonces el cardenal Pacelli era secretario de Estado de Pío XI).
En los documentos fotografiados, escribe Hasemann, no había nada de comprometedor, pero las miles de fotos de textos originales permitieron a los técnicos de la KGB manipular los falsos que sirvieron a la redacción de la obra teatral “El Vicario”.
En 1963 ésta se publicó en Alemania por un desconocido joven alemán Rolf Hochhuth (que nunca había estado en los Archivos Vaticanos) y tuvo un éxito inmediato e internacional, también porque fue acompañada por algunas páginas de “iluminadores documentos históricos” que, según Hasemann, eran falsos, hechos por la KGB.
Nació la campaña contra Pío XII, naturalmente apoyada por los Partidos comunistas de Occidente y por la prensa que la flanqueaba. Cualquier desmentido sobre la falsedad de las tesis sostenidas no encontró espacio en la prensa internacional, cuando ya en marzo de 1963 el gobierno de la República Federal alemana había tomado distancias de “El Vicario”, con este comunicado:
“El Gobierno Federal se lamenta de que se hayan levantado acusaciones contra el Papa Pío XII. El difunto Pontífice había levantado en diversas ocasiones la voz contra las persecuciones raciales del Tercer Reich y liberado cuantos más judíos posibles de las manos de sus perseguidores. El Gobierno Federal está y permanece grato a Pío XII por haber estado entre los primeros, inmediatamente después de la caída del régimen nazi, en trabajar por una reconciliación interna en Alemania y entre Alemania y las demás naciones. Esto hace mucho más incomprensible y deplorable una denigración de su memoria precisamente por parte alemana”.
Michael Hasemann cita al ex general rumano, que hoy “espera que sean abiertos los Archivos de la KGB y salga a la luz todo el procedimiento con el que los comunistas consiguieron desacreditar a uno de los Papas más importantes del siglo XX”.
Y recuerda el discurso de Pío XII del 20 de febrero de 1949 en la Plaza de San Pedro: “Éste (el comunismo) quisiera una Iglesia que calla cuando debería hablar; una Iglesia que debilita la ley de Dios, adaptándola al gusto de las voluntades humanas, cuando debería altamente proclamarla y defenderla; una Iglesia que se aleje del fundamento sobre el que Cristo la ha edificado, para reclinarse cómodamente en las arenas movedizas de las opiniones del día, o para abandonarse a la corriente que pasa... ¿Es ésta la Iglesia que vosotros veneráis y amáis? ¿Reconoceríais en una Iglesia semejante los rasgos del rostro de vuestra Madre? ¿Podríais imaginar un sucesor del primer Pedro que se plegara a semejantes exigencias?”.
“De la masa de los fieles se elevó una sola respuesta –escribe Hasemann– '¡Nooo!'. Entonces, ¿qué mejor manera de socavar la confianza en aquel paladín de la justicia, que acusarlo de haber asumido hacia la más espantosa masacre de la historia, la postura que él mismo detestaba: callar?”.
(Traducción del italiano por Inma Álvarez)
*El padre Piero Gheddo, misionero italiano del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras), con medio siglo de sacerdocio y misión a sus espaldas, ha dirigido algunas de las publicaciones misioneras más influyentes, como la agencia Asia News o Mondo e Missione.