¡Yo le pegaba patadas como los Power Rangers, hasta que empezó a sangrar!
Estas palabras se pueden imaginar en boca de Silvester Stalone, Bruce Lee, Arnold Schwarzenegger u otros héroes modernos.
No sería extraño escucharlas durante una película de golpes, puñetazos y sangre. Pero, por desgracia, brotan de la realidad.
Estas palabras son expresadas cotidianamente por diferentes niños, quienes son aprendices del bien y del mal.
Todos los padres cuidan con tacto y cariño a sus hijos. No los
dejan salir con malas compañías, no les permiten andar a altas horas de
la noche por la calles, escogen el mejor colegio para ellos. Pero todas
son precauciones externas. Y, ¿dentro de casa?
Se cuenta que, como no consiguieron destruir Troya desde fuera, los
aqueos probaron desde dentro. Construyeron un caballo gigante de
madera, ocultaron en él cientos de soldados y lo dejaron durante la
noche enfrente de las puertas de la muralla.
A la mañana siguiente, los troyanos creyeron que sus enemigos se
habían rendido y que además les ofrecían como regalo el magnífico
caballo.
Al ocultarse el sol, uno de los aqueos abrió la puerta del caballo
y los soldados acabaron con los troyanos y con la ciudad, fuertemente
fortificada y defendida por años enteros.
Ahora la televisión se ha convertido en el nuevo Caballo de Troya,
puede destruir todos los cuidados dedicados a los hijos, por días y
años enteros.
Parece un regalo maravilloso, y sin duda alguna lo es. Pero no se
trata de un caballo hueco por dentro, como pensaban los troyanos. A
veces contiene mucha dinamita detrás de la pantalla.
No deje que los hijos se las arreglen por su cuenta ante los programas y películas que les proyecta la televisión.
Es más sincero por parte de los padres aconsejarlos y orientarlos a
la hora de encender el aparato para elegir una película o unos dibujos
animados.
Troya se destruyó en una noche. Los cuidados y precauciones
externas se pueden arruinar en una noche, si el niño abre sin
precaución ni criterio el nuevo Caballo de Troya que se hospeda en
casa.