Si bien es cierto que todo tiempo es bueno para reconciliarse con Dios, lo es, de un modo especial, el tiempo fuerte de CUARESMA (cuarenta días que anteceden a la fiesta de las fiestas cristianas, que es la Pascua). “Este es el día del Señor, éste es el tiempo de la misericordia”, nos recuerda a todos nuestra madre la Iglesia.
Dado que todos somos pecadores-necesitados de la gracia y el perdón de Dios,- pues el único justo es Jesús,- no deberíamos desaprovechar este tiempo, propicio para reconciliarnos con Dios, con su Iglesia, con nosotros mismos y obtener así la paz de nuestra conciencia.
Merece la pena volvernos a nuestro Padre Dios, que nos está aguardando con los brazos abiertos. El nos quiere, nos comprende y nos perdona siempre. “Conoce nuestra masa y sabe que somos barro.” El es un Dios compasivo y misericordioso. No nos trata como merecen nuestros pecados. El perdona todas las culpas y nos colma de gracia y de ternura". Basta que desde el fondo de nuestro corazón digamos sinceramente arrepentidos, como el publicano de la parábola :”Acuérdate de mí, Señor, que soy un pecador” y la gracia de Dios nos justificará de inmediato, aunque nos quede luego la obligación de reconciliarnos con la Iglesia por medio del sacramento del perdón.