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Sir Tomás Moro, un político santo

Sir Tomás Moro, un político santo

Me contaba un amigo cómo muchos cambian de ideas con gran facilidad según lo que está de moda, parece que bailan “al son de los que tocan”. Es difícil pensar por libre, no dejarse influir por lo que es “políticamente correcto” en cada momento.

El 26 de octubre de 2000 el Papa nombró a Sir Tomás Moro como el patrón de los políticos. Les hacía falta, visto por dónde va la política, tener un guía (no es que no haya políticos honrados, pero en las circunstancias actuales quizá tienen difícil hacer de modo honrado su trabajo, sin renunciar a lo que les dice la conciencia). Ante tanto arribismo, y subir a costa de perder los ideales, viene bien un guía que sea modelo de coherencia, en expresión de D. Contreras, Sir Tomás Moro es un elogio de la conciencia.

He podido ver hace poco la película "Un hombre para la eternidad" (A man for all seasons, 1966), reconocido film que no pasa de moda, cuyo autor es el prestigioso Fred Zinnemann. Es una película dedicada a Tomás Moro. Fue la triunfadora en los Oscars de ese año al conseguir seis estatuillas, entre ellas las más prestigiosas: a la película, al director y al mejor actor, el británico Paul Scofield que interpreta al autor de Utopía.

Al acabar de verla, tuvimos un forum muy interesante sobre estos aspectos de la coherencia con la conciencia; pensé que no ha pasado de moda y que efectivamente es hombre “para todas las estaciones” (como reza el título en inglés), para todos los tiempos... En la película se refleja el talante del gran humanista y santo, en su postura de integridad moral y religiosa. Frente a la pretensión del monarca de que, como canciller suyo, liderara la Iglesia Anglicana tras separarse de Roma, Moro, debido a su profunda convicción católica, se niega a reconocer la validez del divorcio de Enrique VIII y Catalina de Aragón, lo que le supone la enemistad del rey y esto queda reflejado en unos preciosos diálogos. También son magníficos los minutos dedicados al proceso consiguiente, a la altura del mejor "cine judicial".

Todo ello es un marco bien definido para entender por qué se deja recluir en el presidio y más tarde ajusticiar, sin renegar de la verdad. La película –señalan los críticos- es un inmejorable ejemplo del tema recurrente en la Historia del Pensamiento de como la integridad moral de insignes personajes, incapaces de doblegarse a los intereses bastardos de los poderosos y los conspiradores de todo tipo, desprecian su propia seguridad, dando ejemplo de una heroicidad sin límites, lo que les hace ganarse a pulso la inmortalidad en la memoria histórica. Es clarividente aún hoy, después de tantos años, su actitud de no renegar de la conciencia ante el juramento que se le pedía con motivo de la boda de Enrique VIII con Ana Bolena. Mantuvo su rechazo al divorcio del Rey y defendió la independencia de la Iglesia sobre el poder político, sabedor de que perdía así la carga más importante que podía tener un inglés de los Tudor: Speaker en los Comunes, y pasó de Lord Canciller nombrado por el Rey (por tanto, guardián de la conciencia del Rey y presidente de la Chancillería, supremo Tribunal) a morir mártir por defender la fe. Como señala en “Expansión” (2.11.2000) Íñigo Coello de Portugal, fue Moro un hombre genial.

Al leer su “Utopía” hace poco, gocé con el ingenio del gran humanista Moro. Ahí se muestra buen conocedor de los clásicos, de impresionante imaginación, con un talante magnánimo de quien goza con el altruismo, con unos proyectos de la vida pública sin mezcla de ambición, poniendo su gran inteligencia en la concepción de un estado ideal... ¡qué buen modelo para los políticos!

Recuerda Francesco Cossiga (ex-presidente italiano) cómo en 1985, un grupo de amigos de Tomás Moro pensó en que en un ambiente político lleno de mediocridad, cuando parece que para mantenerse a flote hay que renegar de la conciencia, podían proponer este santo como su patrón pues esta figura representa un modelo de persona cristiana en la vida pública. Recordó Cossiga cómo “refleja de modo nítido el ideal de laico cristiano”, es como si se hubiera avanzado en esa llamada de la santidad en medio del mundo. Juan Pablo II recordaba este “testimonio, ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, de la primacía de la verdad sobre el poder”, por esto “es venerado como ejemplo imperecedero de coherencia moral. Y también fuera de la Iglesia, especialmente entre los que están llamados a dirigir los destinos de los pueblos, su figura es reconocida como fuente de inspiración para una política que tenga como fin supremo el servicio a la persona humana”.

Decía Sir David Alton, otro de esos promotores: “cuando entro en la sala donde fue procesado, me pregunto cómo Moro, que se dejó decapitar con tal de no renegar de sus principios, viviría hoy nuestras batallas como parlamentarios ingleses que debaten sobre la clonación humana, la eutanasia, el aborto, la destrucción de embriones humanos...” (él mismo amenazó con dejar el partido Liberal Democrático por causa de la votación sobre el aborto). En la citada petición se habla de que “Santo Tomás Moro aparece como el modelo ejemplar de esa unidad de vida en la que Su Santidad ha cifrado la expresión específica de la santidad para los laicos... En Santo Tomás Moro no hubo señal alguna de esa fractura entre fe y cultura, entre principios y vida cotidiana, que el Concilio Vaticano II lamenta ‘como uno de los más graves errores de nuestra época’”.

Dentro de los límites culturales de su época (no tenían como hoy el concepto de libertad religiosa), es Tomás un campeón de los derechos humanos: todos ellos tiene su origen en esta luz que Dios ha puesto en nuestra conciencia y no se puede renegar de ella. Fue la coherencia lo que le llevó a ser “un mártir de la libertad en el sentido más moderno del término, porque se opuso a la pretensión del poder de dominar sobre las conciencias, tentación perenne –trágicamente atestiguada por la historia del siglo XX- de sistemas políticos que no reconocen nada por encima de ellos”. El Papa lo puso como ejemplo en un momento histórico que hay “necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades” sobre las conquistas científicas y la bioética, la vida humana y las “opciones políticas claras a favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados”, y una huida del éxito fácil cuando está en entredicho la verdad y por tanto el consenso no es posible. Este hombre del siglo XV, amigo de Erasmo de Rotterdam, gran humanista, modelo de hombre de cultura e integridad, es también desde el 31 de octubre de 2000 Patrono de los Gobernantes y de los Políticos.