Nadie negará que, desde hace por lo menos 15 siglos, el crucifijo y la cruz han llegado a ser el símbolo universal de Cristo y del cristianismo. JESUCRISTO es una de las figuras más influyentes de la humanidad. Su persona, su enseñanza, su vida y su muerte, han cambiado el mundo más que nadie. Esto lo aceptan tanto los creyentes como los ateos.
Como símbolo universal de una gran parte de la humanidad, el crucifijo ha merecido siempre el respeto y la consideración generalizadas. Recordad el caso del "viejo profesor" que, aún siendo agnóstico, tenía el crucifijo en su despacho. Esta postura es elogiable, pues se da desde la libertad y aceptación libre y nunca desde la imposición.
La cruz, que ya desde el principio, fue escándalo para los judíos y necedad para los griegos, nos recuerda a los cristianos, que en ella murió Cristo y su victoria sobre la muerte y el pecado.
S. Pablo ve en ella el designio de Dios que llevará a los hombres a la salvación y a la gloria (1 Cor.2,7-8; Rom.14,7-9).De ahí la veneración de la cruz,: el madero del suplicio en el que Jesús fue crucificado, se convirtió pronto para los cristianos en el símbolo de los sufrimientos de Cristo, soportados para nuestra salvación y la del mundo entero.
Los cristianos aceptamos esto por fe y no por razonamientos humanos. No tratamos de imponer nuestras convicciones a nadie, -ni siquiera nuestros símbolos y costumbres. Si en el pasado, algo de esto sucedió, obramos mal y pedimos perdón. Ahora bien, con la misma sinceridad pedimos y exigimos que en una sociedad plural, democrática y en un Estado aconfesional como el nuestro, se respeten todos los derechos constitucionales y la expresión pública de nuestra fe, que, al fin y al cabo, es la de la mayoría del pueblo español.