Entre las múltiples carencias del hombre actual, la más lamentable por su valor y trascendencia , es, sin duda, el haber perdido el sentido y rumbo de la existencia . Se genera en el interior de cada uno, un vacío que nada ni nadie puede llenar ,fuera de Dios .
Inútilmente, se pretende buscar sustitutos a esta situación .
Ni el afán de dinero o bienes materiales, ni la adicción al sexo ni el ansia de poder, fama o triunfos mundanos, pueden satisfacer plenamente . No conducen a meta alguna y casi siempre llevan aparejados ,a la corta o a la larga , la frustración y el desencanto que, generalmente, desembocan en la violencia.
Esta experiencia vital la han tenido, a lo largo de los siglos, multitud de personas. El gran obispo de Hipona, San Agustín ,dejó escrito en el libro de sus confesiones aquel célebre dicho , paradigma para todos: "Nos has hecho , Señor , para Tí y nuestro corazón se mueve inquieto , hasta que descanse en Tì".
Lo único que da sentido pleno a la existencia humana. -según atestiguan infinidad de personas- es poner como cimiento de la propia vida a Dios , su santa ley , tratando de adecuarla a su voluntad en los diversos ambientes y circunstancias personales.
Merece la pena intentarlo, pues ello conlleva la personal realización y la felicidad anhelada.