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RECREAR EL CARISMA O RECREARSE EN EL CARISMA...

Planteamiento del problema

No por virtud, ni por coincidencia del destino, sino por designio amoroso de la Providencia de Dios, las religiosas que puedan leer este artículo serán las encargadas de dar continuidad a la vida consagrada durante el Tercer Milenio, apenas comenzado hace unos pocos años. Como eslabones de una gran cadena que viene de tiempos remotos1 las religiosas se encuentran, entre sus distintos quehaceres, con la no menos importante tarea de ser las “guardianas, centinelas y transmisoras”2 de la vida religiosa femenina. Su vida no está sólo al servicio del Instituto religioso al que pertenecen, sino a la institución de la vida monástica o religiosa.3 Si bien esta tarea se presenta grandiosa, no es menos cierto que los problemas a los que se enfrenta la vida consagrada femenina no son pocos ni insignificantes. Por un lado asistimos al despertar de vida consagrada femenina en las instituciones contemplativas, la abundancia de vocaciones en África y Filipinas. Un número también creciente de vocaciones, aunque se observa una ligera disminución en los últimos años, proveniente de la América Latina. La presencia de las religiosas es fundamental en las obras de asistencia social, la enseñanza y la catequesis. Vemos también el nacimiento de nuevas órdenes religiosas femeninas a través de las asociaciones y los movimientos de vid apostólica, difíciles de cuantificar estadísticamente.

Pero, no todo es “luz” en el camino de la vida consagrada femenina. Entre las “sombras” se encuentran datos que hablan por sí solos: mientras que el siglo XIX vio el nacimiento de 625 órdenes monásticas (80% de las cuales femeninas), el siglo XX que acabamos de dejar no se acerca ni con mucho a una pálida sombra de este florecimiento exuberante de órdenes religiosas,4 si bien es cierto que entre ellas vemos la no menos floreciente congregación de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta o las Misioneras del Verbo Encarnado con un crecimiento casi exponencial en Sudamérica.

Sombra que pesa sobre el mundo religioso femenino lo es sin duda el “envejecimiento de su población”. Muchas de las muertes no son ni siquiera pálidamente contrapuestas con los ingresos de nuevas vocaciones y los datos estadísticos arrojan resultados irrefutables: si entre 1911 y 1931 los Instituto de vida religiosa observaron un aumento del 146% en sus

1 Para algunos autores (Javier Sagastizabal en La Guía Monacal, Ed. Planeta, Barcelona 1997) (Giampaolo Redigolo en Oggi vengo a casa tua, Ancora Editrici, Milano 2000) los orígenes de la vida religiosa femenina se remontan a la fundación de los monasterios de clausura en la Edad Media, sin dar una fecha exacta al respecto. 2 Lattanzi L., Espansione sorprendente. Il monachesimo alla fine del II millennio, in Testimoni 1 (1998) 3 Conviene aclarar que en este pequeño artículo hablaremos indistintamente de vida religiosa y vida consagrada, de vida monástica y vida claustral, de vida contemplativa y vida activa. Utilizaremos el término genérico de vida consagrada siguiendo la terminología de la Exhortación post-sinodal Vida consagrada e Juan Pablo II. 4 Bertazzo Luciano. La vita consacrata: linee di evoluzione storica. Creder oggi 6 (1991)

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ingresos vocacionales5, desde finales de la década de 1970 comienzan a descender las estadísticas hasta llegar al punto de que en nuestros días el 21% de las religiosas se encuentra en una edad entre los 70 y los 80 años6. Y por si fuera poco, la disminución de las vocaciones a la vida consagrada femenina es mucho mayor que en el caso de los Institutos de vida consagrada masculinos.7

Otra sombra lo es también el “éxodo” de las órdenes religiosas que tiene su punto álgido a finales de la década de los años setenta.. Congregaciones que al cabo de diez años vieron diezmarse sus institutos con salidas, en algunos casos, casi en masa8.

Frente a este conjunto de “luces y sombras” hay voces9 que dicen: la vida consagrada está en crisis. Y sobre esa postura construyen sus teorías, basándose fundamentalmente en lo que se considera una crisis post-conciliar de los años setenta, en una gran incertidumbre sobre los hechos que estaban por venir después del Concilio (principalmente en la década de los setentas) y en los conflictos ideológicos que se vivieron en fechas posteriores al Concilio. Se realizan estudios de tipo sociológico, psicológico, histórico, teológico, etc. que tratan de explicar las estadísticas. Se da una explicación humana para cada fenómeno que se observa: el envejecimiento de las órdenes, la disminución de la natalidad (especialmente en Occidente), el mundo secularizado carente de valores fundamentales, pérdida de la relevancia del papel de los religiosos en el mundo actual, crisis de identidad de la persona consagrada, la vida consagrada vista sólo como una contingencia histórica, etc.

Para muchos la verdadera tragedia del estado actual de la vida consagrada no es el temor por su pervivencia en el futuro, sino el estado desolador del presente. Otros, asimilándose a este pensamiento piensan que la confusión “no radica en su turbulencia sino en la confusión de espíritu que sufre la vida consagrada. Cuando pensábamos que la vida religiosa parecía más viva era cuando en realidad estaba más muerta. Y no lo sabía. Habían cesado los interrogantes; se había dejado de pensar; incluso la evolución personal y espiritual se había reducido a métodos, ejercicios y fórmulas. La vida regular había sustituido a la vida espiritual.10 La crisis, como hemos mencionado anteriormente queda señalada y evidenciada en diversos hechos, entre los cuales destacan la caída de vocaciones y el lógico envejecimiento de las comunidades religiosas.

De la consideración de estas realidades (hechos innegables que no podemos soslayar ni darles su importancia debida) se pasa a la explicación de las causas, éstas múltiples y

5 Dal Piaz Giovanni. Religiosi in Italia. LA presenza, la crisi, i modelli. Ciesa in Italia – Edizione 1997 p. 100 6 Dall’Osto Antonio. Il divario generazionale. XXXIX Assemblea generale della CISM, in Testimoni 21 (1999), p. 21 7 De Maio Mario. La psicoterapia: possibilità e condizioni di intervento, in: COSPES (a cura di), Difficoltá e crisi nella vita consacrata. Elledici, Torino 1996. 8 Por razones de caridad omitimos nombres de congregaciones. 9 Giuseppe Tacconi. Alla ricerca di nuove identità. Elledici. Torino, 2001 Se proponen diversas teorías para la investigación de la así llamada “crisis de la vida religiosa activa”. 10 Joan Chittister, OSB El fuego en estas cenizas. Ed. Sal Terrae. Santander, 1998

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variadas. Si queremos dar un resumen de todas ellas, podemos englobarlas sumariamente bajo el siguiente discurso: La vida religiosa activa, especialmente la vida religiosa femenina, realiza su labor apostólica en el mundo. Este actuar no es uni-direccional, es decir que no sólo el actuar apostólico de la mujer religiosa influye en el mundo que debe transformar: hacer presente el evangelio, la persona de Cristo. Sino que el mundo también deja su huella en la mujer consagrada: el laicismo, la pérdida del sentido de Dios influyen, querámoslo o no, en quien trabaja por la santificación de las realidades terrenas. De aquí que la crisis de la vida religiosa se juega en la interacción que existe entre las comunidades religiosas y el contexto sociocultural en el que desarrollan su trabajo apostólico.11 Y como algunos autores han individuado el origen de la fase crítica que estamos viviendo en un cambio de paradigma, en un pasaje de un mundo sencillo a un mundo complejo12, este mundo está afectando también a la vida religiosa femenina, puesto que ésta no vive fuera del mundo y sufre los embates de este mundo que cambia. Al no poder permanecer ajena al mundo, al no poder retraerse del mundo, queda, permítaseme esta imagen, “salpicada” del mundo y por lo tanto costrita a adaptarse a las nuevas exigencias del mundo, so pena de quedar desfasada, anticuada o anacrónica.

El problema resulta para la vida religiosa aquel de buscar una nueva identidad: “Estamos en un momento decisivo para interrogarnos una vez más sobre nuestra identidad... Es necesario acoger o crear un nuevo modelo, todavía no disponible, aunque ya intuible”13 La solución al problema ¿En dónde encontrar este modelo? Por un lado nos encontramos con un mundo cambiante, que afecta a la persona consagrada, y por otro, la persona consagrada debe actuar en un mundo cambiante, un mundo al que quizás ya le es ajeno todo lo que sepa a religioso: el mundo prevalentemente laico de la posmodernidad. Los capítulos Generales extraordinarios, exhortados por el Concilio Vaticano II promovieron formas alternativas para adaptarse a los “signos de los tiempos”. Formas que de alguna manera salían al paso para solucionar un problema de adaptación a los tiempos actuales. De entre esas formas cabe anotar la revisión de las estructuras y jerarquías de los gobiernos, la revisión de las etapas de formación y de la misma formación, la misión del Instituto y su aplicación concreta al campo del trabajo apostólico, la relación de la persona consagrada con el mundo y principalmente con los medios de comunicación social. No olvidemos también la revisión que se hace del sentido de los consejos evangélicos buscando dar un sentido y significado siempre actual a la pobreza, la castidad y la obediencia.

Todas estas posturas, revisiones y reflexiones no son sino manifestaciones de un mismo deseo: renovarse para renovar un mundo alejado de Dios. Y en esta renovación queriendo y

11 Giuseppe Tacconi. Op cit. p.16 12 Morin Edgar, Introduzione al pensiero complesso,Sperling & Kupfer, Milano 1993, pp. 56-78; Bocchi Gianluca La sfida della complesità, Feltrini, Milano 1997 13 C. Maccise

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no queriendo se toca el carisma fundacional con las preguntas y reflexiones de lógica consecuencia para adaptarlo a los tiempos actuales.

Y esto es así porque en el carisma se lleva toda la identidad de la consagración, el “código genético” de la persona consagrada en determinado Instituto religioso, si quisiéramos utilizar una expresión más de acuerdo a la ingeniería genética, hoy tan en boga. En el carisma está constituido no sólo la finalidad específica del Instituto sino la conformación espiritual, humana y social de la persona consagrada.14 El carisma no es por tanto tan sólo una interpretación del evangelio a la luz del Espíritu Santo que deja ver al fundador una parte específica del evangelio. Es también “descubrir el yo escondido con Cristo en Dios”15. La persona consagrada descubre por tanto su yo profundo, su yo espiritual, a través del carisma. La importancia del carisma para la adaptación a los tiempos del Post-concilio era vital. “Renovarse o morir” fue el slogan proclamada por no pocas congregaciones femeninas. Y así con dedicado y apasionado celo se dedicaron a estudiar el carisma fundacional. “Tornar a las raíces”, “descubrir el espíritu primitivo” fueron los leit motiv de varios Capítulos Generales Extraordinarios. A nuestro parecer dos tendencias guiaron el desarrollo de estos capítulos generales: quienes tomaron como base el aggiornamento (y habría que hablar tanto sobre este aggiornamento para dejar en claro lo que significa y lo que no significa) y se lanzaron a revisar el carisma a la luz de este aggiornamento. O bien quienes tomaron como base el carisma y se lanzaron a su aplicación hacia los nuevos hechos, las nuevas circunstancias. Quienes toman como base la renovación, el mundo cambiante, en el momento de voltear la vista al carisma se lo ve algo desfasado, algo faltante, como que no acaba de llenar las expectativas de los cambios que se dan. Es por tanto necesario adaptar el carisma a los tiempos modernos y así, sin preguntar al espíritu del carisma, o sea al Fundador o a la Fundadora –hablamos, entiéndase, en sentido figurado- se dedican a retocarlo, y en muchos casos el tal carisma queda después de retocado muy alejado de cómo fue la primera concepción por parte del Fundador o la Fundadora. ¿Qué tiene que ver el carisma de la Congregación con la lucha contra la contaminación ambiental? Muchos Capítulos Generales se sintieron portavoces de los tiempos que corrían “por ahí fuera” y de ahí la necesidad de hacer “práctico y moderno” el carisma.

Quienes siguieron la otra alternativa, la de tomar el carisma como base a los tiempos actuales, parten del carisma para iluminar “los signos de los tiempos”. Permítaseme una comparación: son éstos que toman la luz del carisma para analizar las circunstancias y los hechos de un mundo cambiante. Su punto fijo es el carisma, lo que cambia es el mundo. Para quienes el proceso debe ser al contrario la luz viene del mundo cambiante y con esa

14 Amedeo Cencini, Vita consacrata: itinerario formativo lungo la via de Emmaus, Edizioni San Paolo, Milano 1994 15 Amedeo Cencini, Amerai il Signore Dio tuo. Psicologia dell’incontro con Dios, Edb, Bologna 1993, pp. 13 – 30

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luz iluminan el carisma, de ahí que sea el carisma quien tenga que cambiar, que adaptarse a los tiempos modernos. La solución al problema podría vislumbrarse ardua, pero segura. Los últimos años de la década de los sesentas y durante toda la década de los ochentas asistimos a cambios nunca antes vistos: abandono de la vida fraterna en comunidad, sustituida por nuevas experiencias de vida comunitaria; lanzamiento a nuevas formas de apostolado; interpretación de los votos de acuerdo a una nueva mentalidad, más actual, más dinámica y con mayor respeto a la persona humana; introducción de reformas en la liturgia con el fin de hacerla más participativa, rica y dinámica; búsqueda de nuevas formas de oración, bien sea en lo personal, bien sea en la vida en comunidad, sin excluir la adaptación de oraciones no católicas, como las de corte oriental... y así podríamos seguir enumerando una gran serie de cambios en la vida religiosa, originados por el proceso de re-creación del carisma, especialmente de aquellos que tomaban los cambios del mundo como guía y faro para alumbrar el carisma.

Las dos posturas podrían parecer muy similares, pero mientras quienes habían optado por revisar el carisma se esforzaban por adaptarlo a los tiempos modernos, desdeñaban la originalidad del carisma, mientras que las que habían hecho del carisma la base para iluminar los cambios, tenían al carisma como eje y centro de todas las realidades.16 Se trataba por tanto de re-crear el crisma o de recrearse en el carisma. ¿Es necesaria la disyuntiva? De alguna forma se ha venido fijando la idea de que la vida consagrada está en crisis y su consecuencia más directa es la falta de vocaciones. Punto. Argumento cerrado. Pero, nos hemos planteado con valentía la pregunta: ¿en verdad la vida religiosa está en crisis? Afirmar que la vida religiosa está en crisis sólo porque observamos un descender casi en picada de las vocaciones consagradas, porque no vemos a las religiosas vibrar con su estado de vida, o porque el mundo secularizado no reclama ya la presencia de las almas consagradas es no ir a lo esencial y quedarnos en la superficialidad. Se da por supuesto que la vida consagrada está en crisis y se piensa que para sacarla de esa crisis es necesario una transformación, una adaptación total a los tiempos modernos. Y de ahí la necesidad de re-valorar, re-visar- re-interpretar, re-adaptar la vida consagrada a nuestros tiempos.

Dos son las circunstancias que más hacen pensar en la crisis de la vida consagrada: la caída de las vocaciones y el mundo secularizado en el que estamos viviendo. Son dos hechos que no podemos negar. Si los conventos se vacía, si no hay vocaciones que lleguen a las puertas

16 Luigi di Carluccio, Il Rischio dell’amore. Madre Anselma Viola,Editrice Rogate. Roma, 1991 “Il carisma diventa luce dell’intera esistenza d’un uomo o di una donna, fonda inoltre l’esperienza spirituale e l’apostolato specifico di molti seguaci, innalza le anime e ne favorisce la santificazione”.

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de los Institutos religiosos, si la vida consagrada ya no tiene nada que hacer o decir en nuestro mundo secularizado, ¿no será que la vida religiosa está en crisis y por ello debemos cambiarla, aggionarla, secularizarla? Pero, ¿por qué se establece tan fácilmente el puente causa – consecuencia entre crisis de la vida consagrada y estos dos hechos? ¿No estaremos tomando la consecuencia por la causa y la causa por la consecuencia? ¿La falta de vocaciones es consecuencia de la vida religiosa en crisis? ¿O la crisis de la vida religiosa –que ya no se llamaría crisis, sino falta de identidad, falta de vivencia, falta de amor, arrojo y valentía en la vivencia de las promesas evangélicas- es causa de la falta de vocaciones?

Se ha dicho y escrito tanto sobre la pastoral vocacional en los últimos tiempos. “Para facilitar el camino de la vocación se ha contemporizado con concesiones facilonas: atenuación de cierto rigor de vida, permisividad demasiado tolerante en los métodos formativos, descontrol en una zona demasiado amplia, con el pretexto de afirmación personal y un mal entendido secularismo que no han permitido comunicar un dinamismo coherente a la propia consagración”.17

Si la vida consagrada ha sido querida por Cristo y por la Iglesia para ser una presencia viva de las realidades sobrenaturales y así alumbrar las realidades terrenas18, ¿no tendremos que buscar la causa de la crisis –dando aún por supuesto que exista la crisis- en la vivencia de la vida consagrada? No podemos seguir pensando que la falta de vocaciones se debe a una crisis en la vida religiosa y por lo tanto debemos adaptar la vida religiosa Al mundo en el que vivimos. Debemos más bien pensar en qué tan fieles estamos siendo a la vivencia de la vida consagrada, de acuerdo a como la entiende Cristo, la Iglesia, nuestro Fundador o Fundadora. Una pieza fundamental den este nuevo tipo de revisión es el carisma de la congregación. Se piensa que si las cosas no van bien, se debe en parte a que el carisma ha quedado obsoleto, pasado de moda. Se piensa que el Fundador o la Fundadora, por mucha iluminación recibida del Espíritu Santo, no pudo prever esta nueva crisis que sufre la Iglesia. No se niega la parte espiritual del carisma, pero se pone en disyuntiva su eficacia humana en los tiempos actuales, tiempos, así llamados “de crisis”. Una solución sería de la adaptar el carisma a los tiempos actuales, redimensionarlo, vigorizarlo y adaptarlo a los nuevos tiempos. ¿No fue esta la propuesta del Concilio Vaticano II? De esta forma asistimos al lanzamiento de procesos para entender al carisma desde la perspectiva de nuestros tiempos. Hay que re-crear el carisma. Y desde esta prospectiva de re-creación se revisa todo en la vida consagrada del Instituto: las Constituciones, la regla de vida, el directorio, el apostolado específico... dando como resultado un carisma podemos decir light adaptado demasiado a las circunstancias actuales, perdiendo su vigor y su originalidad primaria.

17 Francesco Berra. Venid y veréis. Ed. Rogate, Roma, 1996 18 Catecismo de la Iglesia Católica n. 916: “En la vida consagrada, los fieles de Cristo se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir a Cristo más cerca, donarse a Dios amado sobre todas las cosas, y tendiendo a la perfección de la caridad, al servicio del Reino, significando y anunciando en la Iglesia la gloria del mundo futuro.

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Olvidamos lo que ha dicho Pablo VI: “Los Institutos religiosos florecerán y tendrán vigor mientras permanezca y aliente en ellos el espíritu del Fundador”. Y por ello, cuando se vive una caricatura del carisma originario, los jóvenes no se sienten atraídos por lo que por sí mismo no puede atraer. Volviendo al segundo aspecto de los que algunos consideran la crisis de la vida religiosa podemos decir que el adaptarse a la vida secular ha sufrido un proceso en forma inversa a lo que siempre ha sido la vida religiosa. Si ésta debe pre-anunciar las realidades sobrenaturales, iluminando las realidades terrenas siempre con esa mirada puesta en un horizonte “que no es de este mundo”, ¿qué se puede esperar de dicha vida religiosa cuando sus horizontes no están más lejos que los horizontes materiales de todas las personas? El joven de nuestro mundo secularizado es un joven que no vive de valores trascendentes. Inmerso en la superficialidad de lo pasajero, vive de lo que se le presenta “hic et nunc” que pueda satisfacer en forma rápida y segura su felicidad pasajera: vive de los sentidos, del placer, de lo fugaz y de lo momentáneo. Sin embargo, por su naturaleza humana, no puede olvidar que está creado para los valores perennes. Quizás ni él mismo lo sabe, no es consciente de ello, pero intuye, a través de diversas crisis –y esas sí son verdaderas crisis- que la felicidad no se encuentra en donde lo lleva el mundo del materialismo, la droga, el sexo, el alcohol o todas esos pseudos que quieren darle la felicidad. Y al ver a una persona que vive con coherencia y radicalidad unos valores trascendentes, buenos o malos, se siente atraído. ¿Quiénes son los que realizan los actos terroristas? ¿Quiénes son los que se ofrecen como kamikazes en las recientes guerras? ¿Ancianos de 70 años o jóvenes en la flor de la vida? Una persona que vive un valor con radicalidad y coherencia, atrae. Cuando una religiosa vive con elegancia, coherencia y radicalidad su vida consagrada, esa persona sin duda alguna atrae, porque el joven, que no vive y que no le han enseñado a vivir con coherencia y radicalidad los valores se pregunta espontáneamente el porqué de esa vida. Y como prueba están los conventos de clausura y algunas órdenes religiosas de vida activa que no han sufrido “la baja de las vocaciones”. ¿Solución? Tocamos el punto medular: identidad en la vida consagrada. Adaptación a los tiempos actuales y baja en las vocaciones no deben hacernos pensar que el carisma se debe re-crear. No hay necesidad de tal re-creación, sino que es necesario volver al fervor primario, a vivir de la misma manera que vivió el Fundador o la Fundadora y los primeros seguidores del Instituto. ¿Un sueño demasiado fácil y con pretensiones de grandiosidad? Veamos.

Una vocación a cualquier Instituto religioso es un regalo de Dios. Sabemos muy bien que la vocación es un don de Dios. Pero, normalmente, las vocaciones nacen cuando se da la vivencia de una vida cristiana, si bien Dios puede hacer crecer “lirios en el fango”. Ordinariamente cuando se dan ambientes en donde las chicas viven su vida de gracia, frecuentan los sacramentos de la confesión y la comunión, se dan a los demás y a Dios a

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través del apostolado continuo, son seguidas de cerca de través de la dirección espiritual frecuente y asidua, viven con intensidad y pasión una vida de oración, “de ordinario” Dios bendice esos grupos con abundantes y buenas vocaciones. ¿No eran así los tiempos de dónde surgían por sí solas las vocaciones? Ahora, muchas me podrán decir, ahora ya no es así: la familia es un desastre, los padres de familia son los primeros que desconocen su deber como padres cristianos, las chicas no quieren oír hablar de religión, viven de los placeres. Es cierto y muchas d ustedes podrían hacerme un exhaustivo análisis sociológico sobre el tema. Pero, ¿con cuánta pasión la consagrada se dedica a evangelizar? ¿Con cuánto celo la consagrada se dedica a hacer lo que tiene que hacer de acuerdo al carisma que le ha dejado su Fundador o su Fundadora? Si hoy día asistimos al triste espectáculo de las personas que se alejan en masa de la Iglesia, ¿podemos echar la culpa tan sólo a los padres de familia, a la televisión y los medios de comunicación social, al estado y al fin de cuentas, al mundo laico? ¿No podemos preguntarnos qué han hecho las religiosas en las décadas pasadas con su labor de evangelización?

Quizás la última pregunta es dramática y cruel. Son muchas religiosas las que han dado su vida desde los diversos puestos de trabajo que la obediencia les ha marcado: la parroquia, el hospital, la casa de ancianos, la escuela, la Universidad. Pero, en ese trabajo, ¿han sido verdaderas evangelizadoras? Y la evangelización se realiza principalmente cuando se vive el carisma de la propia Congregación: cuando la humanidad se deja plasmar y modelar por el propio carisma19. Para que el carisma atraiga, la persona consagrada debe recrearse en el carisma, es decir, debe gustarlo, no tan sólo conocerlo. Para gustarlo es necesario vivirlo, experimentarlo, lanzarse a la aventura de desaparecer para que el carisma obre en nosotros, no como un talismán mágico, sino que puesto en nuestras manos y con nuestra libertad vaya obrando en todas las áreas de nuestro ser. En el aspecto espiritual irá de alguna manera informando y conformando nuestras relaciones con Dios.

En el aspecto apostólico al cumplir con el mismo espíritu que el Fundador o la Fundadora vivieron la donación de su persona a las obras de apostolado, nos dará una personalidad apostólica, una visión del mundo, un actuar y hacer actuar frente a las necesidades más actuales de la Iglesia.20

19 Amedeo Cencini op. cit. pp 57 –66 “... il carisma e così vivo che viene annunciato, e provoca e attrae perché altri decidano di vivere allo stesso modo...

20 Baste pensar como muchas Fundadoras se adelantaron a las necesidades de su tiempo y fueron mujeres “modernas” desde siempre. Pongo el siguiente ejemplo entre los muchos que conocemos: Giampaolo Redigolo. Oggi vengo a casa tua. Beata Anna Michelott,i Ancora Editrice, Milano, 2000 p.45: Aveva messo a punto una strategia di marketing del suo servizio: chiedeva informazioni su possibili nuovi “clienti” ai parroci, alle famiglie impegnate, agli stessi ammalati che conoscono sempre qualcuno che sta come loro o peggio di loro. Puntava sull’effetto passa-parola e il lavoro non le mancava. Molto mederna, in questo modo di intendere la pratica sociale. La sua tecnica di monitoraggio del territorio per individuare la domanda di servizi, condotta mediante l’osservazione diretta e partecipata, le scienze sociali l’hanno scoperta più tradi.

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En el aspecto humano, la vivencia de las virtudes más queridas y ejemplificadas por el Fundador(a) dejarán una huella, una impronta en nuestra personalidad. Y todo este conjunto de virtudes humanas, sociales, intelectuales, apostólicas y espirituales hará de nosotros la persona consagrada querida por nuestro Fundador, y por lo tanto la persona que atrae a otros jóvenes porque vivimos con radicalidad y creemos en los valores que Dios ha elegido para nosotros. Y también haremos algo por evangelizar el mundo secularizado... Todo, sin necesidad de re-crear el carisma, tan sólo recreándonos en el carisma.

Progettare e realizzare –come ha fatto lei- un servizio sociale libero da pastoie burocratiche e da protocolli penalizzanti è obiettivo individuato da poco e non ancora preso in considerazione dal nostro sistema assistenziale.