Fuente: Hogar Joven.
Fernanda tiene dos años con seis meses y sabe perfectamente cómo
conseguir lo que quiere: se tira al piso, patalea, golpea los objetos
que están a su alrededor, llora a gritos. Entre más la miran, más
grita. Sus padres se mueren de vergüenza, se confunden y no saben qué
actitud tomar cuando se encuentran en un lugar público. Por lo general
se sienten mal y terminan comprándole lo que quiere por temor a que se
acerque algún desconocido y les pregunte: "¿para eso traen niños al
mundo, para maltratarlos?"
La mayoría de los padres no sabe qué hacer en situaciones similares
y terminan llevándose al niño a rastras o recurren, para demostrar su
autoridad, a las nalgadas, sintiéndose en el fondo el peor de los
villanos. Los padres, temiendo que ese sea el inicio de una etapa
caracterizada por la mala conducta, recurren a los especialistas
alegando que su pequeño los tiene de cabeza y que no quieren recurrir a
medidas que puedan afectar su desarrollo.
Este es un período común en el desarrollo de los niños ya que,
desde el año y medio de edad, ellos descubren que tienen deseos propios
y que éstos no siempre son satisfechos. Esto es un motivo de enojo y
desesperación que suele desembocar en un berrinche. Los niños se pueden
sentir frustrados cuando nadie les festeja una nueva gracia, un gesto
amoroso o un triunfo alcanzado.
Cuando el pequeño siente que algo no lo puede realizar, se siente
derrotado. En esta etapa aún no es capaz de soportar el hecho de
sentirse inútil o torpe.
El niño, al no desarrollar un lenguaje con intención, recurre al
llanto como principal expresión de comunicación. La madre va regulando
las necesidades de su pequeño, dejando, en muchas ocasiones, la
actividad que realiza, para atender su demanda.
Según los expertos, ante el llanto y la demanda del hijo, muchos
padres se vencen por la ansiedad, lo que impide que en el pequeño se
desarrolle lo que se denomina como frustración óptima necesaria,
es decir, la que permite al niño poco a poco darse cuenta que no todo
puede llegar de inmediato y encontrar la forma de tranquilizarse.
Los berrinches se relacionan con una época en la cual el niño se
siente independiente, con deseos de autonomía y con un marcado
egocentrismo. Se dice que a esta edad está desarrollando el ego (yo) y
el negativismo (todo o casi todo es no).
El conocer todos estos factores es importante para realizar un buen
manejo de los primeros episodios de berrinches, con el fin de evitar
crear un mal hábito y saber controlar los próximos si se produjeran
nuevamente.
Para que no gane la amenaza…
Cuando aparezcan estos episodios, hay que considerar la
personalidad del niño y los cambios que en él se generan. Otros
factores importantes: la sobreprotección, una disciplina demasiado
estricta y rígida, el cansancio de los padres, la impaciencia y el mal
humor.
Es importante que sepan que entre más temperamental sea el niño,
más fuertes serán sus ataques de furia. Cuando están en medio de un
berrinche, nunca se calmarán con largas explicaciones o amenazas. Lo
único que conseguirían los padres es que se enoje más.
Se recomienda evitar:
1. Entrar en conflicto con los niños: Ponernos a su nivel
hace que el niño lo tome como un ataque personal. Entre más calma
exista en los padres, menos berrinches y menos estrés para el pequeño.
Un niño estresado es un niño irritable y berrinchudo.
2. Cerrar puertas: Esto les genera más ansiedad y sensación de abandono.
3. Golpes: Es preferible contemplarlo sin palabras, para que
entienda que no hay pleito. Muchas madres recomiendan que una nalgada a
tiempo, sin que ésta lo lastime o humille, puede ser un correctivo
efectivo más que un aviso de guerra.
4. Todo a su tiempo: No se recomienda enfrentarlo a actividades difíciles para su edad o capacidad, pues incrementan el nivel de frustración.
¡Auxilio! ¿Qué hago?
El trato que den los padres a los niños en esta etapa determinará
si aumentan o disminuyen los berrinches con los años. En esos momentos
pueden ayudarlo con respiraciones profundas, explicándole que no
entienden cuando se pone así y que es mejor que se tranquilice para que
lo puedan ayudar.
Otras medidas ofrecidas por especialistas:
1. Imposición y respeto de límites: Muchos creen que esto
puede traumar a los pequeños; por el contrario, una nalgada a tiempo
puede detener los berrinches. Cuando los límites no son puestos, los
hijos pueden llegar a rebasarlos y así sacar a los padres de sus
casillas.
2. Dejar que el niño haga el berrinche hasta que se canse: Si recordamos que no hay mal que dure cien años ni enfermo que lo resista, el pequeño será el primero en abandonar la causa cuando vea que no obtiene lo que quiere.
3. No, es no: Cuando ocurra el berrinche en un lugar
cerrado, lo recomendable es cargarlo y sacarlo del lugar, lo que
provoca que desaparezca el estímulo y entienda el sentido de nuestra
negativa.
4. No perder el control de la situación: Mantener la calma; el autocontrol y la tranquilidad servirán de ejemplo al niño.
5. Aparentar indiferencia: De cualquier forma los intentos de diálogo no los podrá escuchar porque su llanto no se lo permite.
6. Ser firmes: Lo que no significa ser duros ni estrictos,
sino el darle tiempo y lugar para que se recupere y no concederle lo
que quería previamente.
7. Darle opciones: Para aumentar su autonomía se aconseja
dar alternativas para que él elija dentro de un marco delimitado por
los padres. Ejemplo: Hoy hay fruta de postre, ¿cuál quieres? Se come fruta y se da la opción de elegir.
Es importante sobrellevar este período con paciencia y sensatez.
Nunca está de más el sobrellevar esta etapa con humor; total, las
famosas rabietas y berrinches desaparecerán cuando el pequeño comience
a madurar.
Conforme el pequeño se vuelva más autónomo y no los necesite para
todo, será capaz de sentirse más independiente en su medio ambiente y
podrá realizar más cosas con su cuerpo.
Es importante destacar que los berrinches son patrones de conducta
normal en los niños pequeños, que ayudan a forjar su personalidad y su
carácter. Por esto, se recomienda que el menor se acostumbre a intentar
nuevos retos. Actividades tales como jugar con algo que los relaje a
los dos o compartir más tiempo juntos dando manifestaciones de cariño.
Y, lo más importante: devuélvanle la confianza en sí mismo, haciéndole
sentir que ustedes se apoyan en él. Pedirle ayuda en cosas que pueda
hacer es la mejor manera de decirle cuánto esperamos de él.
Asesoría a cargo de la Lic. Laila Anguiano, terapeuta infantil y conferencista exclusiva para Fisher Price en México.
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