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Primero yo... y luego yo

Medios

Alguna
vez, Sir Winston Churchill mencionó que, si a Hitler le hubieran
enseñado de niño a ser tolerante y comprensivo, la Segunda Guerra
Mundial tal vez nunca hubiera estallado.

Éso es verdad, cuántos conflictos, problemas y malentendidos se evita cuando se es comprensivo y tolerante con los demás.

Si se busca las causas de las malas noticias que difunden los
medios de comunicación se puede caer en la cuenta que la mayoría son
producto de la intolerancia o la falta de comprensión.

Pero, ¿qué es la tolerancia?

Tolerancia es sinónimo de comprensión. Aquel sentimiento positivo
que muchas veces experimenta el ser humano de querer conocer los
pensamientos, necesidades y motivaciones que tienen otras personas para
poder, de acuerdo a las posibilidades personales, servirles y
ayudarles.

¡Pero, ojo!, la comprensión y la tolerancia no se adquieren de la
noche a la mañana. Hay que ponerlas en práctica desde que la persona es
pequeña. Son los padres y los adultos quienes sirven de ejemplo y
pueden fomentarla.

Si se desea que los adultos del mañana sean más comprensivos y tolerantes que los de hoy, es necesario ayudarles:

Primero. A reconocer los problemas en su justa realidad, los
realmente importantes y los que no lo son tanto, y enseñarles a
plantear posibles soluciones.

Segundo. A no tener falsos prejuicios y a no malinterpretar
las situaciones, esto es, tratar de ser objetivos ante lo que se ve o
se escucha.

Tercero. Promover en los niños o jóvenes la seguridad en sí mismos y la serenidad, a ser flexibles y tener buen humor.

Estos aspectos pueden ayudar a tener una buena actitud hacia las
personas y las circunstancias de la vida, aunque sean adversas.

Existen corrientes de pensamiento muy de moda, que lejos de ayudar
a la persona a poner en práctica la tolerancia, la llevan a imponer sus
intereses personales sobre los derechos de otros, entre ellas se
encuentra: el individualismo, el materialismo y la superficialidad.

Por último, para tratar de ser más tolerantes se pudiera comenzar por:

- Partir de que no todos somos iguales. Cada persona reacciona diferente ante diversas situaciones.

- Tratar de entender lo que está detrás de cualquier acontecimiento y no dejarse llevar por las apariencias.

- Hacerle saber a los demás que hay un sincero interés por su persona, sin lastimar su intimidad.

- Aunque muchas veces no se logre comprender del todo a la otra persona, ayudarla a que supere por sí misma su problema.

- Crear un ambiente de comprensión y no de imposición.

¡Animo!, nunca es tarde para empezar.