Tanto los creyentes como los agnósticos, vivimos inmersos en el misterio más oscuro de la existencia, sumergidos en dudas, incógnitas y perplejidades, que nos asaltan por doquier, mientras peregrinamos hacia el más allá.
Confieso ser hombre profundamente creyente. Nunca en mi vida tuve dudas sobre la existencia de Dios. De buen grado acepto las verdades de fe propuestas por la Iglesia como dogmas. Creo y confío el destino de mi vida al Dios Padre, revelado por Jesús de Nazaret, verdadero Dios y verdadero hombre. Mi existencia tiene pleno sentido a la luz de la fe y de la esperanza puesta en Dios.
Pues bien, con igual sinceridad confieso también no entender muchas cosas de las que veo, pienso y acaecen a mi alrededor. Mi mente formula preguntas e interrogantes que no encuentran respuesta adecuada y satisfactoria. Siento en mí ramalazos de desaliento y de cansancio ante la constatación de la inutilidad práctica de mis esfuerzos y hasta de mi tarea altruista.
¿Por qué y para qué tanto esfuerzo y tanto empeño en algo que no percibes el resultado?.¿Merecerá la pena seguir adelante?.
Mis dudas y perplejidades no son tanto de índole intelectual, como las de Miguel de Unamuno, sino de tipo práctico y existencial, como las de Job.
He aquí algunos de los interrogantes que me formulo y que desearía vivamente se disiparan del horizonte de mi vida y espero que finalmente se clarificarán.
Creo que Dios es Padre de todos los hombres, pero me cuesta comprender cómo millones de seres humanos sufren tan cruel, dura e injustamente, durante la mayor parte de su existencia.
Creo que Dios es la fuente de la vida y del amor, pero sigo sin comprender por qué una gran parte de la humanidad malviven y mueren sin haber disfrutado lo más mínimo de la vida y del amor.
Creo que Dios es infinitamente compasivo y misericordioso, pero no comprendo cómo el mal está tan presente y tan arraigado en la mente y el corazón de los hombres, de la sociedad y del mundo entero.
Creo que Dios es todopoderoso, pero no entiendo porqué no interviene para desarraigar el mal presente, vivo y actuante en todos los sectores, ámbitos y estructuras de nuestro planeta, guerras, hambre, terrorismo, injusticias, enfermedades, muerte de inocentes., etcétera.
Creo que Dios ha hecho todas las cosas con sabiduría y amor, pero no comprendo cómo hay en este mundo, salido de sus manos, millones de niños disminuidos, jóvenes desesperados, muchachas violadas, madres estériles, gente sin conciencia, personas con su mente en blanco y ancianos abandonados de sus hijos etc.
Creo que Dios quiere la salvación de todos los hombres y que éstos lleguen al conocimiento de la Verdad, pero sigo sin entender que después de tantos siglos de evangelización, haya tantos millones de seres humanos que viven en la increencia, el paganismo o el materialismo.
Creo que Dios fundó la Iglesia como signo de amor y de unidad, pero no me explico que dentro de la misma haya tanta miseria, tanta desunión, tanto pecado y tanta incoherencia.
Creo que Dios es justo y da a cada uno lo que merece, pero sigo sin entender la impunidad del impío, del terrorista, del violador, del blasfemo, del malvado.. Viven tan felices y hasta parece que la vida les sonríe en comparación con los justos y con los que se esfuerzan en cumplir su voluntad y sus mandatos.
Creo que Dios está presente en los sacramentos de la Iglesia, en especial de la Eucaristía, pero me resulta inexplicable, tanta indiferencia, sacrilegios, blasfemias, profanaciones...
En mi vida como en la de tantos y tantos creyentes, habrá siempre infinidad de dudas, interrogantes y perplejidades, que no tendrán respuesta aquí abajo. No importa.
Lo realmente importante es esperar contra toda esperanza, seguir luchando sin descanso, aguardando en las promesas de vida y felicidad eternas, que nos promete Jesucristo.
“El cielo y la tierra pasarán, pero su palabra no dejará de cumplirse”.
Los creyentes como el apóstol Pablo podemos decir en medio de las dificultades, pruebas y tribulaciones de la vida presente:”Sé bien de quién me he fiado”