Pasar al contenido principal

O tú o él

La de hoy es una noticia de campanas. Un canto a la vida. Uno de esos episodios que a uno le hacen ganar confianza en el ser humano y en la infinita fuerza del amor que palpita en cada corazón generoso.

Acaba de ocurrir en Italia, pero sigue ocurriendo en diversas partes del mundo, porque Rita no ha sido la primera ni será la última.

Rita enseñaba lenguas clásicas en la Universidad de Bérgamo. Pero prefirió la vida familiar y la dedicación a sus hijos que una brillante carrera. Así que dejó la cátedra. De su matrimonio con Enrique ya les habían nacido Francisco y Andrés, dos encantos de 12 y 10 años. El hogar de Rita y Enrique estaba abierto a la vida.

Un día los doctores les dieron dos noticias. La primera, de dicha y felicidad: Federico, el tercer hijo, estaba en camino. Las segunda, trágica: Rita tiene un mal incurable, un cáncer. Por lo tanto,… O tú o él. «O tu muerte o la del niño», era el veredicto de los médicos, que buscaron en vano convencerla. «La única terapia es el aborto», le insistían.

Rita sabía que si no abortaba, no tendría esperanzas de vida. Era consciente de lo que estaba en juego. Es verdad que Enrique quedaría viudo y Francisco y Andrés huérfanos de madre, pero a una madre no se le puede pedir que elija entre uno de sus hijos. Tampoco se creía la nefasta mentira de llamar tejido a un ser vivo, esa persona, ese niño, tu hijo que llevas en las entrañas, el que es carne de tu carne.

Cada vez que alguien le aconsejaba abortar para poder sobrevivir, ella decía que no. «Abortar sería como si me pidieran matar a alguno de mis otros dos hijos para salvar mi propia piel». Y así Federico vio la luz de este mundo, porque su madre prefirió verle a él que a la señora quimioterapia. El cáncer se lo cobró. Rita nos ha dejado con apenas 41 años, cuando Federico cumplía sus tres primeros meses de vida.

Es la historia de Rita, y de tantas otras mujeres, un monumento a la maternidad, al verdadero amor. ¿Cómo no recordar también el heroísmo de Marina Donethy, Barbara Barton, Lella Longoni Crosini, Roberta Magnani, Carla Levati Ardenghi, Felicidad Merati, Claudia Cardinali y de Juana Beretta? Santa Juana Beretta Molla la invoca la Iglesia. En 1962 un cáncer maligno la consumió, embarazada de su cuarta hija. Ella, médico de profesión, se negó a someterse al tratamiento que le podría haber curado, provocando un aborto. Juan Pablo II la ha canonizado en el año 2004, convirtiéndose así en un modelo para todos aquellos que defienden la vida de los no nacidos.

También en estas buenas noticias quiero destacar la profunda satisfacción y gozo de todas esas madres desconocidas que, por amor, minuto a minuto consumen su vida en la entrega y donación heroica por el bienestar de sus hijos. Rita y tantas otras. Todas ellas sí que son noticia para alegrar cielos y tierra. Y para irse a dormir tranquilos, tocados por la dicha de ver que el amor es más fuerte que todo.