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No ocultéis la Navidad

Que los caminos de Dios no son nuestros caminos, ya lo sabemos, de sobra lo sabemos, pero la condición humana es frágil y tiende a ir «trampeando», incluso con Dios. ¡Cuántos ‘Advientos' vividos! ¿Acaso nos hace falta otro? Hoy me pregunto si hemos aprovechado la insistente llamada de Dios a la conversión y si deseamos convertirnos. La pregunta es oportuna, porque nadie recibe el Misterio de Dios, si no lo desea de corazón. Lo bueno es que Dios sigue esperando, como el Padre del hijo pródigo, no se cansa de esperar para darnos el abrazo de la paz y ofrecernos el banquete de la fiesta. Los bueno es que es un Padre maravilloso y, ya veis, nos brinda otro año con nuevas vías para la esperanza. Es recomendable, mejor, es necesario abrir bien los oídos y dejar obrar dentro de nosotros al Espíritu Santo. Esto lo sabe hacer muy bien Dios, solo hay que recordar cómo ha planteado toda la Historia de la Salvación y cómo ha ido preparando el corazón su pueblo para que su Hijo Jesús pusiera el pie sobre el escenario de la humanidad: «desde antiguo y, de muchas maneras, habló Dios a nuestros padres», dice en la Carta a los Hebreos.
En Adviento, no podemos pasar por alto el papel de la Virgen María, con su sí generoso y con su persona entregada al Plan salvador de Dios, la esclava del Señor no se echó atrás y aceptó la Palabra de Dios en su seno. Cuando Cristo apareció entre los brazos de María acababa de levantar la esperanza del mundo. La Santísima Virgen María es nuestro modelo de fe, de confianza en Dios, de total y espléndida colaboración con el Altísimo. María es nuestro icono, la mejor imagen de la Iglesia, que mira siempre a Dios para hacer su voluntad; es fidelidad, es esperanza nuestra, la gran creyente que se ha abandonado en las manos de Dios. Dice el Papa, Benedicto XVI, que «Ella es la Inmaculada que acoge incondicionalmente el don de Dios y, de esa manera, se asocia a la obra de la salvación. María de Nazaret, Icono de la Iglesia naciente, es el modelo de cómo cada uno de nosotros está llamado a recibir el don que Jesús hace de sí mismo en la Eucaristía» (S.C,33).
Pongamos mucha atención en estas cuatro semanas de preparación para la Navidad, especialmente los cristianos, para poder vivirlas con autenticidad y con la intención que tiene la Iglesia, porque son muchas las seducciones de ocultar en Nacimiento de Dios. Abrid los ojos y comprobad cómo van desapareciendo los signos cristianos de la Navidad de las tradicionales tarjetas de felicitación, no se menciona la palabra Navidad, te felicitan las «fiestas» o el año nuevo; en la iluminación de las calles van despareciendo los signos navideños, con alternativas raras, bajo pretexto de modernidad; los paquetes de regalos, turrones, cavas, CD's de música, colonias y juguetes pretenden captar la atención de grandes y chicos; en muchos balcones cuelgan figuras de un señor mayor, con barba blanca y un saco a la espalda, que no se sabe si entra o sale de las casas, pero el susto lo llevas por delante. Quieren ocultar la Navidad. Pero lo más grave es que le están quitando la dimensión de familia, para dejarla en una «fiesta» más. ¿Tiene remedio esto?¿qué puedes hacer tu para unir más a la familia?
Os ruego encarecidamente a todos los cristianos que recuperéis el verdadero sentido de este tiempo litúrgico, primero deseando recibir a Jesús y preparándose bien en este Adviento; segundo, participando de la Eucaristía dominical y confesando los pecados en la celebración del Sacramento de la Penitencia; tercero, viviendo estos días de Adviento con austeridad. Aprovechad los padres para dar una catequesis a los hijos y compartir con ellos la fe. Son días especiales, para rezar juntos, bendecir la mesa, hacer oraciones de la mañana o de la noche, en nuestra página Web tenéis oraciones para Adviento. Es el tiempo de la familia unida en la fe. Y, cuando se acerque la Navidad, si tenéis la costumbre de adornar la casa, al menos, que sea con la imagen de Nuestro Señor, bien con el Nacimiento, bien con un repostero en el balcón... Cultivad todos los recursos para compartir, en familia, el gozo y la alegría. Os bendice,
Monseñor José Manuel Lorca Planes,
Obispo de Teruel y de Albarracín