El modo de vestirse de una mujer refleja parte de su “yo profundo”, de su interioridad. Por eso, cuando el hombre se viste, se cubre su cuerpo; cuando la mujer lo hace, descubre su alma.
Te invito a no ceder ante la presión del ambiente. Es necesario mejorar la moda y las costumbres. El modo de hablar, de vestir, de moverse, tiene mucho que ver con lo que llevamos dentro. Con frecuencia la moda nos hace masa, número. Las mujeres que saben ser noblemente rebeldes, mujeres de una pieza, son las que luego son punto de referencia para otras personas. Si saben custodiar su alma y su cuerpo, no serán una más: serán mujeres que saben distinguirse por su elegancia, por ser femeninas.
La mujer debe conocer la diferencia natural de percepción del hombre, distinta de la percepción de la mujer. Debe conocer muy bien la diferencia entre ser usada (mujer-objeto: “qué buena estás”) y ser amada (“qué guapa eres”). La mujer tiene habilidad, arte y condiciones para emplear la moda como medio de limpieza en la sociedad. ¿Te animas?
La guarda de la intimidad corporal en la moda actual está desprotegida. Un vestido que subraya el sexo contribuye a encubrir el valor de la persona y a resaltarla como objeto de placer. El desafío es ir contra corriente, pues la sociedad nos grita que hemos de llevar la ropa ajustada, la falda corta, usar escotes, mostrar nuestro ombligo, y así, “vendernos”, entregarnos al mejor postor; pero eso no nos hace felices. La mujer desea amar y ser amada. Cada vez que una mujer se viste provocativamente, cambia el mundo para siempre (para mal).
El pudor es la inclinación a poner el cuerpo y la intimidad a cubierto de miradas extrañas. Tiene por eso una fuerte relación con la dignidad, pues acentúa la reserva de la intimidad, nos hace poseerla más intensamente, ser más dueños de nosotros mismos. El pudor es una manifestación de la libertad humana aplicada al propio cuerpo.
La mujer pudorosa es más dueña de sí. El pudor es la inclinación a mantener latente lo que no debe ser mostrado, a callar lo que no debe ser dicho, a reservar a su verdadero dueño el don y el secreto que no deben ser comunicados más que a aquel a quien uno ama. Una desnudez es impúdica cuando, por decirlo así, no es de nadie y al mismo tiempo es de todos: es anónima, disponible para quien la quiera. La ropa transparente, que deja ver la ropa interior, no es elegante, y puede fomentar la lujuria en el varón. Quien no siente necesidad de ser pudoroso, carece de intimidad, y así vive en la superficie, sin posibilidad de descender hacia sí mismo. Actualmente, los deseos de superación son sustituidos por deseos de poseer cosas.
El cuerpo del varón y de la mujer es un misterio que pide ser custodiado y respetado. El pudor es el signo indeleble de la altura, la amplitud y la profundidad que todo ser humano lleva consigo.