No hay término medio. En la generalidad de los casos, cuando un agnóstico se acerca a una persona, de las que la Iglesia llama místicas, suele desbarrar totalmente. Al no admitir otro criterio de verdad que lo que él ve, toca, o verifica, se sitúa en una postura falsa y apriorística. Para un ciego de nacimiento le resultará imposible entender qué es el verde. Quien
sólo usa gafas negras, todo lo verá negro y acabará diciendo que ese es el único color existente.
A propósito de un filme sobre la figura de Sta. Teresa de Jesús, doctora mística para la Iglesia, un ateo no verá en su rica fenomenología mística, otra cosa que una personalidad morbosa, y desequilibrada sexualmente.
El obispo Fernández lamenta que "quienes se empeñan en verlo todo bajo el prisma del sexo" aborden la figura de "una mujer que ha hecho historia antes de que llegara el movimiento feminista". "Lo curioso --continúa en su escrito-- es que quienes hacen estas propuestas descabelladas suelen acusar a la Iglesia de estar obsesionada con el sexo, de predicar sólo el sexto mandamiento (No fornicarás), y resulta que ellos ven sexo por todas partes, ven sexo hasta donde no lo hay. No saben interpretar la vida si no es a través del prisma del sexo".
El prelado arremete contra quienes identifican las experiencias místicas con la represión sexual. "Sólo desde la fe puede atisbarse en qué puede consistir la experiencia mística. Cuando uno no tiene fe, es mejor que no toque estos temas, porque los estropea, y encima piensa que está haciendo una obra de arte".
"Santa Teresa --añade-- se merece un respeto. El respeto a su intimidad que otros reclaman para sí. El respeto a la verdad de lo que ella explica en su vida. El respeto a no extorsionar bajo ningún pretexto lo que son sublimes
experiencias de Dios y de lo sagrado".
No cabe decirse con mayor precisión y con menos palabras, lo que es un fenómeno místico, inexplicable para los ateos que ignoran la existencia de colores.