No
es una enfermedad de moda. Es la constatación científica de una
condición genética que se hereda: el déficit de atención, antes
conocido como inmadurez cerebral.
No basta que un niño sea inquieto y despistado para diagnosticarle
déficit de atención. De acuerdo con la psicóloga Marta Nilda Durán,
quien lleva cuatro años trabajando en la asesoría de maestros y padres
con niños en esta situación, sólo profesionales pueden llegar al
diagnóstico correcto.
En sus palabras, el niño con dificultad en relaciones sociales,
impulsividad, falta de concentración, poco control de sí mismo,
ansiedad, colapso del tiempo y del espacio, debe ser observado, al
menos durante seis meses, idealmente antes de los siete años de edad.
La profesional agrega que debe ser aplicada una serie de pruebas:
1. Cuestionario para padres.
2. Historia médica del niño.
3. Historia social del niño.
4. Historia médica de los padres.
5. Historia social de los padres.
6. Observación y entrevista con el niño.
7. Entrevista clínica con los padres.
8. Estudio neurológico.
9. Pruebas de aprovechamiento, sicológica y educativa.
10. Prueba de audición.
11. Prueba del sentido de la vista.
12. Valoración de la comprensión.
13. Atención visual y auditiva.
Para ayudar a estos niños, la psicóloga recomienda tener presente que la palabra clave para los menores con este déficit, es estructura.
También, hay que ayudarles a tener claros los límites, canalizar
su energía ayudando en actividades en el salón de clases y en la escuela, dijo.
Durán considera que no se debe ser tolerante ni hacer excepciones
con el niño, sólo manejarlo de diferente manera, ayudándose con los
conocimientos actuales.
La psicóloga señala que el tratamiento es muy profundo y lo deben
llevar varios profesionistas, entre ellos el neurólogo y el psicólogo.
Y recalca que tanto la capacitación para padres para la convivencia
diaria, y el entrenamiento especial para maestros, deben ser tomados
formalmente.
Con todo, la doctora aconseja a los maestros:
· Sentar a los niños con déficit de atención hasta adelante del salón.
· Que los niños con este problema sigan siempre las mismas rutinas para sus actividades escolares.
· Usar el mismo color para una materia. Por ejemplo, todo lo de matemáticas con el color verde: libro, cuaderno y lápiz.
A los padres de familia, Durán les sugiere:
· Determinar sus metas con el niño y que garanticen que las logre.
· Al hacer las tareas, buscar los potenciales y evitar la crítica.
· Entregar retroalimentación con frecuencia, decirle ¡qué bien está esto!; no criticar lo mal hecho sino enfatizar lo bien hecho.
· Escribir los problemas para negociar. Por ejemplo: Sentarse con
él y la familia y escribir exactamente dónde se encuentra el área
problemática: la mesa, el comedor, el baño, la sala de televisión, etc.
· Animarlo a cuidar de un animalito doméstico: una pecera, un perrito.
La psicóloga enfatiza que todo lo que el niño necesita, es amor y comprensión. Y aconseja a los padres darse
cuenta que el niño así nació; es como haber nacido miope, hay que
ayudarlo. Hay varias maneras de hacerlo: una de ellas es decir la
verdad, informar al niño de lo que no es el déficit de atención. Explicarle que no
es un retardo, ni un defecto, ni una maldad. Usar la metáfora de miopía
es útil para explicar esto. También, recomiendo que como padres se
informen y sean muy honestos con familiares y profesores; recuerden un
principio guía: Digan siempre la verdad.
Con los conocimientos de los padres y los maestros, un niño con
déficit de atención puede llevar una vida totalmente normal. Hay
estadísticas que prueban que el problema disminuye en un 30 por ciento
después de los 12 años de edad.
La doctora recalca que el déficit de atención es un conjunto de
manifestaciones que no son una enfermedad, sino una condición genética.
El déficit de atención no es un trastorno... Actualmente, hay
mucha ayuda para estos niños, con y sin medicamentos, y sería
recomendable que los maestros y los padres se capacitaran para vivirlo
de una manera diferente.
El niño con déficit de atención tiene unas características
específicas que pueden ir acompañadas de hiperactividad. La diferencia
radica en que los neurotransmisores se manejan diferente y hacen que el
niño no termine algo para comenzar otra cosa enseguida.
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