Mensaje del Papa a los jóvenes en el Domingo de Ramos de 1985
He aquí pues, jóvenes amigos, que yo pongo en vuestras manos esta carta, que se inspira en el coloquio evangélico de Cristo con el joven (rico) y nace del testimonio de los apóstoles y de las primeras generaciones cristianas. Os entrego esta carta en el año de la Juventud, mientras nos estamos acercando al final del segundo Milenio Cristiano. Os la entrego en el año en que se conmemora el vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, que llamó a los jóvenes "esperanza de la Iglesia" y a los jóvenes de entonces - igual que a los de hoy y de siempre - dirijo su "Último Mensaje", en el que la Iglesia es presentada como la verdadera Juventud del mundo, con la que "posee lo que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse gratuitamente, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas". Hago esto en el Domingo de Ramos, día en el que puedo encontrarme con muchos de vosotros, peregrinos hasta esta plaza de San Pedro, en Roma. Precisamente este día el Obispo de Roma pide junto con vosotros por los jóvenes de todo el mundo, para cada una y cada uno. Estamos rezando en la comunidad de la Iglesia, a fin de que - en la perspectiva de los tiempos difíciles en que vivimos - estéis "siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os lo pidiere". Si, precisamente vosotros, porque de vosotros depende el futuro, de vosotros depende el final de este milenio y el comienzo del nuevo. No permanezcáis pues pasivos; asumid vuestras responsabilidades en todos los campos abiertos a vosotros en nuestro mundo. Por esta misma intención rezarán junto con vosotros los obispos y los sacerdotes en los distintos lugares.
Y rezando así en la gran comunidad de los jóvenes de toda la Iglesia y de todas las Iglesias tenemos ante nosotros a María, que acompaña a Cristo en el comienzo de su misión entre los hombres. Es María, la de Caná de Galilea, que intercede por los jóvenes, por los recién casados, cuando en el banquete de bodas falta el vino para los invitados. Entonces la Madre de Cristo dirige a los hombres, presentes allí para servir durante el banquete, estas palabras: " Haced lo que Él os diga". Él, Cristo. Yo repito estas palabras de la madre de Dios y las dirijo a vosotros, jóvenes, a cada uno y a cada una: "Haced lo que Cristo os diga". Y os bendigo en el nombre de la Trinidad Santísima. Amén Dado en Roma junto a San Pedro el 31 de marzo, Domingo de Ramos "De Passione Domini", del año de 1985, séptimo de mi pontificado.
|