La religión “laica” tiene unos mitos, para situarse en el éxito, sin fallos o al menos que no se noten, proponiendo un “modelo” que hay que seguir... Thomas Wiliams analiza tres de ellos: la invulnerabilidad, la infalibilidad, y la inflexibilidad. En primer lugar, no podemos estar todo el día en tensión estresante para no ofrecer nuestro “lado malo”: somos vulnerables y es bueno que así sea, la imperfección es una cualidad que evita el hundirse, fomenta la esperanza de ir mejorando, en una maduración progresiva. Es más, eso nos permite poner más atención y evitar las piedras que nos hacen tropezar, pues como dice Pope, «los necios corren allí donde los ángeles no se atreven ni a pisar». El fundamento de nuestra confianza no ha de ser la mentira de la feria de las vanidades, el cartón repintado, sino la grandeza de la verdad del hombre, como decía Machado: “¿tu verdad? No: la verdad. Ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”.
Por eso, no nos preocupa conocer que tenemos fallos: la humildad nos permite conocer nuestros límites, y –a partir de la realidad de “encontrarse existiendo”, de estar contentos ante la vida-, siempre tendremos un punto de insatisfacción como el artista que vive en la esperanza de acabar mejor su obra.
La rigidez puede aparecer si falta la sinceridad por debilidad o malicia, como vemos en los “talibanes” de hoy (tanto fundamentalistas religiosos como laicistas), hay como una falta de juicio... Ante esa falsa cultura, una conciencia formada nos lleva a ser flexibles, a tener cierta al "relajación" o "distensión", y no tomarnos las cosas a la tremenda, saber reír, gozar de las cosas sencillas, relativizar los problemas... lo hermoso de la madurez es su armonía: saber reír, conversar, apreciar a los demás, admirar las maravillas de la naturaleza..., cualidades humanas que expresan la belleza de la vida, que sabe descubrir la persona verdaderamente madura. Hay un tiempo de reír y un tiempo de llorar, tiempo el callar, y tiempo de hablar... tiempo de ponerse serio y tiempo de broma, pues la responsabilidad no está reñida con el buen humor, como dice el libro Eclesiastés... La madurez significa tener la capacidad para discernir entre un tiempo y otro, y para saber lo que conviene en cada ocasión.
Por tanto, ante los tres mitos hay que poner tres realidades: vulnerabilidad, falibilidad, flexibilidad. Como recordaba Mayra Nobledo, tres elementos fundamentales se contraponen a los mitos mencionados: formación de la conciencia, sinceridad de vida y la virtud de la prudencia. No basta saber las cosas: hay que vivirlas, para que la opción sea verdadera, como no basta proyectar una casa, hay que construirla. Es muy importante que ante una "religión" laica super-rígida en lo que no es básico (que marca de coche se usa, cómo se cuida la línea, etc.) y que descuida cosas importantes (afectividad, atención a la familia, sentido de la vida...). El proyecto del hombre (ser imagen de Dios por el conocimiento y el amor) se ha de llevar adelante con el «estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo» (Ef 4, 13), es decir, «revestirse del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad verdaderas» (Ef 4, 24).