Entre todos los anuncios televisivos que impactan y que difícilmente se pueden olvidar está el de la lucha contra la droga. Mientras se prepara una dosis – una raya blanca de cocaína- para ser absorbida por vía nasal, se muestra un plano de lo más repugnante que se podría imaginar. La raya blanca se ha convertido, al penetrar por la nariz, en un repugnante gusano que lentamente asciende dentro de la cabeza hasta llegar al cerebro del drogadicto.
Esta terrible visión, al parecer y según los datos publicados en los medios, no ha frenado ni mucho menos el consumo de cocaína entre la juventud española. Su meteórico aumento en los diez últimos años se ha multiplicado por cuatro debido a su fácil adquisición y no muy cara.
Según una editorial de La Razón “aproximadamente 90.000 escolares de entre 14 y 18 años la han consumido en los tres últimos días y si se trata de los últimos 12 meses la cifra se eleva a cerca de 170.000”. Si este solo dato propalado por la ministra de Sanidad nos deja indiferentes, ya que afirmó también que dicha droga hace estragos en casi dos millones de adultos, es que la ciudadanía no sólo ha perdido toda sensibilidad en este campo, sino que además está preparando un futuro alarmante de nefastas e incalculables consecuencias, no sólo para los individuos sino máxime para todo el entero tejido social .