Un año más, en la fecha señalada del 27 de Julio, se licuó la sangre de S. Pantaleón en el monasterio de las Descalzas de Madrid.
Es una constante repetida y acentuada en estos tiempos de apostasía e increencia, buscar e ir detrás de fenómenos llamativos y extraordinarios relacionados con la Religión. Hay muchos que asocian lo raro y llamativo a la religión.
Todos recuerdan lo de las lágrimas de sangre de la Virgen en Siracusa, lo de las llagas del P. Pío de Pietrelcina, o lo de multitudes ansiosas de contemplar fenómenos raros en el cielo y olores de rosas en algunas apariciones.
Sería bueno recordar las palabras de Cristo en el Evangelio:"Esta generación perversa y adúltera pide un signo para creer. No se les dará otro signo que el de Jonás, profeta. Como Jonás permaneció tres días y tres noches en el vientre del cetáceo, así será el Hijo del Hombre, que permanecerá tres días y tres noches en el seno de la Tierra". Alusión clara, según todos los exegetas, a su muerte y resurrección.
El verdadero cristiano no va buscando ni necesita lo llamativo para creer. Le basta la Palabra de Dios en la Escritura, la persona de Jesús y el Magisterio de la Iglesia.
A mayor fe, menos necesidad de apoyos extraordinarios y raros.