Tremendo
susto se llevó Cecilia aquel día. Y ella que se consideraba jovial, y
no es que no lo fuera, pero nunca se había percatado de su otro yo.
Por lo general estaba de buenas pero, ¡cuidado! Cuando algo la
alteraba hasta el diablo le sacaba la vuelta, sólo que ella no se había
dado cuenta de que, cuando andaba de malas, se encarnaba en la bruja
más bruja de los cuentos de hadas.
Aquel día fue diferente.
Uno de sus hijos estuvo dando lata y peleando con sus otros
hermanos y, para colmo, rompió aquella figura de porcelana que tanto
cuidaba.
Fuera de sí, la madre tomó al chico por el brazo, lo zarandeó y
quién sabe qué tantas cosas le gritó. El niño estaba realmente asustado
hasta que Cecilia se dio cuenta que su hijo lloraba de la misma forma
que cuando algo realmente le asustaba.
¡No puede ser!, se dijo. Frente a ella tenía un espejo. Al
mirarse en él, no podía creer que eso que reflejaba fuera nada menos
que ella misma.
Qué horrible se veía, el ceño más fruncido que un papel arrugado,
los ojos casi a punto de salirse de sus órbitas y tremendos gestos.
De pronto dejó de gritar y se quedó mirándose en el espejo. No puedo ser yo, se decía, ¿es ésta la bruja que mis hijos tienen por madre?
A Cecilia le pasó lo que le pasa a muchos, sólo que ella sí tuvo la
suerte de darse cuenta que cuando se sale de sus casillas y se injerta
en pantera es capaz de asustarse con ella misma.
El buen carácter se hace
No importa qué carácter se tenga, a todos nos han llegado esos momentos de crisis alguna vez, lo cual tampoco es grave.
El peligro está en no darse cuenta de ello y del daño que se causa
a uno mismo y a los demás. Lo peligroso es que, con una actitud así,
tal vez se está provocando que el cuerpo de otras personas reaccione
igual. No se diga del daño emocional que causa y que por desgracia es
más difícil de reparar pues el cuerpo, tarde o temprano, volverá a su
estado normal.
Sin embargo, para quienes sufren de este mal no todo está perdido y
con un poco de buena voluntad se pueden controlar estas reacciones.
Los cuatro puntos del buen carácter
Existen cuatro consejos muy prácticos que da el famoso libro de Guilbert para mejorar y tener un buen carácter:
Una conciencia clara: Se logra cuando la persona se examina
a sí misma y se pregunta: ¿podría haber obrado mejor? Quienes tienen un
mal carácter rara vez examinan sus conciencias y no se dan cuenta
cuando su conducta es errónea y desagradable.
Una voluntad firme: Es decir, dejar de hacer algo que no es
correcto o hacer lo que está bien contra la opinión de los demás, ser
firme y no cambiar de opinión.
Ponerse en los zapatos del otro: Esto implica que en lugar
de juzgar a los demás se justifiquen sus acciones. Ser bondadoso con el
resto de la gente y recordar que la bondad se refleja en el rostro, y
de esa manera se asegura el tener un rostro agradable para los demás.
Tener buenos modales: Por lo general, los modales de las
personas de buen carácter son agradables, son personas detallistas.
Saben reconocer los éxitos y las cualidades de otros y se los expresan.
No son afectos a la crítica y son quienes hablan bien de todos. No
necesitan gritar para hacerse oír y están dispuestos a hacer siempre un
favor.
La tarea no es fácil pero tampoco imposible. Sea cual sea el
carácter que se lleva dentro, es bueno tener presente esa frase
anónima: Es mejor llegar a ser, que haber nacido siendo.
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