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Liturgia, obra de la Santísima Trinidad

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SEGUNDA PARTE 



LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO

PRIMERA SECCIÓN:
LA ECONOMÍA SACRAMENTAL

CAPÍTULO PRIMERO:
EL MISTERIO PASCUAL EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA
 

ARTÍCULO
1:
LA LITURGIA, OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

I. El Padre,
fuente y fin de la liturgia

1077 "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en
los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación
del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;
eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia
con la que nos agració en el Amado" (Ef 1,3-6).

1078 Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya
fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don ("bene-dictio",
"eu-logia"). Aplicado al hombre, este término significa la
adoración y la entrega a su Creador en la acción de gracias.

1079 Desde el comienzo y hasta la consumación de los
tiempos, toda la obra de Dios es bendición. Desde el poema litúrgico de
la primera creación hasta los cánticos de la Jerusalén celestial, los autores
inspirados anuncian el designio de salvación como una inmensa bendición
divina.

1080 Desde el comienzo, Dios bendice a los seres vivos,
especialmente al hombre y la mujer. La alianza con Noé y con todos los seres
animados renueva esta bendición de fecundidad, a pesar del pecado del hombre
por el cual la tierra queda "maldita". Pero es a partir de Abraham
cuando la bendición divina penetra en la historia humana, que se encaminaba
hacia la muerte, para hacerla volver a la vida, a su fuente: por la fe del
"padre de los creyentes" que acoge la bendición se inaugura la
historia de la salvación.

1081 Las bendiciones divinas se manifiestan en
acontecimientos maravillosos y salvadores: el nacimiento de Isaac, la salida de
Egipto (Pascua y Exodo), el don de la Tierra prometida, la elección de David,
la Presencia de Dios en el templo, el exilio purificador y el retorno de un
"pequeño resto". La Ley, los Profetas y los Salmos que tejen la
liturgia del Pueblo elegido recuerdan a la vez estas bendiciones divinas y
responden a ellas con las bendiciones de alabanza y de acción de gracias.

1082 En la Liturgia de la Iglesia, la bendición divina
es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado como la
fuente y el fin de todas las bendiciones de la Creación y de la Salvación; en
su Verbo, encarnado, muerto y resucitado por nosotros, nos colma de sus
bendiciones y por él derrama en nuestros corazones el Don que contiene todos
los dones: el Espíritu Santo.

1083 Se comprende, por tanto, que en cuanto respuesta de
fe y de amor a las "bendiciones espirituales" con que el Padre nos
enriquece, la liturgia cristiana tiene una doble dimensión. Por una parte, la
Iglesia, unida a su Señor y "bajo la acción el Espíritu Santo" (Lc
10,21), bendice al Padre "por su Don inefable" (2 Co 9,15) mediante la
adoración, la alabanza y la acción de gracias. Por otra parte, y hasta la
consumación del designio de Dios, la Iglesia no cesa de presentar al Padre
"la ofrenda de sus propios dones" y de implorar que el Espíritu Santo
venga sobre esta ofrenda, sobre ella misma, sobre los fieles y sobre el mundo
entero, a fin de que por la comunión en la muerte y en la resurrección de
Cristo-Sacerdote y por el poder del Espíritu estas bendiciones divinas den
frutos de vida "para alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,6).

II La obra de Cristo
en la liturgia

Cristo glorificado...

1084 "Sentado a la derecha del Padre" y
derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa
ahora por medio de los sacramentos, instituidos por él para comunicar su
gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a
nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en
virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo.

1085 En la Liturgia de la Iglesia, Cristo significa y
realiza principalmente su misterio pascual. Durante su vida terrestre Jesús
anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual.
Cuando llegó su Hora (cf Jn 13,1; 17,1), vivió el único acontecimiento de la
historia que no pasa: Jesús muere, es sepultado, resucita de entre los muertos
y se sienta a la derecha del Padre "una vez por todas" (Rm 6,10; Hb
7,27; 9,12). Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero
absolutamente singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y
luego pasan y son absorbidos por el pasado. El misterio pascual de Cristo, por
el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su muerte
destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por
los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y
en ellos se mantiene permanentemente presente. El acontecimiento de la Cruz y de
la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.

...desde la Iglesia de los Apóstoles...

1086 "Por esta razón, como Cristo fue enviado por
el Padre, él mismo envió también a los Apóstoles, llenos del Espíritu
Santo, no sólo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran
que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de
Satanás y de la muerte y nos ha conducido al reino del Padre, sino también
para que realizaran la obra de salvación que anunciaban mediante el sacrificio
y los sacramentos en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC
6).

1087 Así, Cristo resucitado, dando el Espíritu Santo a
los Apóstoles, les confía su poder de santificación (cf Jn 20,21- 23); se
convierten en signos sacramentales de Cristo. Por el poder del mismo Espíritu
Santo confían este poder a sus sucesores. Esta "sucesión
apostólica" estructura toda la vida litúrgica de la Iglesia. Ella misma
es sacramental, transmitida por el sacramento del Orden.

...está presente en la Liturgia terrena...

1088 "Para llevar a cabo una obra tan grande"
-la dispensación o comunicación de su obra de salvación-"Cristo está
siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está
presente en el sacrificio de la misa, no sólo en la persona del ministro,
`ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se
ofreció en la cruz', sino también, sobre todo, bajo las especies
eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos, de modo que,
cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra,
pues es El mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura.
Está presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo
que prometió: `Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos' (Mt 18,20)" (SC 7).

1089 "Realmente, en una obra tan grande por la que
Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia
siempre consigo a la Iglesia, su esposa amadísima, que invoca a su Señor y por
El rinde culto al Padre Eterno" (SC 7).

...que participa en la Liturgia celestial

1090 "En la liturgia terrena pregustamos y
participamos en aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa,
Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo está
sentado a la derecha del Padre, como ministro del santuario y del tabernáculo
verdadero; cantamos un himno de gloria al Señor con todo el ejército
celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos participar con ellos y
acompañarlos; aguardamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se
manifieste El, nuestra Vida, y nosotros nos manifestamos con El en la
gloria" (SC 8; cf. LG 50).

III
El Epíritu Santo y la Iglesia en la liturgia

1091 En la Liturgia, el Espíritu Santo es el pedagogo de
la fe del Pueblo de Dios, el artífice de las "obras maestras de Dios"
que son los sacramentos de la Nueva Alianza. El deseo y la obra del Espíritu en
el corazón de la Iglesia es que vivamos de la vida de Cristo resucitado. Cuando
encuentra en nosotros la respuesta de fe que él ha suscitado, entonces se
realiza una verdadera cooperación. Por ella, la Liturgia viene a ser la obra
común del Espíritu Santo y de la Iglesia.

1092 En esta dispensación sacramental del misterio de
Cristo, el Espíritu Santo actúa de la misma manera que en los otros tiempos de
la Economía de la salvación: prepara la Iglesia para el encuentro con su
Señor, recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea; hace presente y
actualiza el misterio de Cristo por su poder transformador; finalmente, el
Espíritu de comunión une la Iglesia a la vida y a la misión de Cristo.

El Espíritu Santo prepara a recibir a Cristo

1093 El Espíritu Santo realiza en la economía
sacramental las figuras de la Antigua Alianza. Puesto que la Iglesia de Cristo
estaba "preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en
la Antigua Alianza" (LG 2), la Liturgia de la Iglesia conserva como
una parte integrante e irremplazable, haciéndolos suyos, algunos elementos del
culto de la Antigua Alianza:

– principalmente la lectura del Antiguo Testamento;

– la oración de los Salmos;

– y sobre todo la memoria de los acontecimientos salvíficos y
de las realidades significativas que encontraron su cumplimiento en el misterio
de Cristo (la Promesa y la Alianza; el Exodo y la Pascua, el Reino y el Templo;
el Exilio y el Retorno).

1094 Sobre esta armonía de los dos Testamentos (cf DV
14-16) se articula la catequesis pascual del Señor (cf Lc 24,13- 49), y luego
la de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia. Esta catequesis pone de
manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el
misterio de Cristo. Es llamada catequesis "tipológica", porque revela
la novedad de Cristo a partir de "figuras" (tipos) que la anunciaban
en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta
relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son
explicadas (cf 2 Co 3, 14-16). Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban
la salvación por el Bautismo (cf 1 P 3,21), y lo mismo la nube, y el paso del
mar Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo
(cf 1 Co 10,1-6); el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía "el
verdadero Pan del Cielo" (Jn 6,32).

1095 Por eso la Iglesia, especialmente durante los
tiempos de Adviento, Cuaresma y sobre todo en la noche de Pascua, relee y revive
todos estos acontecimientos de la historia de la salvación en el
"hoy" de su Liturgia. Pero esto exige también que la catequesis ayude
a los fieles a abrirse a esta inteligencia "espiritual" de la
Economía de la salvación, tal como la Liturgia de la Iglesia la manifiesta y
nos la hace vivir.

1096 Liturgia judía y liturgia cristiana. Un
mejor conocimiento de la fe y la vida religiosa del pueblo judío tal como son
profesadas y vividas aún hoy, puede ayudar a comprender mejor ciertos aspectos
de la Liturgia cristiana. Para los judíos y para los cristianos la Sagrada
Escritura es una parte esencial de sus respectivas liturgias: para la
proclamación de la Palabra de Dios, la respuesta a esta Palabra, la adoración
de alabanza y de intercesión por los vivos y los difuntos, el recurso a la
misericordia divina. La liturgia de la Palabra, en su estructura propia, tiene
su origen en la oración judía. La oración de las Horas, y otros textos y
formularios litúrgicos tienen sus paralelos también en ella, igual que las
mismas fórmulas de nuestras oraciones más venerables, por ejemplo, el Padre
Nuestro. Las plegarias eucarísticas se inspiran también en modelos de la
tradición judía. La relación entre liturgia judía y liturgia cristiana, pero
también la diferencia de sus contenidos, son particularmente visibles en las
grandes fiestas del año litúrgico como la Pascua. Los cristianos y los judíos
celebran la Pascua: Pascua de la historia, orientada hacia el porvenir en los
judíos; Pascua realizada en la muerte y la resurrección de Cristo en los
cristianos, aunque siempre en espera de la consumación definitiva.

1097 En la Liturgia de la Nueva Alianza, toda
acción litúrgica, especialmente la celebración de la Eucaristía y de los
sacramentos es un encuentro entre Cristo y la Iglesia. La asamblea litúrgica
recibe su unidad de la "comunión del Espíritu Santo" que reúne a
los hijos de Dios en el único Cuerpo de Cristo. Esta reunión desborda las
afinidades humanas, raciales, culturales y sociales.

1098 La Asamblea debe prepararse para encontrar a
su Señor, debe ser "un pueblo bien dispuesto". Esta preparación de
los corazones es la obra común del Espíritu Santo y de la Asamblea, en
particular de sus ministros. La gracia del Espíritu Santo tiende a suscitar la
fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre. Estas
disposiciones preceden a la acogida de las otras gracias ofrecidas en la
celebración misma y a los frutos de vida nueva que está llamada a producir.

El Espíritu Santo recuerda el Misterio de Cristo

1099 El Espíritu y la Iglesia cooperan en la
manifestación de Cristo y de su obra de salvación en la Liturgia.
Principalmente en la Eucaristía, y análogamente en los otros sacramentos, la
Liturgia es Memorial del Misterio de la salvación. El Espíritu Santo es
la memoria viva de la Iglesia (cf Jn 14,26).

1100 La Palabra de Dios. El Espíritu Santo
recuerda primeramente a la asamblea litúrgica el sentido del acontecimiento de
la salvación dando vida a la Palabra de Dios que es anunciada para ser recibida
y vivida:

La importancia de la Sagrada Escritura en la celebración de
la liturgia es máxima. En efecto, de ella se toman las lecturas que luego se
explican en la homilía, y los salmos que se cantan; las preces, oraciones e
himnos litúrgicos están impregnados de su aliento y su inspiración; de ella
reciben su significado las acciones y los signos (SC 24).

1101 El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a
los oyentes, según las disposiciones de sus corazones, la inteligencia
espiritual de la Palabra de Dios. A través de las palabras, las acciones y los
símbolos que constituyen la trama de una celebración, el Espíritu Santo pone
a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen
del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen,
contemplan y realizan en la celebración.

1102 "La fe se suscita en el corazón de los no
creyentes y se alimenta en el corazón de los creyentes con la palabra de la
salvación. Con la fe empieza y se desarrolla la comunidad de los
creyentes" (PO 4). El anuncio de la Palabra de Dios no se reduce a una
enseñanza: exige la respuesta de fe, como consentimiento y compromiso,
con miras a la Alianza entre Dios y su pueblo. Es también el Espíritu Santo
quien da la gracia de la fe, la fortalece y la hace crecer en la comunidad. La
asamblea litúrgica es ante todo comunión en la fe.

1103 La Anamnesis. La celebración litúrgica se
refiere siempre a las intervenciones salvíficas de Dios en la historia.
"El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente
ligadas; ... las palabras proclaman las obras y explican su misterio" (DV
2). En la Liturgia de la Palabra, el Espíritu Santo "recuerda" a la
Asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros. Según la naturaleza de las
acciones litúrgicas y las tradiciones rituales de las Iglesias, una
celebración "hace memoria" de las maravillas de Dios en una
Anámnesis más o menos desarrollada. El Espíritu Santo, que despierta así la
memoria de la Iglesia, suscita entonces la acción de gracias y la alabanza
(Doxología).

El Espíritu Santo actualiza el Misterio de Cristo

1104 La Liturgia cristiana no sólo recuerda los
acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes. El
Misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las celebraciones las
que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la efusión del Espíritu Santo
que actualiza el único Misterio.

1105 La Epiclesis ("invocación sobre")
es la intercesión mediante la cual el sacerdote suplica al Padre que envíe el
Espíritu santificador para que las ofrendas se conviertan en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo y para que los fieles, al recibirlos, se conviertan ellos
mismos en ofrenda viva para Dios.

1106 Junto con la Anámnesis, la Epíclesis es el centro
de toda celebración sacramental, y muy particularmente de la Eucaristía:

Preguntas cómo el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y
el vino...en Sangre de Cristo. Te respondo: el Espíritu Santo irrumpe y
realiza aquello que sobrepasa toda palabra y todo pensamiento...Que te baste
oír que es por la acción del Espíritu Santo, de igual modo que gracias a la
Santísima Virgen y al mismo Espíritu, el Señor, por sí mismo y en sí
mismo, asumió la carne humana (S. Juan Damasceno, f.o., IV, 13).

1107 El poder transformador del Espíritu Santo en la
Liturgia apresura la venida del Reino y la consumación del Misterio de la
salvación. En la espera y en la esperanza nos hace realmente anticipar la
comunión plena con la Trinidad Santa. Enviado por el Padre, que escucha la
epíclesis de la Iglesia, el Espíritu da la vida a los que lo acogen, y
constituye para ellos, ya desde ahora, "las arras" de su herencia (cf
Ef 1,14; 2 Co 1,22).

La comunión del Espíritu Santo

1108 La finalidad de la misión del Espíritu Santo en
toda acción litúrgica es poner en comunión con Cristo para formar su Cuerpo.
El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los
sarmientos (cf Jn 15,1-17; Ga 5,22). En la Liturgia se realiza la cooperación
más íntima entre el Espíritu Santo y la Iglesia. El Espíritu de Comunión
permanece indefectiblemente en la Iglesia, y por eso la Iglesia es el gran
sacramento de la comunión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos. El
fruto del Espíritu en la Liturgia es inseparablemente comunión con la Trinidad
Santa y comunión fraterna (cf 1 Jn 1,3-7).

1109 La Epíclesis es también oración por el pleno
efecto de la comunión de la Asamblea con el Misterio de Cristo. "La gracia
de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu
Santo" (2 Co 13,13) deben permanecer siempre con nosotros y dar frutos más
allá de la celebración eucarística. La Iglesia, por tanto, pide al Padre que
envíe el Espíritu Santo para que haga de la vida de los fieles una ofrenda
viva a Dios mediante la transformación espiritual a imagen de Cristo, la
preocupación por la unidad de la Iglesia y la participación en su misión por
el testimonio y el servicio de la caridad.

Resumen

1110 En la liturgia de la Iglesia, Dios Padre es
bendecido y adorado como la fuente de todas las bendiciones de la Creación y de
la Salvación, con las que nos ha bendecido en su Hijo para darnos el Espíritu
de adopción filial.

1111 La obra de Cristo en la Liturgia es sacramental
porque su Misterio de salvación se hace presente en ella por el poder de su
Espíritu Santo; porque su Cuerpo, que es la Iglesia, es como el sacramento
(signo e instrumento) en el cual el Espíritu Santo dispensa el Misterio de la
salvación; porque a través de sus acciones litúrgicas, la Iglesia peregrina
participa ya, como en primicias, en la Liturgia celestial.

1112 La misión del Espíritu Santo en la Liturgia de
la Iglesia es la de preparar la Asamblea para el encuentro con Cristo; recordar
y manifestar a Cristo a la fe de la asamblea de creyentes; hacer presente y
actualizar la obra salvífica de Cristo por su poder transformador y hacer
fructificar el don de la comunión en la Iglesia.