Polvareda mediática con el caso del juez de Pinto (Madrid). Nada ni nadie puede estar por encima de la conciencia de una persona. Este joven juez ha honrado la judicatura con su valiente postura. Ha presentado la dimisión de su cargo por no ir en contra de su conciencia y convicciones de fe cristianas.
Los hombres, en este caso la autoridad civil, podrá dictar leyes aprobadas por todo el Parlamento de la nación, como el de "los matrimonios gays"y la ley del aborto. Pero para un católico de verdad, nunca tal coyunda será ni puede ser verdadero matrimonio, respetando eso sí los derechos civiles a la pareja gay.
La norma para un cristiano es clara: "Hay que obedecer a Dios, antes que a los hombres". La objeción de conciencia es un derecho inalienable de la persona y no hay fuerza humana capaz de doblegarla. Ahí están los mártires.
Desde los comienzos del cristianismo, se dieron con frecuencia tales situaciones de incompatibilidad entre las leyes y la conciencia. No hace mucho en España, se admitió la objeción de conciencia en el Ejército, suplido luego por un servicio social en bien de la comunidad. Habrá que regular en España como en otros países con una ley que ampare la objeción de
conciencia de los ciudadanos.
Mientras tanto, chapeau para un juez ejemplar, aunque incomprendido por algunos.