Muchos
papás - hombres - sufren al pasar de los años una crítica por parte de
sus hijos sobre el hecho de no haber convivido con ellos, no conocerlos
a fondo, ni saber sus deseos y aspiraciones. Porque al contrario de lo
que muchos señores creen sobre la paternidad, ésta no se limita a los
bienes materiales, y resulta lógico que los hijos de quienes así
piensan crezcan con carencias de tipo emocional y afectivo.
Si se considera la paternidad como una profesión cualquiera,
digamos ingeniería civil, el hombre estaría frente a la responsabilidad
de construir el edificio más perfecto y preciado de su existencia. La
paternidad implica ser el constructor de una vida nueva, que es su
hijo; ser profesor respecto a lo que él ya sabe de esta vida; consejero
y amigo del niño.
Relación padre-hijo
Es cierto que la mamá generalmente es el pilar de la vida de los
hijos hasta antes de la adolescencia, pero el papá también tiene - o
puede tener - una relación muy especial con ellos. Todo es cosa de que
se lo proponga.
Para el niño es mucho más importante que su papá esté junto a él
cuando siente inquietudes y dudas y o en los momentos difíciles en que
afronta una nueva experiencia, no tanto el hecho de recibir el último
juguete de moda. ¡Es tan fácil y sencillo establecer amistad con los
hijos!
Por ejemplo:
* Empezar por contarle al niño - desde que tenga conciencia, incluso antes, para que no sienta a papá
como un extraño - algunas de las experiencias del día. Hacerlo penetrar
a ese mundo que a él le parece tan alto, tan lejano y complicado.
* Contarle los éxitos y también los fracasos, en un lenguaje claro
y que al mismo tiempo sirva para que el niño amplíe su vocabulario.
* Si ven televisión juntos o van al cine, no perder la oportunidad
de hacerle comentarios sobre el programa o la película. El niño se
sentirá importante y aprenderá a emitir sus opiniones ante adultos.
¡Atención!
Cuando se desea hacer partícipes a los niños, es importante
motivarlos a hablar, y tratar de evitar que el adulto acapare la
conversación. Ya pasaron los tiempos en que los niños no tenían derecho
a expresar lo que pensaban o sentían.
Más adelante, cuando asisten a la escuela, sus días están llenos de
experiencias maravillosas que necesitan comunicar. ¿Y quién mejor que
su papá, que no estuvo con él durante todo el día, para escucharle
contar sus triunfos y los actos heroicos realizados en la jornada escolar?
Por desgracia hay algunos padres, que mientras sus hijos les hablan
de la última película que vieron, lo que la profesora les dijo, o el
platillo volador que pasó muy cerca de donde estaban (según su gran
imaginación), ellos piensan en el problema de la oficina, en el
radiador del auto que se rompió, o en la situación económica. Los niños
se dan perfecta cuenta cuando los adultos no les ponen atención y eso
daña su autoestima.
Ayudarlo a pensar
Una de las tareas en la formación del niño en la que el papá puede
colaborar maravillosamente, es inculcarle la costumbre de pensar. ¿Cómo
hacerlo?
* Enseñándolo a reflexionar frente a cada acto de su vida. Que
piense por qué hace las cosas, ya sea sobre algo bueno que haya hecho
(como ayudarle a su mamá a regar el jardín), o algo malo (como haber
copiado en la escuela). Si sólo se felicita o regaña, él no entenderá
por qué hizo bien o mal.
* Despertarle el interés por la naturaleza, por las cosas que
parecen tan comunes en la vida diaria, pero que tienen una explicación
interesante: por qué el Sol sale siempre por cierto lado, por qué
muchas plantas son verdes... Para esto ayuda salir de vez en cuando de
paseo con él y hablarle de la importancia de los árboles, de la forma
en que viven los pájaros; de cómo la naturaleza ha dotado a algunos
animales de determinados colores o tipo de piel para que puedan
ocultarse de sus enemigos.
* Responderle claramente a las dudas que él tenga, teniendo la
seguridad de que al niño no se le olvidará lo que le hayan explicado, y
cada vez que pueda les dará una charla muy parecida a sus compañeros y
les contará con orgullo que eso se lo contó su papá.
* Darle facilidades al pequeño para que realice cada una de sus
inquietudes. Como un ejemplo común, a muchos niños les llama la
atención manejar; se les puede complacer e irles creando una habilidad
- sin peligro - si se les lleva a los carritos chocones de la feria, o
a una pista de carritos (dependiendo de su edad).
* Si el niño muestra mucho interés por una actividad en especial, o
un área del conocimiento, su papá puede llevarlo hasta donde se
encuentra el objeto de su interés: un museo histórico, una industria,
un taller, un periódico, etc.
Todas estas cosas desarrollan la imaginación, y el niño la necesitará más tarde para enfrentar la vida.