SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO CUARTO
OTRAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
ARTÍCULO 2
LAS EXEQUIAS CRISTIANAS
1680 Todos los sacramentos, principalmente los de la
iniciación cristiana, tienen como fin último la Pascua definitiva del
cristiano, es decir, la que a través de la muerte hace entrar al creyente en
la vida del Reino. Entonces se cumple en él lo que la fe y la esperanza han
confesado: "Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo
futuro" (Símbolo de Nicea-Constantinopla).
I La última Pascua
del cristiano
1681 El sentido cristiano de la muerte es revelado a la luz del
Misterio pascual de la muerte y de la resurrección de Cristo, en quien radica
nuestra única esperanza. El cristiano que muere en Cristo Jesús "sale
de este cuerpo para vivir con el Señor" (2 Co 5,8).
1682 El día de la
muerte inaugura para el cristiano, al término de su vida sacramental, la
plenitud de su nuevo nacimiento comenzado en el Bautismo, la
"semejanza" definitiva a "imagen del Hijo", conferida por
la Unción del Espíritu Santo y la participación en el Banquete del Reino
anticipado en la Eucaristía, aunque pueda todavía necesitar últimas
purificaciones para revestirse de la túnica nupcial.
1683 La Iglesia que,
como Madre, ha llevado sacramentalmente en su seno al cristiano durante su
peregrinación terrena, lo acompaña al término de su caminar para entregarlo
"en las manos del Padre". La Iglesia ofrece al Padre, en Cristo, al
hijo de su gracia, y deposita en la tierra, con esperanza, el germen del
cuerpo que resucitará en la gloria (cf 1 Co 15,42-44). Esta ofrenda es
plenamente celebrada en el Sacrificio eucarístico; las bendiciones que
preceden y que siguen son sacramentales.
II La
celebración de las exequias
1684 Las exequias cristianas son una celebración litúrgica de la Iglesia. El
ministerio de la Iglesia pretende expresar también aquí la comunión eficaz
con el difunto, hacer participar en esa comunión a la asamblea reunida para
las exequias y anunciarle la vida eterna.
1685 Los diferentes ritos de las
exequias expresan el carácter pascual de la muerte cristiana y responden a
las situaciones y a las tradiciones de cada región, aun en lo referente al
color litúrgico (cf SC 81).
1686 El Ordo exequiarum (OEx) o Ritual de los
funerales de la liturgia romana propone tres tipos de celebración de las
exequias, correspondientes a tres lugares de su desarrollo (la casa, la
iglesia, el cementerio), y según la importancia que les presten la familia,
las costumbres locales, la cultura y la piedad popular. Por otra parte, este
desarrollo es común a todas las tradiciones litúrgicas y comprende cuatro
momentos principales:
1687 La acogida de la comunidad. El saludo de fe abre la
celebración. Los familiares del difunto son acogidos con una palabra de
"consolación" (en el sentido del Nuevo Testamento: la fuerza del
Espíritu Santo en la esperanza; cf 1 Ts 4,18). La comunidad orante que se
reúne espera también "las palabras de vida eterna". La muerte de
un miembro de la comunidad (o el aniversario, el séptimo o el trigésimo
día) es un acontecimiento que debe hacer superar las perspectivas de
"este mundo" y atraer a los fieles, a las verdaderas perspectivas de
la fe en Cristo resucitado.
1688 La Liturgia de la Palabra. La celebración de
la Liturgia de la Palabra en las exequias exige una preparación, tanto más
atenta cuanto que la asamblea allí presente puede incluir fieles poco asiduos
a la liturgia y amigos del difunto que no son cristianos. La homilía, en
particular, debe "evitar" el género literario de elogio fúnebre
(OEx 41) y debe iluminar el misterio de la muerte cristiana a la luz de Cristo
resucitado.
1689 El Sacrificio eucarístico. Cuando la
celebración tiene lugar en la Iglesia, la Eucaristía es el corazón de la
realidad pascual de la muerte cristiana (cf OEx 1). La Iglesia expresa
entonces su comunión eficaz con el difunto: ofreciendo al Padre, en el
Espíritu Santo, el sacrificio de la muerte y resurrección de Cristo, pide
que su hijo sea purificado de sus pecados y de sus consecuencias y que sea
admitido a la plenitud pascual de la mesa del Reino (cf. OEx 57). Así
celebrada la Eucaristía, la comunidad de fieles, especialmente la familia del
difunto, aprende a vivir en comunión con quien "se durmió en el
Señor" , comulgando con el Cuerpo de Cristo, de quien es miembro vivo, y
orando luego por él y con él.
1690 El adiós ("a Dios") al difunto
es "su recomendación a Dios" por la Iglesia. Es el "último
adiós por el que la comunidad cristiana despide a uno de sus miembros antes
que su cuerpo sea llevado a su sepulcro" (OEx 10). La tradición
bizantina lo expresa con el beso de adiós al difunto:
Con este saludo final "se canta por su partida de esta
vida y por su separación, pero también porque existe una comunión y una
reunión. En efecto, una vez muertos no estamos en absoluto separados unos de
otros, pues todos recorremos el mismo camino y nos volveremos a encontrar en
un mismo lugar. No nos separaremos jamás, porque vivimos para Cristo y ahora
estamos unidos a Cristo, yendo hacia él...estaremos todos juntos en
Cristo" (S. Simeón de Tesalónica, De ordine sep).
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