En
la colonia viven José y Juan, que son hermanos, y tienen trece y diez
años, respectivamente. Su papá tiene un buen trabajo y una situación
económica excelente. Su mamá no trabaja y en las tardes mucho de su
tiempo lo pasa en casa, arreglando asuntos o platicando por teléfono
varias horas con las amigas o con su propia mamá. Los papás de José y
Juan los quieren, y aunque no son de muchas palabras y besos, les dan
todo lo que piden, aunque no puedan dedicarles mucho tiempo, pues
viajan muy seguido.
Los dos hermanos se sienten muy seguros cuando salen de su casa,
pero sólo cuando tienen dinero en el bolsillo para poder invitar a los
"amigos". Además tienen el chofer que los lleva y trae a donde quieren.
Por otra parte, tenemos a los hermanos González, que son cinco:
Benito de 15 años, Laura de trece, Raúl de once, Oscar de ocho y Maru
que tiene seis años.
Tienen una situación económica bastante desahogada, sin llegar a
los excesos. El papá trabaja con un horario bastante cómodo que le
permite regresar para recoger a Benito y Laura a la escuela. Los demás
los recoge la mamá, que sale a la misma hora que ellos, ya que es
maestra en la escuela de sus hijos. Todos comen juntos y platican de
las actividades de la mañana.
En las tardes, la mamá procura dedicar todo su tiempo a sus hijos
repartiendo las horas, según las necesidades de cada uno. Una vez al
mes los papás llevan a cenar a uno de los hijos para platicar solos con
él y dedicarle un tiempo exclusivo, esto lo hacen por turnos.
Los fines de semana se divierten juntos, practican algún deporte, a
veces van al cine, de paseo o de compras cuando necesitan algo. En la
casa cada uno colabora teniendo diferentes responsabilidades y cuando
las cumplen bien siempre reciben palabras de aprobación, o de aliento
cuando las cosas no salen tan bien. Esta fórmula también la utilizan en
cuanto se refiere al estudio o al mejoramiento en su persona y en las
actitudes con los demás.
Los hermanos González son todos muy diferentes, pero tienen en
común el ser chicos muy seguros de sí mismos, sin caer en el
egocentrismo.
Si nos preguntamos por qué un niño, un joven o un adulto es más
seguro que otro, podemos ver que frecuentemente tienen en común
características que se pueden encontrar dentro de lo que ahora
llamaremos "las cuatro A": ACEPTACIÓN, AFECTO, ATENCIÓN Y APROBACIÓN.
La primera "A": ACEPTACIÓN.
La aceptación es una actitud de apertura, es la acción de querer a
la persona humana como tal, no por lo que hace o dice ni por lo que
tiene o por lo que me va a dar o a favorecer. El niño, desde que es
concebido, debe ser aceptado por sus papás con una actitud positiva,
como ser humano y como miembro de la familia, aceptado por la sociedad
por el primordial valor que tiene: el de ser una persona humana. Además
se debe aceptar su carácter aunque no nos guste, su sensibilidad, sus
fallas y errores, ayudándolo a superarse.
La segunda "A": el AFECTO.
Toda persona humana merece recibir afecto, demostraciones de
cariño. Tener afecto por una persona es ser benévolo con ella, o sea,
quererle bien y querer su bien; esto incluye un trato amable, cortés,
dulce, atento, suave, tanto en la forma como en las palabras. El amor
genera seguridad porque es igual a decir a la otra persona "tú vales",
"tú tienes un valor tan grande para mí que no puedo dejar de quererte".
La tercera "A": ATENCIÓN.
La atención es un ingrediente muy importante para lograr la
seguridad; a través de ésta demostramos a una persona que la aceptamos
y queremos. Dedicar atención a una persona es acoger y satisfacer una
necesidad, es actuar con respeto, es compartir tiempo en cantidad y en
calidad, es estar pendiente de la otra persona con todo nuestro cuerpo:
vista, oído, mente, corazón.
La cuarta ’’A’’: de APROBACIÓN.
La aprobación es decir al otro "te felicito "¡qué bien!", "has
mejorado", "adelante", etc. Es la acción de reconocer algo bueno y, por
lo tanto, de decirlo. Algo que implica alabanza y admiración.
En el caso de los hermanos González también está presente la
aprobación a través de felicitaciones y palabras de aliento; mientras
que en el caso de José y Juan no la hay, ya que los papás no se
interesan mucho por lo que hacen, sino simplemente les dan lo que ellos
piden.
Con todo esto, podemos concluir que todo ser humano desde su
infancia, en las diversas etapas de su desarrollo y en su vida en
general, necesita de estas cuatro "A" para llegar a ser una persona
segura. Habrá momentos en que la dosis de atención sea mayor que la
aprobación o viceversa, especialmente teniendo en cuenta que un niño de
cero a cuatro años necesita más atención que uno de diez años, y un
adolescente necesita más aprobación que un niño de dos años. Pero
siempre deberán estar presentes las cuatro "A" y de manera especial, en
abundancia, la aceptación y el afecto.
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