La mayoría de los humanos se afanan por las cosas materiales y caducas, olvidándose de las espirituales y eternas. Creen que el mucho saber y estudiar les hará más felices .Desconocen que la verdadera sabiduría es, ante todo, un don de Dios y de su Espíritu. El lo da a quien quiere y como quiere. Normalmente Dios se vuelca con los sencillos y humildes de corazón, que ponen en El su confianza.
Los sabios de este mundo no lo comprenden. Por eso muchos de ellos pretenden alcanzar sabiduría y ciencia desobedeciendo la Ley de Dios, y eso es imposible.
Los seres humanos son pura contradicción: hablan de paz y propician la guerra construyendo armas para su propio aniquilamiento y la muerte les viene como pago a su injusticia. Alardeando de hombres de bien, dicen que defienden los derechos humanos e incomprensiblemente destruyen la vida; tocan con su soberbia las estrellas y no saben resolver los problemas más elementales que surgen en toda convivencia humana.
Ciertamente “Dios atontó la sabiduría de este mundo y anuló las inteligencia de los inteligentes para que no se gloríe el sabio en su sabiduría, sino en conocer al Señor; en eso se ha de gloriar quien se gloría”.
Así como el orgullo y la soberbia corrompen la sabiduría ,la humildad es asiento de ciencia y conocimiento de Dios.
Quien como el rey Salomón no pide a Dios riqueza, poder, cosas materiales, sino el don de la sabiduría, Dios le concederá con ella todos los bienes,