La verdad sobre la Inquisición
Entreviata con Beatriz Comella, Historiadora
La Inquisición fue y sigue siendo un tribunal
polémico para el gran público. Los historiadores se han ocupado de esta
institución de modo científico y sin prejuicios ideológicos,
especialmente desde un Congreso internacional celebrado en Cuenca en
1978. Recientemente la Santa Sede ha convocado en Roma a expertos de
diversos credos y nacionalidades para clarificar la actuación histórica
del Santo Oficio. Sobre este argumento responde para Escritos ARVO,
Beatriz Comella, autora del libro La Inquisición española (Rialp, 1988;
3ª edición en noviembre 1999).
¿CUÁNDO Y POR QUÉ NACIÓ EL TRIBUNAL DE LA INQUISICIÓN?
El primer tribunal inquisitorial para juzgar delitos contra la fe nació
en el siglo XIII. Fue fundado por el Papa Honorio III en 1220 a petición
del emperador alemán Federico II Hohenstaufen, que reinaba además en el
sur de Italia y Sicilia. Parece que el emperador solicitó el tribunal
para mejorar su deteriorada imagen ante la Santa Sede (personalmente era
amigo de musulmanes y no había cumplido con la promesa de realizar una
cruzada a Tierra Santa) y pensó que era un buen modo de congraciarse con
el Papa, ya que en aquella época el emperador representaba el máximo
poder civil y el Papa, el religioso y, era conveniente que las
relaciones entre ambos fueran al menos correctas. El romano pontífice
exigió que el primer tribunal constituido en Sicilia estuviera formado
por teólogos de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) para
evitar que se desvirtuara su misión, como de hecho intentó Federico II,
al utilizar el tribunal eclesiástico contra sus enemigos.
—¿Existía en el siglo XIII alguna razón de justificara la creación de
ese tribunal que consideraba la herejía como delito punible?
—Conviene aclarar que los primeros teólogos cristianos de la talla de
Tertuliano, San Ambrosio de Milán o San Martín de Tours sostuvieron que
la religión y la violencia son incompatibles. Eran más partidarios de la
doctrina evangélica que recomienda corregir y amonestar a quien dilapida
el bien común de la fe. La represión violenta de la herejía es, como ha
señalado Martín de la Hoz, un error teológico de gravísimas
consecuencias, implicado en la íntima relación que de hecho se trabó
entre el poder civil y la Iglesia en la Edad Media. La herejía pasó a
ser un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, es
decir, de lesa majestad, castigado con la muerte en hoguera como en el
siglo IV, bajo los emperadores Constantino y Teodosio.
A principios del siglo XIII aparecieron dos herejías (albigense y
valdense) en el sur de Francia y norte de Italia. Atacaban algunos
pilares de la moral cristiana y de la organización social de la época.
Inicialmente se intentó que sus seguidores abandonaran la heterodoxia a
través de la predicación pacífica encomendada a los recién fundados
dominicos; después se procuró su desaparición mediante una violenta
cruzada. En esas difíciles circunstancias nace el primer tribunal de la
Inquisición.
—Es lógico, pues, que la Inquisición resulte una institución polémica.
—Desde luego, porque, afortunadamente, hoy sabemos que es injusto
aplicar la pena capital por motivos religiosos. Los católicos de fin del
siglo XX conocemos la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la
libertad religiosa, que coincide, en sus planteamientos básicos con la
de muchos teólogos cristianos de los cuatro primeros siglos de nuestra
era. Por este motivo, el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica
Tertio Milenio Adveniente (10-11-94) ha subrayado la necesidad de
revisar algunos pasajes oscuros de la historia de la Iglesia para
reconocer ante el mundo los errores de determinados fieles, teniendo en
cuenta la unión espiritual que nos vincula con los miembros de la
Iglesia de todos los tiempos.
—¿Entonces, la «leyenda negra», más que leyenda es una realidad
histórica?
—Es preciso advertir que la polémica sobre la Inquisición se nutre de
otra actitud muy distinta a la ya expuesta; me refiero a la ignorancia
histórica, la falta de contextualización de los hechos, el
desconocimiento de las mentalidades de épocas pasadas, la escasez de
estudios comparativos entre la justicia civil y la inquisitorial... Todo
esto contribuye a formar no sólo una polémica justificada sino una
injusta leyenda negra en torno a la Inquisición.
—¿Qué hay, pues, de verdad sobre la actividad de la Inquisición,
concretamente en España?
—Se formaron los primeros tribunales en 1242, a partir de un Concilio
provincial de Tarragona. Dependían del obispo de la diócesis y, por
regla general, su actuación fue moderada. Con la llegada de los Reyes
Católicos al poder, el Santo Oficio cambió de modo notable. Isabel y
Fernando consideraron que la unidad religiosa debía ser un factor clave
en la unidad territorial de sus reinos. La conversión de las minorías
hebrea y morisca era la condición para conseguirlo; algunos se
bautizaron con convencimiento, otros no y éstos fueron perseguidos por
la Inquisición.
En 1478 los Reyes Católicos consiguen del Papa Sixto IV una serie de
privilegios en materia religiosa, entre ellos, el nombramiento del
Inquisidor General por la monarquía y el control económico del Santo
Oficio. Por otra parte, la actitud de los cristianos ante las
comunidades judía y morisca en España fue muy variada a lo largo de la
Historia. Había judíos asentados en España desde el final del Imperio
Romano. Durante la etapa visigoda fueron tolerados y perseguidos en
distintas épocas. Algunos reyes castellanos y aragoneses supieron crear
condiciones de convivencia pacífica, pero el pueblo llano no miraba con
buenos ojos a los hebreos prestamistas (el interés anual legal de los
préstamos ascendía al 33%); además se les consideraba, de acuerdo con
una actitud muy primaria, culpables de la muerte de Jesucristo. El
malestar se transformó a finales del siglo XIV en revueltas y matanzas
contra los judíos en el sur y levante español.
Los Reyes Católicos no sentían animadversión personal contra los hebreos
(el propio rey Fernando tenía sangre judía por parte de madre) y en su
corte se hallaban financieros, consejeros, médicos y artesanos hebreos.
Los judíos vivían en barrios especiales (aljamas) y entregaban tributos
directamente al rey a cambio de protección. El deseo de unión religiosa
y de evitar matanzas populares impulsaron a los Reyes a decretar la
expulsión de los judíos españoles (unos 110.000) en marzo de 1492. La
alternativa era recibir el bautismo o abandonar los reinos, aunque se
preveían consecuencias económicas negativas en los territorios
españoles. Sólo unos 10.000 hebreos se adhirieron a la fe cristiana y,
entre ellos, bastantes por intereses no religiosos. Entonces surgió el
criptojudaísmo, la práctica oculta de la religión de Moisés mientras se
mantenía externamente el catolicismo. Contra estos falsos cristianos,
como se ha dicho, actuó la Inquisición.
Respecto a los moriscos, unos 350.000 en el siglo XV, la política fue
similar. Se intentó de modo más o menos adecuado su conversión tras la
toma de Granada, pero al comprobar que su asimilación no era
satisfactoria se procedió a la expulsión de los no conversos, tras
violentos enfrentamientos, en 1609, bajo el reinado de Felipe III.
Durante el siglo XVII aparece con fuerza el fenómeno social de la
limpieza de sangre: para acceder a determinados cargos u oficios era
necesario ser cristiano viejo, es decir, no tener sangre judía o morisca
en los antepasados recientes.
—¿Qué delitos juzgaba el Tribunal de la Inquisición y cuáles eran las
penas?
—Inicialmente el tribunal fue creado para frenar la heterodoxia entre
los bautizados: las causas más frecuentes eran las de falsos conversos
del judaísmo y mahometismo; pronto se añadió el luteranismo con focos en
Sevilla y Valladolid; y el alumbradismo, movimiento pseudo-místico.
También se consideraban delitos contra la fe, la blasfemia, en la medida
que podía reflejar la heterodoxia, y la brujería, como subproducto de
religiosidad. Además, se perseguían delitos de carácter moral como la
bigamia. Con el tiempo se introdujo el delito de resistencia al Santo
Oficio, que trataba de garantizar el trabajo del tribunal.
La pena de muerte en hoguera se aplicaba a hereje contumaz no
arrepentido. El resto de los delitos se pagaban con excomunión,
confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y limosnas
penitenciales. Las sentencias eran leídas y ejecutadas en público en los
denominados autos de fe, instrumento inquisitorial para el control
religioso de la población.
Desde el siglo XIII, la Iglesia admitió el uso de la tortura para
conseguir la confesión y arrepentimiento de los reos. No hay que olvidar
que el tormento era utilizado también en los tribunales civiles; en el
de la Inquisición se le dio otra finalidad: el acusado confeso
arrepentido tras la tortura se libraba de la muerte, algo que no ocurría
en la justicia civil. Las torturas eran terribles sufrimientos físicos
que no llegaban a mutilar o matar al acusado.
—Una figura inevitable en la polémica sobre la Inquisición es Torquemada.
¿Es tan fiero el león como lo pintan? ¿Qué hubo en los juicios contra
Carranza y Antonio Pérez?
—Fray Tomás de Torquemada fue Inquisidor General entre 1485 y 1496. Gozó
de la confianza de los Reyes Católicos. Lo cierto es que no existe
todavía una biografía definitiva sobre este importante personaje. Desde
luego sentía animadversión hacia los judíos e influyó decisivamente en
el decreto de expulsión de 1492, sin embargo no era sanguinario, como
cierta leyenda injustificada pretende hacernos creer, aunque sí es obvio
que presidió el tribunal en años de intensa actividad . No obstante,
redactó una serie de normas y leyes para garantizar el buen
funcionamientos del tribunal y evitar abusos.
Carranza era arzobispo de Toledo y Primado de España. Fue acusado
injustamente de luteranismo y condenado a la pena capital por la
inquisición española; por tratarse de un prelado, la causa se inició con
el permiso de Roma y fue revisada por el Papa que no vio motivos
proporcionados para tal veredicto. Aunque éste no llegó a aplicarse,
Felipe II destituyó a Carranza para subrayar la autonomía del tribunal
español respecto a la Santa Sede. Antonio Pérez era secretario del rey y
fue acusado de asesinato; como consiguió huir de la justicia de
Castilla, la Inquisición le imputó de ciertos cargos para poder
detenerlo. El reo salió de España y dio a conocer su caso en las cortes
de Francia e Inglaterra. Es un claro ejemplo de utilización política del
tribunal por parte del rey, que supo airear oportunamente su antiguo
secretario. Por otra parte, los casos de Carranza y Pérez ponen de
relieve algo característico del Tribunal de la Inquisición: su poder no
hacía distinciones a la hora de acusar a prelados, cortesanos , nobles o
ministros; fue, en ese sentido, un tribunal democrático con una
jurisdicción sólo inferior a la del Papa.
—¿Cuál fue la actitud del Santo Oficio español ante la brujería?
—En España hubo pocos casos de brujería en comparación al resto de
Europa. Fue un fenómeno más destacado entre la población bautizada de
los territorios americanos, por el apego a sus ritos y tradiciones
seculares. En la Península fueron desgraciadamente famosas las brujas de
Zugarramurdi (Navarra) condenadas en 1610. Desde entonces se tuvo en
cuenta la acertada observación de un inquisidor, para quien cuanto menos
se hablara de ellas, menos casos habría; la Inquisición prefirió
considerarlas personas alucinadas o enfermas.
—Otra cuestión espinosa que suscita la Inquisición es el número de
víctimas ¿es posible saber cuántas fueron?
La Inquisición tuvo una larga vida en España: se instauró en 1242 y no
fue abolida formalmente hasta 1834 durante la regencia de María
Cristina. Sin embargo, su actuación más intensa se registra entre 1478 y
1700, es decir, durante el gobierno de los Reyes Católicos y los
Austrias. En cierto sentido no se puede calcular el número de personas
afectadas por la Inquisición: la migración forzosa de millares de judíos
y moriscos; la deshonra familiar que comportaba una acusación del
tribunal durante varias generaciones; la obsesión colectiva por la
limpieza de sangre, lo hacen imposible.
Respecto al número de ajusticiados no hay datos definitivos porque hasta
ahora no se han podido estudiar todas las causas conservadas en
archivos. Aunque parciales, son más próximos a la realidad los estudios
realizados por los profesores Heningsen y Contreras sobre 50.000 causas
abiertas entre 1540 y 1700: concluyen que fueron quemadas 1.346
personas, el 1,9% de los juzgados. Es posible, aunque la cifra no sea
definitiva, que los ajusticiados a lo largo de la historia del tribunal
fueran unos 5.000. Afortunadamente, el cristianismo, a diferencia de las
ideologías, tiene siempre una doctrina buena, cierta y definitiva que le
permite rectificar los errores prácticos en los que pueden incurrir
algunos de sus miembros: el Evangelio.
Jorge BALVEY
(*) Beatriz Comella es licenciada en Geografía e Historia. Imparte
seminarios de Historia y Filosofía en el Colegio Mayor Zurbarán de
Madrid. Ha publicado, además del libro indicado, un ensayo sobre el caso
Galileo; colabora en la Agencia Aceprensa y con artículos de opinión en
unos 60 diarios y revistas.