Todos los gobiernos del mundo exigen a los profesionistas completar sus estudios antes de ejercer su carrera.
Si un arquitecto no pasa los exámenes, no puede construir casas. A
todos nos parece muy bien porque nadie se arriesga a vivir bajo un
techo que, a la primera, nos convierta en carne fría.
Pero existe una profesión muy extendida a la que ningún gobierno le
exige estudios. Y es, además, la más difícil. Se trata de ser esposo o
esposa.
Es verdad que la ley natural coloca estímulos y mecanismos de
defensa en las personas para no caer en la fácil trampa de elegir mal a
su pareja. Pero no todos se preocupan de hacerle caso a la ley natural.
Frecuentemente nos asombramos de ver matrimonios verdaderamente
descabellados que, por lógica, acaban peor que un perro despistado
paseando por una autopista.
No vamos a pretender que, a partir de hoy, todos los gobiernos
exijan a los novios que estudien diez semestres en una universidad
antes de casarse, porque los pobres gobiernos perderían automáticamente
toda su popularidad.
¿Qué consejo podemos ofrecer para que la pareja se prepare de
manera óptima para el matrimonio? Sólo uno: tener un buen noviazgo, la
verdadera universidad natural que prepara un buen matrimonio. Para un
buen noviazgo, sólo se necesitan dos cosas: amor y honestidad.
El amor es buscar, por encima de todo, la felicidad del otro, es
decir, no la mía. Y honestidad es abrir todo el corazón sin mentira.
Si quiere hacer la prueba, póngase hoy delante de su novio(a) y
dígale: "Estoy dispuesto a darte un gusto, aunque me cueste, y ten por
seguro que esta vez no busco ninguna recompensa."
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