Un buen amigo mío me ha hecho llegar un relato escalofriante sacado del libro “Mártires claretianos de Barbastro”, del P.Gabriel Campos Villegas c.m.f., que por su valor ejemplar, merece la pena conocer y reflexionar. Por la crudeza de su descripción puede herir la sensibilidad de algunos lectores, pero no re nuncio a copiar literalmente el suceso, tal como viene escrito en dicho libro.
Dice así: ”En la noche del 8 de agosto (1936),el obispo de Barbastro, don Florentino Asensio, fue citado una vez más a comparecer ante el “comité”, pero no a la sala de visitas del colegio de los escolapios, donde vivía, si no al Ayuntamiento, al “Rastrillo”, o sala de visitas de la cárcel popular.Al comunicarle la variación, el P.Rector presintió lo peor. El obispo, aunque ya se había confesado otras veces, pidió de nuevo la absolución. Lo amarraron codo con codo a otro hombre mucho más alto y recio y los condujeron a los dos, después de varias horas de calabozo, al Rastrillo.
Entre frases groseras e insultantes, un tal Héctor M.,oculista de mala entraña, Santiago .,”el CODINA”,y Antonio R., ”el MARTA ”,se acercaron al obispo. Este estaba mudo y rezando. Santiago F.le dijo a un tal Alfonso G.,analfabeto:”¿No decías que tenías ganas de comer cojones de obispo?. Ahora tienes la ocasión”..Alfonso G.,no se lo pensó dos veces: sacó una navaja de carnicero, y allí fríamente, le cortó en vivo los testículos. Saltaron dos chorros de sangre que enrojecieron las piernas del prelado y empaparon las baldosas del pavimento, hasta encharcarlas. El obispo palideció, pero no se inmutó. Ahogó un grito de dolor y musitó una oración al Señor de las cinco llagas.
En el suelo había un ejemplar de “Solidaridad Obrera”, donde Alfonso recogió los despojos; se los puso en el bolsillo y los fue mostrando como un trofeo por los bares de Barbastro”.Sin comentarios..Cada uno que saque sus propias consecuencias.