La Iglesia lucha por la emancipación femenina
Fuente: www.zenit.org
En el mundo rico de Occidente se acusa a la Iglesia de
ser una institución «machista», que discrimina a las mujeres, que las
considera todavía «como fuente de pecado», y que sufre de «sexofobia».
En realidad, mirando tanto a la historia como al
Magisterio, no hay institución que haya hecho más que la Iglesia en favor
de «la otra mitad del cielo». La dignidad y el genio femeninos son
expresiones sinceras y significativas del Papa Juan Pablo II, quien no
pierde ocasión para recordar, subrayar y apoyar el papel fundamental de la
mujer en la sociedad civil.
De la carta apostólica «Mulieris dignitatem» a la
«Carta a los sacerdotes de 1995», de los Ángelus a la vigilia de la
conferencia de las Naciones Unidas de Pekín y al Mensaje de la trigésima
jornada de las comunicaciones sociales, el Papa siempre se ha dirigido al
«genio femenino». Por este motivo, el 8 de marzo, que ve en todo el mundo
la celebración de la Jornada de la Mujer, encuentra una Iglesia más
comprometida que nunca en la lucha contra las discriminaciones, la
intolerancia y las injusticias que caracterizan la vida femenina en gran
parte del planeta.
Si bien el movimiento feminista inicia con la
modernidad y se consolida sobre todo con el elemento reivindicativo de la
igualdad de derechos civiles, el movimiento cristiano de emancipación
femenina tiene raíces mucho más antiguas. Éste inicia con la decisión de
una mujer romana Lidia que, contra las convenciones sociales, abrió la
puerta a un extranjero, el apóstol Pablo. Es una historia que continúa a
través de los siglos con figuras legendarias. Así santa Clara escapó de
casa para entrar en un convento y alcanzar a Francisco de Asís, modelando
el carisma franciscano sobre las exigencias de una feminidad de nuevo
encontrada en unión con Cristo y traducida en el «privilegio de la
pobreza». Una enseñanza antigua, pero que todavía resulta actualísima si
pensamos en la actividad de la Madre Teresa de Calcuta.
Hay tantas mujeres valientes y audaces, que han dado
vida a centenares de congregaciones religiosas, muchas de la cuales están
empeñadas en importantes tareas sociales. Vale la pena recordar que el
primer asilo para hijos de obreros lo fundaron en París el año 1884 las
«Hermanas de la sabiduría».
Respecto a las batallas civiles, Christine de Pizan,
una mujer distinguida que vivía en la corte real de Francia, ya a finales
del siglo XIV escribía ensayos para confutar los prejuicios machistas
sobre la subordinación de las mujeres. Su pensamiento se fundaba en la
Sagrada Escritura: hacía referencia a las figuras femeninas de la Biblia y
a la interpretación igualitaria del segundo capítulo del Génesis.
Podríamos hablar del gran compromiso de la Iglesia por
el derecho a la instrucción de las mujeres, una batalla que todavía no se
ha ganado en gran parte del mundo. Fue Mary Wollstonecraft, católica
inglesa, una de las primeras en pedir al gobierno un nuevo sistema de
educación para las mujeres. Criticó ásperamente a Jacques Rousseau, quien
pensaba que las mujeres habían nacido sólo para complacer a los hombres.
Incluso desafió al gobierno revolucionario francés proponiendo que las
mujeres compartiesen con los hombres la responsabilidad del poder.
A pesar de que en muchos países el derecho a la
educación de las mujeres no sea reconocido, en las escuelas católicas de
todo el mundo se educan más de veintiún millones de jóvenes. El papel
intelectual de la mujer en la Iglesia cuenta con el testimonio de Teresa
de Ávila, Catalina de Siena y Teresa de Lisieux, todas ellas proclamadas
Doctoras de la Iglesia.
Incluso en el campo sindical las mujeres católicas han
aportado su testimonio. Es de señalar la contribución de la americana
Dorothy Day, animadora del sindicato católico americano. Ella misma viajó
por todos los Estados Unidos al lado de los camioneros durante las duras
luchas sindicales. Varias veces encarcelada, la señora Day estaba
convencida de que la acción sindical debía mover tanto a los trabajadores
como a los empresarios hacia objetivos de justicia social.
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