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La Iglesia al servicio de la promoción de la mujer

La Iglesia al servicio de la promoción de la mujer

Hay que alegrarse por el hecho de que la
profundización en lo femenino ha contribuido, en la cultura contemporánea, a
replantear el tema de la persona humana en función del recíproco «ser para
el otro» en la comunión interpersonal.

Hoy día, la concepción de la persona en su dimensión de
oblación se está convirtiendo en un principio alcanzado. Por desgracia, no
es tenida en cuenta desde el punto de vista práctico. Por tanto, entre las
muchas agresiones a la dignidad humana, hay que rechazar la difusión de la
violación de la dignidad de la mujer que se manifiesta con el abuso de su
persona y de su cuerpo. Es necesario oponerse con vigor a toda práctica que
ofende a la mujer en su libertad y feminidad: el llamado turismo sexual, la
compra y venta de jóvenes muchachas, la esterilización masiva y, en general,
toda forma de violencia con respecto al otro sexo.

Por tanto, en vez de limitar la dignidad y el papel de la
mujer, el anuncio del Evangelio se constituye en garantía de todo lo que
simboliza humanamente lo femenino, es decir, la capacidad para acoger, para
atender al hombre, para generar la vida. Todo ello está arraigado de manera
trascendente en el misterio del generar eterno divino. Ciertamente la
paternidad en Dios es totalmente espiritual. Sin embargo, expresa esa eterna
reciprocidad y relacionalidad propiamente trinitarias que constituyen el
origen de toda paternidad y maternidad y fundamentan la riqueza común de lo
masculino y de lo femenino.

(24-XI-99)