La civilización cristiana no es una utopía. Es algo realizable, que en determinada época floreció. Algo, en fin, que duró en cierta manera aun después de la Edad Media, hasta tal punto que el Papa San Pío X pudo escribir: “No, la civilización no está por inventarse ni la ciudad nueva por construirse en las nubes. Ha existido, existe, es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad”(1). Por lo tanto, la civilización cristiana posee grandes vestigios, todavía vivos en nuestros días.
La lucha que realizamos en defensa de la Familia cristiana es una reacción contra lo que San Pío X llama “los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad“.
Estos ataques han venido dándose a través de los siglos y, a pesar de la variedad de formas que han adoptado, tienen en común ciertas constantes. Ellas están
Saumurmagistralmente analizadas en el libro “Revolución y Contra-Revolución” del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira. Su lectura es fundamental para comprender los acontecimientos de nuestra época.El canonista de fama internacional, P. Anastasio Gutiérrez C.M.F., se refiere así a esta obra:
”Revolución y Contra-Revolución” es una obra magistral cuyas enseñanzas deberían difundirse hasta hacerlas penetrar en la conciencia de todos los que se sientan verdaderamente católicos, y diría más, de todos los hombres de buena voluntad. En ella estos últimos aprenderían que la única salvación está en Jesu Cristo y en su Iglesia, y los primeros se sentirían confirmados y robustecidos en su fe, y prevenidos e inmunizados psicológicamente y espiritualmente contra un proceso súbdolo que se sirve de muchos de ellos como útiles idiotas compañeros de viaje.
El análisis que hace del proceso revolucionario es impresionante y revelador por su realismo y por el profundo conocimiento de la historia, a partir de la última edad media en decadencia, que prepara el clima al Renacimiento paganizante y a la Pseudo-Reforma, y ésta a la terrible Revolución francesa, y poco después al Comunismo ateo.