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Identidad perdida

La famosa Universidad de Notre Dame (Indiana, EUA) otorgó la “Laetare Medal” al Presidente de Estados Unidos, el pasado 17 de mayo. En esta ceremonia se dieron cita dos posturas opuestas. Por una parte, esta Casa de estudios es oficialmente católica; y, por otra, Obama apoya abiertamente el aborto. ¿Se trata de una apertura de las universidades de la Iglesia al mundo de hoy? ¿No será más una señal clara de la falta de identidad católica en estas instituciones?
El Presidente Obama recibió el doctorado “honoris causa” en Leyes. Desde el punto de vista técnico, significa que Notre Dame lo recibe en su Claustro de Profesores. Ahora ya es “doctor”, es decir, “enseñante” de esta Universidad. Con este acto, esta institución está afirmando que avala la postura de su nuevo Profesor, pues sólo se otorga este reconocimiento a quien una universidad considera que sostiene los valores académicos y morales, acordes a su ideario.
En este caso concreto, el problema de fondo no es que Obama en su vida política, antes y después de ser presidente, haya votado y aplicado políticas contra la vida humana, como es la promoción del aborto incluso en fases muy avanzadas de gestación, la investigación con células madres embrionarias y las fundaciones de programas de planificación familiar en Estados Unidos.
Más bien, el profundo inconveniente es que una universidad católica se manifiesta públicamente contraria a las enseñanzas de la Iglesia. Sin embargo, esta situación es recurrente en Notre Dame. A principios de 1960, este Centro universitario, con la ayuda de la Fundación Rockefeller, ayudó a impulsar la ideología del control de natalidad. En 1968, el Departamento de Teología de esta universidad encabezó la protesta contra la Encíclica “Humanae vitae” de Pablo VI, en la que se condena el uso de anticonceptivos.
Benedicto XVI explica qué se debe entender por identidad católica de las instituciones educativas. Precisamente, en su viaje a Estados Unidos, explicaba que tal identidad no depende del porcentaje de católicos inscritos, ni de la ortodoxia de los cursos impartidos, sino de que en cualquier actividad que ahí se organice refleje la fe vivida por la Iglesia (Discurso, 17.VII.2008).
El Papa expone que se trata contestar a la importante pregunta: ¿a quién pertenezco? Y una escuela católica pertenece a una comunidad que cree en Jesucristo y en su doctrina. Por eso “la identidad de una Universidad o de una Escuela católica no es simplemente una cuestión del número de los estudiantes católicos. Es una cuestión de convicción: ¿creemos realmente que sólo en el misterio del Verbo encarnado se esclarece verdaderamente el misterio del hombre?” (Ibidem).
Y el Santo Padre apunta más lejos, cuando afirma que se puede reconocer que la “crisis de verdad” contemporánea está radicada en una “crisis de fe”. En efecto, cuando una institución educativa católica es ambigua en sus afirmaciones a favor de la vida, es señal de que ya no tiene la fe de la Iglesia en su base. Perdida la fe, se pierde no sólo la identidad católica, sino también la convicción de buscar la verdad.
Esta situación debería abrir un gran debate, para que las instituciones educativas católicas reflexionen sobre su propia identidad, no sólo en Estados Unidos, sino también en México. Es la oportunidad para que, con rigor académico, se hagan propuestas basadas en la doctrina católica, que iluminen los grandes retos de la sociedad actual, como la vida, la familia, la economía, la migración y la ecología

Correo: lfvaldes@gmail.com
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