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Hijos de mamá... ¿o de nana?


Son
una ayuda invaluable. Ellas permiten que la señora ama de casa trabaje
fuera del hogar, visite familiares, salga con las amigas o tome sus
ratos de descanso. Hablamos de... ¡Las nanas! Son valiosas, pero...
¿Trabajan más que las mamás?

¡Estoy agotada!, ¡ya no aguanto a los niños!... Estas y muchas otras expresiones similares escuchamos todos los días como algo natural.

Veamos el caso de varias amigas que sufren este problema: cada una de ellas tiene hijos a los cuales quieren con toda el alma, viven (dicen) para ellos, pero no alcanzan a comprenderlos.

Ellas buscaron, ¡y encontraron!, una maravillosa ayuda que alivió el peso de la difícil tarea de ser madres: las nanas.

¿Qué es una nana? Es la persona a la cual se le atribuye un salario
por responsabilizarse del cuidado de uno o varios niños. Existen otros
tipos de nanas a las cuales ni siquiera les es reconocida o
recompensada su labor: el hermanito o la hermanita mayor, los sobrinos,
los tíos o los familiares que se hacen cargo del cuidado y
entretenimiento de los pequeños.

Cabe aclarar que el contar con una persona que nos ayude en esta
función no es nada reprobable, sino muy bueno, ya que nos facilita el
cumplimiento de todas las demás tareas, como ser esposas, amas de casa
e incluso cumplir con un trabajo profesional fuera de casa. El problema
viene cuando perdemos el punto de equilibrio, cuando perdemos de vista
nuestro objetivo. El ser madre, como vocación, es responsabilizarse de
la formación y educación de los hijos, y eso cuesta tiempo y esfuerzo.

Una tarde con Rosa

Rosa tiene una invitación a una piñata. Se organiza para que todo
salga bien, le pide a la nana que arregle a los niños con esmero, sin
perder detalle; moños, zapatos limpios, etc., porque ella (Rosa) tiene
que arreglarse también, pues ahí verá a sus comadres.

Al llegar a la fiesta, como buena madre, hace las recomendaciones pertinentes: Nana,
siéntate con los niños a ver el payaso, juega con ellos, pásalos a que
le peguen a la piñata, te fijas que merienden bien y que no se vayan a
caer.

Rosa se retira a platicar con sus amigas. Claro que de vez en
cuando da una miradita a sus hijos, asegurándose de que todo marche
bien.

Al llegar a su casa le pide a la nana: Nanis, estoy agotada, por
favor baña a los niños, ponles sus pijamas y eso sí, asegúrate de que
hagan sus oraciones. Yo todavía tengo un compromiso al que debo
acompañar a mi esposo y necesito descansar un poco...

Conozcamos a Teresa

Tiene un estilo de ser mamá bastante parecido al de Rosa, sólo que
ella se siente más al pendiente de sus hijos porque les dedica mayor
tiempo y los acompaña a más actividades.

Ella tiene compromisos dos veces por semana con sus amigas, más una tarde para ver a las tías.

Tere es la que siempre tiene la iniciativa de que sus salidas sean
combinadas con diversión para sus hijos. Propone que cuando se reúnen
las amigas o comadres sea de vez en cuando, en un lugar donde puedan
pasar el rato con ellos: parques, patinaderos, etc.

Sin embargo es la misma historia: las nanas atienden a los niños y
Tere y las otras mamás no pierden detalle de la plática. Lo curioso es
que ella también llega agotada de llevar a sus hijos al cine, parque
infantil o donde hayan ido, como si hubiera hecho todo lo que la nana
se ingenió para que los niños estuvieran entretenidos, contentos y sin
molestar.

Ahora vamos con Margarita

Es una mujer tranquila a la que le gusta estar en su casa, pero eso sí... ¡en perfecta paz!

Tiene una buena nana entrenada para alimentar, vestir, entretener y
divertir a sus hijos. Como si eso fuera poco para la nana, a Margarita
le gusta tener invitados para que sus hijos la pasen bien y
acompañados. Lo único que pide es que no estén encima de ella, sino a una distancia prudente que no perturbe su paz.

Extrañamente, Margarita también termina agotada y al llegar su marido, su queja es: Tuve una tarde de locos, vinieron invitados de los niños ¡y armaron un escándalo!, ¿te imaginas?

Conozcamos a Martha

Martha es muy activa, tiene mil compromisos fuera de su casa. Se
ocupa por todos los problemas de nuestra sociedad. Da su tiempo a los
pobres, enfermos y desvalidos. Es una gran mujer.

Tiene cuatro hijos a quienes tiene que dejar con la nana para cumplir con sus compromisos de beneficencia.

Todo esto es muy loable, digno de admiración, pero, ¿y sus hijos?, ¿les da la misma importancia que a todas sus buenas obras?

Generalmente no tiene tiempo de ocuparse de ellos y la nana, que es una maravilla, se encarga de los niños.

Llega de sus actividades cansada y lo que quiere es ver orden en su
casa. Que los niños ya hayan cenado y que sólo les falte el besito de
las buenas noches. ¿No merecen ellos más tiempo y atención de su mamá?
¿No son su primera y principal obligación?

¿Y Linda?

Es una mamá que tiene que trabajar para satisfacer las necesidades
del hogar. También ella se preocupa en extremo sobre la selección de la
persona que se hará cargo de sus hijos durante el tiempo que está en el
trabajo.

Vamos a entrar en este hogar. Por la mañana, la nana se encarga de
que los niños vayan bien vestidos, que tengan un buen desayuno y que
estén listos para cuando los recoja el transporte escolar. Linda no los
lleva, porque no sabe qué clase de día le espera en el trabajo y tiene
que descansar hasta el último minuto.

Al mediodía, los niños deberán haber comido antes de que Linda
llegue para así poder comer tranquila y a gusto. Ella les promete:
Luego me cuentan cómo les fue, ahora tengo mucha prisa.

Antes de volver al trabajo aconseja a la nana y a los niños: Hagan
su tarea, no peleen, pórtense muy bien, corazoncitos, y añade:
vigílalos, nana, ¿sí? A su regreso por la tarde, viene tan cansada que
no tiene cabeza ni ánimo para escuchar todo lo que los niños hubiesen
querido platicar: lo que pasó en la escuela con el maestro, con el
amiguito, sus logros o fracasos.

Linda es muy cariñosa, siempre les habla a sus hijos con palabras
melosas y amorosas para recompensarlos por el tiempo y la atención que
a los niños les roba el trabajo, ¡pero no le pidan más! Linda está
convencida de que el tiempo que se da a los hijos no debe ser en
cantidad sino en calidad (afirmación que tiene sus reservas). Prefiere
que la vean de buen humor y no cansada y de malas.

Los fines de semana distribuye su tiempo entre llevar a los niños a casa de sus abuelitos o centros de diversión.

Para ir de compras, prefiere hacerlo sola, ya que es más rápido y
cómodo. También, ¡claro!, es importante disponer de un buen espacio de
tiempo para ella y así olvidarse de sus problemas, divertirse y
descansar.

En resumidas cuentas, quiere muchísimo a sus hijos, quiere lo mejor
para ellos, por ellos trabaja, pero... ¿no habrá perdido el punto de
equilibrio? ¿No valdrá la pena un último esfuerzo (sacrificio) por
convivir con ellos?

Los niños comprenden que su mamá trabaje, pero, eso no les quita el
hambre de gozar un poco más de su presencia, esté de buenas o de malas.

La infancia es la etapa más breve de la vida, pero es la más
importante en la formación de una persona. Es cuando se siembran los
principios y virtudes que forjarán el carácter y la personalidad del
ser humano.

El tiempo en cantidad y calidad que se invierta en esta maravillosa
misión dará sus frutos y no habrá mayor premio que la satisfacción de
ver a los hijos felices.

Como hemos visto hasta aquí, el problema no son las nanas, sino
aquellas mamás que quieren tan sólo vivir con sus hijos y no convivir,
sobre todo cuando esto implica renunciar a determinados gustos y
preferencias.