Hablarían las piedras
El inusual despliegue de medios, la excepcional cobertura informativa, los abrumadores testimonios de respeto y amor de toda clase de personas y las inmensas riadas de gentes, llegadas a Roma de todas partes, con ocasión del óbito de Juan Pablo II, han impactado sobremanera tanto a la opinión pública como a cualquier observador imparcial de la realidad.
Por doquier se ha hecho patente el respeto, amor y cariño que ha concitado tanto para creyentes como para agnósticos de todo el mundo, la singular e irrepetible personalidad del papa desaparecido.
Tan sólo unos pocos inconformistas o grupos minoritarios de ideología anticatólica han preferido mirar para otro lado, molestos por la muestra del global plebiscito para con un hombre de singular talla humana y religiosa, representante de Cristo en la tierra.
Lo mismo que hay personas a quienes molesta “el estruendo” de las campanas, también a otros les rechinan los rezos, las paradas de homenaje y las aclamaciones del pueblo cristiano.
Quizás preferirían reducir todo el evento desbordante a un silencio impuesto. Esto mismo pasó a Jesús en su entrada triunfante en Jerusalén. Ante los hosannas de la gente y la exaltación de sus discípulos, los fariseos piden a Jesús que los reprenda. He aquí su respuesta: ”Os digo que si estos callan, hablarán las piedras” (Lc.19, 39-40).Sin comentario