Pasar al contenido principal

Evangelio tal cual

Es difícil de contener el asombro, no exento de irritación, que produce el comprobar el atrevimiento que muestran ciertos predicadores y escritores eclesiásticos, al presentar a la audiencia, un evangelio manipulado y hasta mutilado. Es sabido por todos, desde el más recién iniciado en materia religiosa, hasta el más conspicuo teólogo católico, que nada ni nadie está por encima de la Palabra de Dios, revelada en el evangelio.

Ahora bien, con una ligereza suma y un atrevimiento inaudito, quizás, con el deseo inconfeso de congraciarse con el auditorio, de no molestar a nadie, de no herir sensibilidades, de adaptarse al mundo moderno, hay predicadores y escritores que liman toda arista de exigencia, condena, radicalidad y hasta de anatemas que hay en el evangelio. Resulta más fácil y halagador para todos, presentar un mensaje edulcorado, descafeinado, descomprometido, placentero y que no exija un serio cambio de vida o conversión. Para muchos el evangelio es solo uno más de los humanismos en boga, desprovisto de trascendencia y de interpelación personal.

Flaco servicio se hace a los fieles, a la Iglesia, a la sociedad y sobre todo a LA VERDAD con esta postura y tendencia sectaria que califico de traición al mismo Cristo.

Recuerdo la exhortación del amable Francisco de Asís, cuando se dirigía a sus hermanos de religión y les conminaba diciendo: “Hermanos míos, vivid el evangelio sine glosa, sine glosa”.