Encuentro
del Santo Padre con las familias en Río de Janeiro
CATEQUESIS
DEL PAPA Durante la audiencia general del miécoles 8 de
octubre
1. "La
familia: don y compromiso, esperanza de la
humanidad" fue el tema del II Encuentro mundial
con las familia, que tuvo lugar los días pasados en Río
de Janeiro (Brasil). Tengo aún en mis ojos y en mi
corazón las imágenes y las emociones de este
acontecimiento, que constituye una de las etapas más
significativas del camino de la Iglesia
hacia el gran jubileo del año
2000.
Doy profundamente gracias a Dios que, después de la
Jornada mundial de la juventud, celebrada en París, me
ha concedido la alegría de vivir esta cita con las
familias. ¡Al lado de los jóvenes, la familia!
Sí, porque, si es verdad que los jóvenes son el futuro,
también es verdad que la humanidad no tiene futuro sin
la familia. Para asimilar los valores que dan sentido a
la existencia, las nuevas generaciones necesitan nacer y
crecer en esa comunidad de vida y amor que Dios mismo ha
querido para el hombre y para la mujer, en esa
"iglesia doméstica" que constituye la
arquitectura divina y humana prevista para el
desarrollo armónico de toda persona que viene a este
mundo.
El Encuentro con las familias del mundo me ha brindado la
feliz ocasión de visitar por tercera vez la tierra
brasileña. Así he podido volver a encontrarme con
ese pueblo tan querido a la Iglesia y a mí
personalmente, pueblo rico en historia, cultura y
humanidad, así como en fe y esperanza. La ciudad de Río
de Janeiro, símbolo de las bellezas de Brasil y, a
la vez, de sus contradicciones, ha ofrecido al encuentro
un marco muy significativo, caracterizado por la
presencia de diversas etnias y culturas. Desde la cima
del Corcovado, la gran estatua de Cristo, con los
brazos abiertos, parecía decir a las familias del mundo
entero: ¡Venid a mí!
Expreso mi agradecimiento al presidente de la
República, con quien mantuve en Río un
cordial coloquio: a él, así como a las
autoridades civiles y militares de la nación, les
renuevo mi gratitud por su calurosa acogida. También al
cardenal Eugênio de Araújo Sales, arzobispo de San
Sebastián de Río de Janeiro y al Episcopado
brasileño, valientemente comprometido en favor de la
causa de la familia, le manifiesto mi agradecimiento, que
extiendo a cuantos han contribuido al éxito de esta gran
fiesta de amor y de vida. Invoco sobre el pueblo
brasileño la constante bendición del Señor, para
que, con el esfuerzo de todos, la nación crezca en la
justicia y en la solidaridad.
2. La asamblea de Río fue
el segundo gran Encuentro mundial de las familias con el
Papa. El primero tuvo lugar en Roma, el año 1994, con
ocasión del Año internacional de la familia. Estas
citas, que la Iglesia organiza a escala mundial, expresan
la voluntad y el compromiso del pueblo de Dios de avanzar
unido por un "camino" privilegiado: el
"camino" del Evangelio, el "camino"
de la paz, el "camino" de los jóvenes y, en
este caso, el "camino" de la familia.
Sí, la familia es, de modo eminente, "camino de
la Iglesia", que reconoce en ella un elemento
esencial e imprescindible del plan de Dios sobre la
humanidad. La familia es lugar privilegiado de
desarrollo personal y social. Quien promueve a la
familia, promueve al hombre; quien la ataca, ataca al
hombre. En torno a la familia y a la vida se juega hoy un
reto fundamental, que afecta a la misma dignidad del
hombre.
3. Por esto, la Iglesia siente la
necesidad de testimoniar a todos la belleza del plan de
Dios sobre la familia, señalando en ella la esperanza de
la humanidad. La gran asamblea de Río de Janeiro
ha tenido esta finalidad: proclamar ante el
mundo entero la "buena nueva" sobre la familia.
Es un testimonio que han dado hombres y mujeres, padres e
hijos de culturas y lenguas diversas, unificados por la
adhesión al evangelio del amor de Dios en Cristo.
El matrimonio y la familia fueron objeto de profunda
reflexión en el Congreso teológico-pastoral, que
he tenido la satisfacción de clausurar, dirigiendo a los
participantes un discurso sobre la centralidad que estos
temas deben asumir en la pastoral de la Iglesia.
En Río, en el gran estadio de Maracaná,
resonó, por decir así, la "sinfonía" de la
familia: sinfonía única, pero que se manifestó
según modalidades culturales diversas. Fundamento común
de todas las experiencias fue siempre el sacramento
del matrimonio, tal como la Iglesia lo conserva sobre
la base de la divina Revelación.
En las celebraciones eucarísticas tanto en la que tuvo
lugar en la catedral, como sobre todo en la del domingo
en la explanada de Flamengo resonaron las palabras
de la sagrada Escritura que constituyen la base de la
concepción cristiana de la familia, palabras
escritas en el libro del Génesis y confirmadas por
Cristo en el Evangelio: "El Creador, desde el
comienzo, los hizo varón y mujer, y dijo: Por eso
dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a
su mujer, y los dos se harán una sola carne" (Mt
19, 4-5). "De manera que añade Jesús ya no son
dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no
lo separe el hombre" (Mt 19, 6). Esta es la verdad
sobre el matrimonio, sobre la que se funda la
verdad de la familia. Aquí se halla el secreto de su
éxito y, a la vez, la fuente de su misión, que consiste
en hacer que resplandezca en el mundo un reflejo del amor
de Dios, uno y trino, creador y redentor de la vida.
Así, el encuentro de Río ha sido una
elocuente "epifanía" de la familia, que se
ha manifestado en la variedad de sus expresiones
contingentes, pero también en la unicidad de su
identidad sustancial: la de una comunión de amor,
fundada en el matrimonio y llamada a ser santuario de la
vida, pequeña iglesia y célula de la sociedad. Del
estadio Maracaná de Río de Janeiro,
transformado casi en una inmensa catedral, se lanzó al
mundo un mensaje de esperanza, fundado en
experiencias vividas: es posible y gozoso, aunque
comprometedor, vivir el amor fiel, abierto a la vida; es
posible participar en la misión de la Iglesia
y en la construcción de la sociedad.
Deseo hacer que este mensaje resuene hoy, al término del
sexto viaje internacional de este año. Ojalá que,
gracias a la ayuda de Dios y a la especial protección de
María, Reina de la familia, la experiencia vivida en Río
de Janeiro sea prenda del renovado itinerario de la
Iglesia a lo largo del "camino" privilegiado de
la familia, y que sea también auspicio de una creciente
atención por parte de la sociedad a la causa de la
familia, que es la causa misma del hombre y de la
civilización.